Blog
Y tras la guerra, las mujeres
La guerra todo lo volvió oscuro, pero el Grec acogió mucho teatro antes de que los francotiradores de la Asamblea de Actores y Directores decidieran convertirlo en 1976 en su casa de verano y su escaparate sobre cómo entendían el teatro.
El Grec estaba cerrado desde antes de la guerra. Era una ruina, un agujero negro que no interesaba nadie. Cuando pedimos el permiso nos miraron como si estuviéramos locos, pero nos lo dieron. En pocas semanas encalamos paredes, improvisamos camerinos, limpiamos de escombros las gradas y el escenario, y el 6 de julio, a las siete de la tarde, para aprovechar al máximo la luz natural, porque no nos quedaba dinero para focos, presentamos la función. Fue un enorme éxito, hasta el punto de que el ayuntamiento costeó la reinauguración oficial del recinto, que tuvo lugar, de nuevo con Edipo Rey, el 21 de septiembre. Pero nadie parece acordarse de eso, ni de la labor de Mercedes. Quien así explica las aventuras vividas en el verano de 1952 es Juan Germán Schroeder en una conversación con el crítico Marcos Ordóñez que éste recogió en su blog de El País (9 de noviembre de 2012). Y la Mercedes de la que habla Juan Germán Schroeder era Mercedes de la Aldea, una actriz nacida en 1931 y que moriría poco después, en 1954, durante un accidente en el rodaje de una película.
Mercedes de la Aldea fue una de las mujeres que llenó de actividad el Grec desde después de la guerra y hasta 1976. La siguió en el empeño una alemana, Dolly Latz, que explicaba en una entrevista en La Vanguardia publicada en 1955 con motivo del estreno en Montjuïc de Electra: El señor alcalde me pidió que formara una compañía para dar un ciclo de teatro griego y yo le puse a la compañía Ciudad Condal. Y después, ya en los primeros años 70, Maria Lluïsa Oliveda. Entre ambas temporadas, ofrecieron habitualmente sus espectáculos la compañía de Adolfo Marsillach (César y Cleopatra, 1959); la Lope de Vega dirigida por José Tamayo (Calígula, en 1964; En Flandes se ha puesto el sol, en 1961; o La casa de té de la luna de agosto, en 1960); y la de otra mujer, Núria Espert: La sirena varada o Maria Rosa, en 1963.