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Montse Colomé: el legado de una bailarina de Barcelona
Por Andreu Gomila
Con 67 años, Montse Colomé sigue bailando. Y enseñando. La docencia y la transmisión han sido dos obsesiones de esta bailarina y coreógrafa, que es un faro de conocimiento y que, ahora, con 'Celebration. Un ball parlat' quiere dejar al público un legado impresionante. Fue una de las primeras bailarinas contemporáneas, colaboró con Comediants y Carles Santos. También fue una de las fundadoras de La Caldera. Y ha participado en todas las luchas del sector.
El espectáculo
“Este espectáculo empecé a pensarlo hace muchos años, en 2015. Escribí un montón de ideas en una libreta y se quedó allí. Durante la pandemia, la reabrí y vi que todo lo que había escrito era bastante vigente. Empecé a pensar más en el proyecto y ampliarlo. Pedí una beca al ICUB y dos residencias y me las dieron, algo que fue importante. He trabajado mucho por encargo y estoy muy acostumbrada a entender muchos conceptos de muchas índoles, pero he dedicado poco tiempo a mis cosas. Solo con Ramon Colomina he bailado mucho.
Cuando cumplí 50 años, invité a La Caldera de Gràcia 50 mujeres que habían pasado por mi vida profesional. Hicimos una coreofesta. Pensé que cuando cumpliese 65 volvería a invitarlas y les haría un regalo. Pero estrenábamos 'Rèquiem nocturn' de Pere Faura y el proyecto quedó aparcado. Lo he retomado más adelante.
La idea es hablar de mi trayectoria, del hecho de bailar, qué quiere decir, qué podemos hacer con nuestro cuerpo. Quiero reivindicar el cuerpo de todos, no solo el del bailarín. Dar valor a la danza como espacio terapéutico y creativo. Hago bailar a la gente y recreo el primer baile que hice en mi vida, un ball de nans. Se tienen que poner de acuerdo cuatro personas y sale mejor de lo que imaginaba”.
Los inicios
“Hice siete años en el Instituto del Teatro. Antes había hecho danza tradicional. Me gustan mucho las danzas rítmicas y, sobre todo, el flamenco. Me especialicé en danza española y en aquel momento fui la única alumna que escogió esta especialidad. Mi primer año lo hice sola. ¡No podía faltar nunca a clase! La profesora, Anna Maleras, me decía: ‘¡Si la Diputación se enterara de este gasto!’. A veces, tenía pianista, guitarrista y coreógrafa para mí sola. Tenía clases con tres personas mirándome. Cuando terminé, me di cuenta de que si quería hacer flamenco, tenía que dedicarme a ello en cuerpo y alma, porque es muy exigente. Al mismo tiempo, había ido al estudio de Anna Maleras. No se enseñaba danza contemporánea en el Instituto, pero estaba empezando. Ella trajo a mucha gente. Organizaba estancias en Palma e invitaba a los mejores del mundo. Nos permitía conocer cosas que no se conocían. Venían profesores que daban clases en Nueva York”.
Alvin Ailey School
“Tenía 22 años y pensé que me tenía que ir a Nueva York. Quería aprender otras cosas. La Alvin Ailey es una escuela de danza afroamericana y me puse al día de todo. Iba a ver muchos espectáculos y vi bailar a muchísima gente. Después, cuando volví, di clases durante mucho tiempo y empecé con el teatro. Trabajé en La botiga dels horrors como coreógrafa, en el Lliure y con Comediants”.
"La verdad es que estos dos polos opuestos, el de Comediants y el de Santos, me vinieron muy bien para entender diferentes lenguajes y tener la posibilidad, más tarde, de trabajar con Lluís Pasqual o Lluís Homar"
Comediants
“Con ellos aprendí a hacer teatro callejero, a hacer máscaras... Uní dos pasiones: la tradición y la contemporaneidad. En el espectáculo de dimonis en el que me impliqué, trabajaba con fuego. Era un baile de bastons con fuego. O trabajabas con cintas de fuego. Fue una gran experiencia. También empecé a coreografiar el gran formato, como la clausura de los Juegos Olímpicos. Fue un gran aprendizaje. Y, como trabajábamos tanto, podía poner muchas cosas en práctica. Te da la oportunidad de corregir”.
