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Sergi Belbel: “Emma Vilarasau no ha escrito ninguna línea de 'Lali Symon', pero las ha autorizado todas”
Por Andreu Gomila
Hace muchos años que Sergi Belbel no estrena ninguna obra y ya han pasado quince años desde 'A la Toscana'. Durante todo este tiempo ha dirigido mucho, ha ganado el Sant Jordi de novela y ha escrito piezas teatrales pequeñas, pero ninguna como 'Lali Symon', una obra sobre los cuidados que se pondrá de largo en el Romea y que tiene a Emma Vilarasau como protagonista. La actriz, de hecho, fue quien le pidió que le escribiera ese papel, el de una mujer madura que tiene que cuidar a su madre (Maife Gil) y, a la vez, vigilar a su hija (Júlia Bonjoch). Belbel, sin embargo, va más allá y hace que Vilarasau sea una estrella de la stand-up comedy.
¿Quién es Lali Symon? ¿En quién te has inspirado?
Emma me llamó en plena pandemia, un año después de que se le muriera la madre, porque tenía ganas de tratar el tema de una mujer de su edad, con un trabajo muy absorbente, a la que se le está muriendo la madre… Emma se pasó diez años así. "¿Crees que se podría hacer algo sobre eso?", me preguntó. Yo, que soy antiteatro documental, me pico, porque no me gusta escribir a partir de cosas reales, aunque esté de moda. Tuve que producirme 'Hamlet.01' porque no era autoficción, ni habla de ecología, ni de feminismo… Estaba en esa tesitura. Emma me llamó para saber si la podía ayudar a encontrar a alguien. Pero le di unas cuantas vueltas y, enseguida, vi que no quería que el personaje fuera una actriz: o era la propia Emma o tenía que irme a otra zona. Y esta zona de la stand-up comedy me traía el recuerdo de Carol Burnett, que era una mujer que me fascinaba mucho de pequeño. Ese es el origen de todo. Gracias a YouTube, vuelvo a ello y voy a parar a Joan Rivers y, sobre todo, a Lily Tomlin… Es cierto que aquí tenemos a Eva Hache, a Morgade… pero no es lo mismo.
¿Y cómo lo vinculas con Emma Vilarasau?
Me parecía que ya había hecho suficientes tragedias. Quería ofrecerle un reto, a ella, que tiene una edad, una carrera… Quería juntar los dos mundos, el de la stand-up comedy y el de mujer que se ha creado un nombre. Era el mismo conflicto que ha tenido ella con su vida, pero trasladándolo a un personaje que ponía una nota de teatralidad más disparada y que la hacía entrar en el terreno de la comedia.
¿Lo que explica Joana, el personaje al que representa Vilarasau, es real?
Aquí hay tres niveles. Se me ocurrió que Lali Symon fuera una construcción a partir de tres o cuatro verdades, pero falsa… Tengo problemas con la autoficción y la realidad en el escenario. Y con el postdramatismo. Pienso que siempre me pone en una tesitura: el teatro se creó para dejar de recitar la 'Ilíada' y para explicarla de forma encarnada. Creo que todo lo que es ir hacia otro lado significa acabar en un callejón sin salida. Mataremos el teatro. No soy nadie para decir lo que se tiene que hacer, pero que todo el teatro de los años 20 del siglo xxi se tenga que dedicar al postdramatismo…
Joana, de hecho, tiene como dos vidas: la suya personal y la de su personaje, Lali Symon.
Sí, es una mujer que se ha creado un personaje alejado de lo que ella es. Cuando deja el camerino, es Joana Pérez.
"Ya lo dice ella: si tu madre se caga encima y lo pones en un escenario, la gente se ríe, pero en la vida real no hace ninguna gracia"
¿Los monólogos de Lali Symon son todos tuyos? No habías escrito mucha comedia.
Sí, son míos. Hice 'Tàlem', en 1991, precisamente con Emma. Pero era una comedia muy minimalista… Creo que 'Lali Symon' está emparentado con mi 'Hamlet', ese intento de coger una obra en otra tesitura, con un actor, un micro y un taburete. Y quería reivindicar la inmediatez del hecho teatral. Para mí, la gracia está en la relación entre las escenas: ella no quiere que la historia de la madre entre en su trabajo. Pero acaba entrando. Esa dualidad entre la vida y el trabajo es complicada. Sobre todo cuando tiene una hija que no puede explicar quién es su madre.
Joana está entre una madre y una hija.
La obra habla de eso. Y tiene un trabajo en el que no tiene ni madre, ni hija. Ya lo dice ella: si tu madre se caga encima y lo pones en un escenario, la gente se ríe, pero en la vida real no hace ninguna gracia. Su esquizofrenia viene de ahí.
¿Has trabajado el texto con Vilarasau?
Por supuesto. Teatralmente, eso es maravilloso, sobre todo cuando tienes grandes actores… Me pasó con 'Morir' y 'Forasters', con Anna Lizaran. Son dos obras mías que asocio a una gran actriz. Recuerdo que cuando Lizaran leyó 'Forasters', me dijo: "Hay mucha letra, corta". Y al final, decía: "No me lo quites que te mato…". El trabajo con un actor es dramaturgia. Emma no ha escrito ninguna línea, pero las ha autorizado todas. Los buenos actores te van probando, todo el rato. Este texto, más que cualquier otro, lo he parido con la actriz.
