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Serge Aimé Coulibaly: "No basta decir que quieres cambiar el mundo, sino que tienes que hacer cosas para cambiarlo"
Por Andreu Gomila
Apadrinado, nada menos, que por Alain Platel y Sidi Larbi Cherkaoui, Serge Aimé Coulibaly ha situado Faso Danse Théâtre entre las compañías del momento. Se estrenan en Barcelona con 'Wakatt', un espectáculo creado el año pasado y que nos habla del miedo. Coulibaly es un personaje en sí mismo, un gran luchador para hacer visible el talento que hay en su país de origen, Burkina Faso, y en todo el continente africano. Antes de pasar a las preguntas, nos recuerda que su lengua es el numuka, que cuenta con poco más de 100.000 hablantes. Predice que "en 50 años ya no habrá nadie que lo hable".
¿Qué es el miedo?
Es algo que se puede poner en la cabeza de la gente para manipularla con más facilidad. El miedo siempre es el miedo al otro, al que no conoces. Tenemos muchas preocupaciones relacionadas con ese otro, pero rara vez tienen que ver con la realidad. El miedo también es la violencia gratuita que estalla cuando tienes muchos prejuicios y, simplemente, quieres sobrevivir. Es la incomprensión del otro.
¿Es un tema difícil para un coreógrafo, a la hora de llevarlo a escena?
Es difícil, sí. Toda la primera parte del espectáculo gira en torno al aislamiento. Son personajes que están solos, que tienen muchas preocupaciones y actúan con violencia sobre todo el que se les acerca. Esta primera parte parece una coreografía que muestra el comportamiento instintivo más básico de la humanidad, antes de partir hacia una auténtica coreografía corporal. Hay personas que se acercan a otros para tratar de entenderlos, pero no pueden, porque tienen miedo y no saben qué puede pasar.
¿Cómo se puede ver, en 'Wakatt', tu experiencia en Europa?
En todos los niveles. De hecho, es el primer espectáculo que hemos levantado totalmente en Europa. Hasta ahora, siempre hacía una parte de los espectáculos en África y otra parte en Europa. En este caso, sin embargo, cuando nos teníamos que marchar a África, se produjo el cierre total por culpa del coronavirus. Cuando se volvieron a abrir los teatros, pudimos crear el espectáculo. Pudimos hacerlo entre dos confinamientos, el de la primavera y el de otoño de 2020.
¿A nivel más personal?
Bruselas es mi casa. Y vivo en un edificio donde hay un patio rodeado de nueve apartamentos. Yo soy el único negro, el único africano, de la comunidad. Cuando me instalé siempre me encontraba un vecino u otro que venía a quejarse, que me decía eso, que me decía aquello, que colocaba el cubo de la basura delante de mi puerta. Había muchos problemas. Hasta que decidí enviar un e-mail a todos los vecinos para invitarlos a mi casa. Les dije que era coreógrafo, que estrenaba en el Teatro Nacional, en Bruselas, y que podían venir a verme, que los invitaba.
"Nuestro mundo de hoy está en transición. No sabemos si vamos hacia un lugar bueno o malo"
¿Vinieron?
Vinieron tres de los siete que invité. Y les gustó mucho. Más tarde, invité a los artistas a casa y también se lo dije a los vecinos. Allí pasó algo... Ahora, cuando ven que me voy, se interesan mucho por mí, me piden a dónde voy. De repente, todos los problemas desaparecieron. Porque me conocen, simplemente. Ya no se hacen maquinaciones. Y todo, todo es así... Cuando hubo el cierre por el coronavirus, con todo el mundo encerrado en su casa, nadie habló de la inmigración. Fue un tema que desapareció del todo. Dejó de ser un problema. Los problemas no son obligatoriamente reales. Muchos son fabricados. Se quiere crear miedo porque, entonces, la gente es manipulable.
¿Qué imágenes usas en 'Wakatt'?
En 'Wakatt' intervienen dos imágenes que son extraeuropeas y que me conectan con los ancestros: una máscara africana, de Burkina Faso, que aparece cuando hay problemas con la intención de reunir a los seres humanos con los espíritus; y una diosa, inspirada en una diosa yoruba, que viene cuando tienes que cambiar de mundo... La segunda parte del espectáculo es la búsqueda de una humanidad nueva, como si estuviéramos en transición hacia alguna parte. Nuestro mundo de hoy está en transición. No sabemos si vamos hacia un lugar bueno o malo.
"Los creadores africanos somos auténticos ciudadanos del mundo, porque conocemos mejor el mundo que el mundo nos conoce a nosotros"
¿Qué crees que deben aprender los artistas europeos de la danza africana?
África tiene cerca de 1.000 millones de habitantes e ir de Burkina Faso a Sudáfrica es como ir de Barcelona a Nueva Delhi. La diferencia es la misma. África es muy compleja y hay de todo. También cuando hablamos de danza o de creación contemporánea. Y ahora mismo estamos viviendo una época de gran riqueza y creatividad. 'Wakatt' va de eso. Habla de la riqueza. Y los creadores africanos somos auténticos ciudadanos del mundo, porque conocemos mejor el mundo que el mundo nos conoce a nosotros.
¿Ya no podemos hablar de 'danza africana'?
Realmente, la danza africana no existe. Es una apelación comercial, de marketing, incluso para los africanos. En Burkina Faso, hay gente que trabaja la danza contemporánea, gente centrada en la danza tradicional. Pero, siempre hay un pero, debo decir que hay un lenguaje corporal que es a menudo extraño para un europeo, que no lo comprende. Y cuando no lo entiende, el europeo lo asocia a algo extranjero o africano. En definitiva, son cuerpos que han vivido otras historias y se nutren de otras cosas. Y sí, son cuerpos negros.
¿Cómo trabajas entre Europa y África? ¿Te sientes un puente entre los dos continentes?
Nutro los dos continentes con mi trabajo, es un vaivén constante. En Burkina he creado una residencia artística llamada Ankata (Vamos), donde hago formación en teatro, danza y música durante tres años. Vienen africanos, pero también europeos. También hago un festival de solos panafricano en Bobo Dioulasso, donde está Ankata. Y luego intento ayudar a la promoción de todos estos jóvenes un poco en todas partes. Seleccionamos el talento y lo mostramos en Europa. Quisiera nutrir el mundo con el talento africano. Cuando más haya más normal será. Si solo hay uno o dos, no es normal, sino excepcional... He podido crear Ankata con los derechos de autor de mis espectáculos. He podido invertir en mi casa, crear esperanza, lugares de trabajo (trabajan más de 30 personas). Todo esto es fruto de mi combate de ciudadano comprometido con el mundo. No basta decir que quieres cambiar el mundo, sino que tienes que hacer cosas para cambiarlo. Para Europa también es algo muy interesante: en lugar de invertir miles de millones de euros en el Frontex para que la gente no muera en el Mediterráneo o para devolverlos a casa, se puede contribuir a cambiar la vida de la gente sobre el terreno con proyectos que ofrezcan esperanza.
¿Tu danza es la danza de la esperanza?
Mi danza es la danza de la esperanza, de la resistencia, de otro mundo posible. No debemos olvidar que en 'Wakatt' hay música. Danza y música son, para mí, muy complementarias. La música nos lleva a un mundo increíble y la danza la amplifica. A veces, es al revés. Es como un tango.
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