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Sol Picó: "En Valencia, la música, en estado puro, aparece en cualquier rincón"
Por Andreu Gomila
Llegar a los 25 años, para una compañía de danza catalana, es toda una heroicidad. Y Sol Picó es una de las pocas que puede jactarse de haberlo conseguido. Por eso 'Animal de séquia', que presenta en el Teatre Grec, no es un espectáculo más en la trayectoria de la coreógrafa y bailarina de Alcoi. De entrada, es el primero que produce con el Instituto Valenciano de Cultura. Y cuenta con diez bailarines, el cantante Carles Dénia, y hasta 75 músicos provenientes de dos bandas, la bautizada como Banda de Música Chapicó (capitaneada por Jesús Salvador 'Chapi') y la Banda Municipal de Barcelona, que tal como nos advierte Picó, está formada en un 60% por músicos valencianos.
En tu carrera, has hecho cosas muy diferentes, siempre con una línea coreográfica común, pero también siempre con un gran sentido del humor. ¿Es tu rasgo más característico?
Es muy importante, 'destranscendentalizar' la danza. No reírme de ella, ni mucho menos. Pero sí poder aligerar el peso del mundo.
¿Qué has ido a buscar ahora en la cultura popular valenciana?
He buscado un reencuentro. Cuando te vas de casa –y aunque yo voy mucho y tengo a mucha gente allí– necesitas adentrarte más profundamente, llegar a las raíces de este pueblo, incluso volver atrás, a la fundación de Valentia por los romanos. ¿Cómo se creó esto? ¿Qué fundamentos tiene? ¿Por qué es así este pueblo? Haciendo un recorrido por muchas tradiciones es muy bonito reconocer las mismas en el mundo entero.
¿Tú has explorado bastante los márgenes del mundo?
Es bonito encontrar cosas tuyas en otros lugares remotos del mundo... Yo he ido desde una tradición muy pequeña, la fiesta del pan bendito, que hacen en la Torre de les Mançanes, un pueblecito que hay entre Alicante y Alcoy, hasta la Tomatina, la Muixeranga, Moros y Cristianos, el cant d'albaes...
"La música me da la dramaturgia. He colocado la danza sobre el que me iba dando la música"
¿La música de banda es, para un valenciano, tan importante como el rock para un norteamericano?
En Alcoy, desde que naces, oyes una banda todo el tiempo durante toda tu vida. La música, en estado puro, aparece en cualquier rincón. Es algo pegado a tu piel. Y no todo es festivo, pachanga.
¿Cómo has logrado llevar todo este mundo a escena?
¡Con mucha paciencia! Parezco un poco aceleradita, pero también la tengo. Los años de experiencia me han ayudado mucho. He tenido la gran complicidad de Chapi. Sin él, no habría podido hacerlo. Él ha sido el líder de los músicos y yo, la de los bailarines. Hemos hecho un grupo, una compañía. En el Grec, además, añadimos la Banda Municipal de Barcelona.
¿Ya se entenderán, los músicos valencianos y los catalanes?
Creo que sí. ¡Pasa que el 60% de los músicos de la Banda de Barcelona son valencianos!
¿Ha sido difícil atar cabos en escena? ¿Has tenido que hacer una dramaturgia?
La música me da la dramaturgia. He colocado la danza sobre el que me iba dando la música.
"Ha ido bien, pero no ha sido fácil. Pero tengo la sensación de que quedan muchas cosas por hacer y que hay muchas cosas que no haré"
¿El País Valenciano está viviendo un cierto renacimiento de las artes escénicas?
Creo que sí, profundamente. Ahora no hablas con políticos, sino con gente que sabe mucho. Te llaman para ver si hacemos algo.
Si Cataluña y Valencia se conectan...
Esto sería total. Esta ha sido siempre una de mis luchas. Por eso quería mucho que 'Animal de séquia' viniera al Grec.
Cumples 25 años... ¿Crees que te ha ido bien?
Ha ido bien, pero no ha sido fácil. Pero tengo la sensación de que quedan muchas cosas por hacer y que hay muchas cosas que no haré. Hemos trabajado a lo bestia.
¿Qué es lo que no has podido hacer?
Algunos festivales importantes, algunos sitios que se me resisten. Esta cosa tan pasional, tan de fiesta, tan poco intelectual, me ha ido un poco en contra, en según qué circuitos. Tengo, sin embargo, un público muy ecléctico y numeroso. Ahora vamos a Hungría, a Zagreb –Italia me la he hecho entera–, Francia... Hace nada fuimos a Nueva York y yo estaba un poco preocupada, pensaba a ver si a esta gente les interesaría de verdad mi trabajo. Y fliparon. Me abrazaban.
¿Qué es lo que más te ha gustado hacer?
Me gusta mi rutina de cada día. Yo no aguanto viajar. En el taxi hacia el aeropuerto, ya me pica todo... Lo que me gusta es estar en la Piconera, sola, entrenando. El otro día conocí a Mikhail Baryshnikov y está igual que yo, todo el día entrenando. Es un lugar físico, meditativo, donde aparecen las cosas.
¿Qué experimentas, ahora mismo, cuando bailas?
Es un momento diferente. Con la pieza que hago con Marco Mezquida, noto un momento curioso. Estoy muy atenta a que no salte nada por los aires, sobre todo en la rodilla. Bailo con respeto. Pero hay algo que me gusta mucho: la relación con el público. Estar en un lugar donde poder contarles una historia, aunque sea a nivel abstracto. Es un momento muy dulce.
¿Ahora puedes levantar la mirada?
Siempre la he levantado, porque me gusta el enfrentamiento. Pero ahora la levanto desde otro lugar. Es muy relajante, muy bonito. Se crea una comunión. Ya no me muevo tanto ni salto tanto. Los movimientos, sin embargo, tienen otra calidad.