"Me gusta mucho que mis compañeras autoras pongan personajes masculinos con contradicciones. En mi teatro, hay más mujeres que hombres"
Se dicen cosas muy duras. Hay un momento en que la abuela, Aurora, le dice a su hija que ha fracasado.
Como madre y como persona. Joana triunfa, pero solo desde fuera. Me gusta mucho rascar en la persona que ha tenido éxito, pero que ha llegado a ello después de muchos sacrificios y no considera que eso sea éxito… La madre le hace daño. Ella, que es una mujer frustrada y corriente, ve que la hija ha logrado lo que ella nunca pudo lograr. Hay algo de 'Gypsy', el musical del Sondheim, y aquellos Bergman como 'Sonata de otoño'.
Lali Symon tiene un discurso muy feminista, además. Y eres un autor que escribe sobre tres mujeres.
¿Por qué no podemos hacer eso? Me gusta mucho que mis compañeras autoras pongan personajes masculinos con contradicciones. En mi teatro, hay más mujeres que hombres. ¿Soy feminista? No me lo he planteado.
¿El humor de los años 60 y 70 era más irreverente?
Ha habido un retroceso.
"En todo este tiempo nadie me ha hecho ningún encargo como autor. Y solo me quieren como director. Tengo algunos textos inéditos"
Hace quince años que estrenaste 'A la Toscana'.
He hecho otras cosas, como 'Fora de joc', pero no acabó bien. He hecho un montón de cosas, pero muy alternativas. En todo este tiempo nadie me ha hecho ningún encargo como autor. Y solo me quieren como director. Tengo algunos textos inéditos. Por ejemplo, tengo una versión del Don Juan de Molière con todos los sexos cambiados. Se llama 'Na Joana'. Todos me lo han rechazado, en catalán y castellano. Pude hacer 'Hamlet.01' porque gané el Sant Jordi de novela. No lo quería nadie. Ahora sí que quieren el 'Hamlet.02'…
Fuiste el gran autor catalán de los años 90. Has estrenado por todas partes, incluso en la Comédie-Française…
Entrar en el TNC me capó, como autor. La responsabilidad era muy grande. Y, de repente, tenía que mirar por los demás. Cuando eres autor, te encuentras en un lugar más inhóspito, más complicado. Es muy diferente de ser director… La resaca de aquellos años ha sido muy bestia. Con la pandemia volví a escribir. Tengo dos obras que no se han estrenado. Una, incluso, ganó un premio: 'Ella i màquina'. El autor siempre ha estado ahí.
Tu parón coincide con el bum de la dramaturgia catalana.
Me daba vergüenza levantar el dedo y decir: "¿Y yoooo?". A veces oigo hablar a Josep Maria Miró o a Guillem Clua, que son autores de éxito, y les estoy muy agradecido porque me citan. Lo agradezco mucho. Me siento reconfortado… Tienes que dar paso a las generaciones y tienes que saber cómo está repartido el mundo.
"Desde 'Forasters' que no trabajaba tanto con los actores. La hice con Anna Lizaran y para Anna Lizaran. Y entre ella y Vilarasau hay un vínculo"
¿Estás viviendo una segunda juventud?
Es posible. La pandemia ha sido un punto de inflexión. Me dije: "El director está acabado, porque no tiene nada que rascar, pues rescata al autor". Por eso 'Lali Symon' es importante. Porque es mi retorno. Desde 'Forasters' que no trabajaba tanto con los actores. La hice con Anna Lizaran y para Anna Lizaran. Y entre ella y Vilarasau hay un vínculo.
¿Por qué aquellas obras tuyas de los años 90 y principios del siglo xxi no se han vuelto a hacer?
En primer lugar, porque piden unos repartos que nadie quiere pagar. La más comercial, 'Després de la pluja', requiere a ocho actores. 'Carícies' tiene once. Y 'Morir', catorce… Yo eso lo reivindico. Hacemos obras como esas. Hicimos el T6 para que los autores jóvenes llegaran a estrenar en la Sala Gran del TNC.
Antes, casi estrenabas las obras aquí y fuera de forma simultánea. ¿Pasará lo mismo con 'Lali Symon'?
No, porque he perdido el tren, en cierto modo. Tengo que ser realista: dependes del estreno. Si va bien, empezará a circular. Pero no la quiero soltar hasta que lo haya probado. 'Després de la pluja' fue bien, pero mucha gente me decía que hacia el final caía un poco. Un año después, lo cambié. Y el texto hizo bum.
¿Eres exigente contigo mismo?
Hay que serlo. Cuesta mucho, sobre todo en el momento. Con tus obras, tienes una relación padre-hijo. Cuesta verle los defectos, a tu criatura. El tiempo da distancia. La relación que tengo ahora con 'Carícies', por ejemplo, no tiene nada que ver con la que tenía entonces. Lo odiaba profundamente. Pero si no llego a escribir aquello, no estaría aquí ahora.
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