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Barcelona cultura

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Sílvia Pérez Cruz: "Me apetecía sumar todo, romper las barreras"

Mar 22/06/2021 | 11:15 H

Por Andreu Gomila

La presencia de Sílvia Pérez Cruz se ha convertido en un clásico del Grec. Es su lugar para la experimentación, para probar nuevas cosas, tomar nuevos caminos. La hemos visto cantar de muchas maneras diferentes, incluso compartir escena con una bailarina como Rocío Molina, pero nunca, hasta ahora,  hacer teatro. Hace unos meses publicó su quinto disco en solitario, 'Farsa (género imposible)', que ahora nos presenta en formato escénico rodeada de lo mejor del teatro y la danza del país.

El teatro es casi el último que te faltaba por hacer. ¿Por qué ahora?
Me cuesta responder a esta pregunta porque no siento, realmente, que haga teatro. Mi idea era intentar crear un equipo, como si fuera un laboratorio artístico, formado por artistas de diferentes disciplinas, y proponerles que sumen, desde su punto de vista, cosas que piensen que puedan mejorar las canciones. En los últimos años, como que he ido colaborando con diferentes disciplinas, me daba cuenta de que cada una de ellas tenía puntos más fuertes que otros. La música, por ejemplo, es más buena a nivel de improvisación. En cuanto a las artes más escénicas, existe la manera de ensayar de cada uno, el tiempo de dedicación, de concentración. Hasta ahora lo había vivido de tú a tú. Había colaborado con el teatro cantando en diferentes obras. En cine, en danza, en fotografía... Y ahora me apetecía sumar todo, romper las barreras. Hasta ahora lo había hecho quizás con los estilos y ahora necesitaba hacerlo a nivel de expresión artística... Creo que surge ahora porque el repertorio de estas canciones lo había creado dialogando con otras disciplinas.

¿Qué conexión hay entre 'Género imposible' y tu último disco?
La conexión es que son todas las canciones del último disco y estas canciones han sido creadas para una película ('La noche de 12 años'), dos obras de teatro interpretadas por Lluís Homar ('Terra baixa' y 'Cyrano de Bergerac '), una peli de animación ('Josep'), y el espectáculo de danza con Rocío Molina ('Grito pelao'). Ya que estas canciones nacían de trabajar con otros artistas y de sus necesidades de poner canciones, me apetecía crear tres tipos de directo: un solo, uno con banda y otro escénico, donde sumara todas las fuerzas.

"Todos tenemos un oficio pero buscamos lo mismo: expresar, a través del arte, diferentes emociones"

¿Por qué has elegido a Pablo Messiez como compañero de viaje?
Con todas las personas que he formado este equipo he compartido procesos. A Elena Córdoba la conocí con Rocío Molina, así como a Carlos Marquerie, que lleva toda la parte de la iluminación, casi como si fuera una pintura. A Cecilia Molano también la conocí en 'Grito pelao'. A los escenógrafos, a Max Glaenzel y Silvia Delagnau, les presenté un dibujo de mi idea y ha sido un proceso muy nuevo, para mí, muy mágico. Hemos intentado que la escenografía se pudiera reciclar: me parecía una locura construir algo para después tirarlo. Con Juan Casanovas, que lleva el sonido, he trabajado siempre el directo y todos mis discos. Adriana Vila Guevara es con quien, con Isaki Lacuesta, he grabado los últimos videoclips. Y Pablo Messiez lleva las conexiones poéticas, la dramaturgia. No había trabajado con él, pero fui a ver dos de sus obras, 'El temps que estiguem junts' y 'Las canciones', y me encantaron. Cuando le conocí, me pareció una persona maravillosa...

¿Cómo os habéis organizado?
No quería crear jerarquías dentro del equipo. Me gustaba la idea de potenciar el trabajo de equipo, de diferentes personas trabajando, opinando sobre cómo explicar unas canciones. Está siendo muy bonito, porque todos tenemos un oficio pero buscamos lo mismo: expresar, a través del arte, diferentes emociones.

"En un mundo y una vida donde nos sentimos tan solos, me emociona ver a gente de diferentes edades, pensamientos, tribus, emocionarse con lo mismo. Yo también me olvido de mí"

¿Qué te aporta un contacto tan directo con el público?
El ritual del concierto me hace mucho bien. Es un espacio de libertad absoluta, lo que siento sobre el escenario. Y al mismo tiempo creo que durante un concierto se crea una sensación de libertad colectiva, donde todos nos reconectamos con nosotros mismos y con toda la gente que está allí. En un mundo y una vida donde nos sentimos tan solos, y con vidas tan individualistas, me emociona ver a gente de diferentes edades, pensamientos, tribus, emocionarse con lo mismo. Yo también me olvido de mí, cantando. Y cantando me recuerdo.

¿Qué aprendiste de tu colaboración escénica con Rocío Molina?
Aparte de que conocí a mucha gente con la que ahora estoy trabajando, disfruté mucho de las improvisaciones que hicimos durante un par de meses. Hubo mucha conexión, con un interés común, muchas ganas de entender la emoción antes de que se vuelva canción o baile. Me conecté con el gesto, con mi movimiento y el no movimiento. Aprendí mucho del proceso de creación, de los tiempos, como pensar una escena, unas luces y permitirte soñar. Pienso que los músicos, a pesar de hacer un trabajo que lo abarca todo, no soñamos tanto. No imaginamos unas luces, una escenografía, un vestuario... Ahora que lo estoy viviendo, me digo: ¡esto es demasiado, para mí! También descubrí mi relación con el tiempo y el vértigo. Ahora lo vivo con menos estrés. Y sumamos maneras y podemos romper cosas que están establecidas, pero que pueden ser de otra manera. Estoy viviendo una experiencia preciosa. Me siento muy afortunada de estar rodeada de artistas maravillosos. Aprendemos, nos reinventamos. Tengo muchas ganas de compartir todo lo que estamos haciendo. Aquí me puedo reencontrar con la palabra, con la escenografía, puedo expresar cosas no solo con la música, sino también con lo que se ve. Puedo traducir mi imaginario no solo con sonidos o instrumentos, sino con una luz, una forma.

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