Carles Santos
“Con Santos nos conocimos en Nueva York. Él era estudiante y empezaba a dar conciertos. Cuando se metió de verdad a hacer espectáculos, cuando quería escena y movimiento, contó conmigo. Me permitió aprender otro tipo de lenguaje. La verdad es que estos dos polos opuestos, el de Comediants y el de Santos, me vinieron muy bien para entender diferentes lenguajes y tener la posibilidad, más tarde, de trabajar con Lluís Pasqual o Lluís Homar, con gente muy diferente, como Ramon Simó o Lurdes Barba. Los directores te explican lo que ellos sienten y tú tienes que intuir qué quieren. Con Santos y Comediants trabajé mucho la intuición”.
"Lo interesante es que puedas enseñar a cada persona a moverse según su imaginario"
La enseñanza del cuerpo
“Ocurre una cosa: en el imaginario popular, la danza está muy estereotipada. Si dices que eres bailarina, la gente te imagina o haciendo 'El lago de los cisnes' o 'El rey león'. Y lo interesante es que puedas enseñar a cada persona a moverse según su imaginario. Cuando empecé a dar clases, había una gran carencia técnica. En los años ochenta, estábamos muy obsesionados con no destrozar cuerpos. Porque nosotros habíamos sufrido el sálvese quien pueda de antaño, de gente que tenía muy buena intención, pero que poseía menos conocimientos anatómicos. Desde mi generación buscábamos una metodología que acabara con los esguinces de los estudiantes. Con el paso de los años, me ha interesado más que disfruten de su cuerpo. También es muy importante la música que todo el mundo tiene en la cabeza. Intento que cada cuerpo encuentre su manera de moverse, que no todo sea copiar. Con TikTok, los jóvenes copian mucho. Cuando yo estudiaba, copiar estaba mal visto. Pero ahora hay mucha gente que revisita mitos, como Pere Faura”.
Sol Picó, Núria Guiu, Raquel Klein
“Las admiro a todas. Me he cruzado con ellas en La Caldera. No son alumnas mías, salvo Sol. A ella le di tres o cuatro clases recién llegada de Alcoy. Son gente muy lanzada. Me gusta que haya miradas diferentes con respecto a la danza. Tienen una mirada más abierta a la hora de buscarse la vida fuera de aquí. Están muy en contacto con lo que pasa hoy. Sol nos representa mucho a todas. Hay quien dice que está hasta en la sopa. Pero ella hizo una cosa muy importante, que es poner la danza en primer plano. Cuando se organizó la manifestación del No a la guerra, ella estaba allí, encima de un entarimado de madera, donde se podía romper una pierna fácilmente, bailando. Apostó por acercar la danza al territorio, como ahora están haciendo Núria y Raquel”.
"Seguimos con los problemas que hemos tenido siempre. Los programadores no contestan, no saben... Tienen mucho miedo a programar según qué"
Dificultades
“Seguimos con los problemas que hemos tenido siempre. Los programadores no contestan, no saben... Tienen mucho miedo a programar según qué por si al público no le gusta, en lugar de buscar los caminos para atraer a la gente. Los más jóvenes envían dosieres y no obtienen respuesta. Eso existe desde siempre. La frase esta de ‘creación de públicos’ me aburre. Hay ciudades que trabajan muy bien, que ya tienen un público que va a ver danza... Se tiene que vincular más la danza a la enseñanza. Vamos muy despacio, a paso de tortuga. Hace falta un poco de marcha, coger más velocidad”.
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