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Huppert-Wilson: una relación virtuosa
Por Andreu Gomila
Él es estadounidense. Ella, francesa. Les separa un océano. Pero esto no ha sido un obstáculo para que Robert Wilson y Isabelle Huppert hayan construido una de las relaciones escénicas más virtuosas que se han producido en Occidente en los últimos 30 años: esde aquel 'Orlando' de 1993, donde por primera vez trabajaron juntos, hasta 'Mary said what she said', que se estrena a finales de mes y que llegará al Festival Grec este julio.
1. CONOCIMIENTO
Huppert ha contado que conoció a Wilson en 1972 en Irán, en el festival de artes escénicas de Shiraz. Ella estaba con una compañía amateur y hacía una obra inspirada en Kafka. Él presentaba 'KA MOUNTAIN', algo "loco" que duraba siete días y siete noches. Eran los tiempos de los espectáculos excesivos. Un año antes, Peter Brook había hecho 'Orghast', con la colaboración de Ted Hughes. El teatro estaba cambiando. En Shiraz, Huppert dice que, cuando ella y su compañía acababan sus funciones, subían a la montaña a ver el espectáculo imposible de Wilson. "Estábamos subyugados, como en un sueño, algo que no es ilógico cuando miras eso toda la noche tapada bajo una manta", dijo la actriz. "Un recuerdo indeleble", añade.
Muchos años más tarde, en una cena con amigos, Wilson, que ya trabajaba mucho más en Europa que en EEUU, se presentó y allí tenía a Huppert esperándole. Ella ya era una intérprete consolidada, que había ganado un BAFTA a la actriz revelación o el premio a la mejor actriz en Cannes, que había trabajado en el cine con Jean-Luc Goddard, Claude Chabrol, Maurice Pialat o Michael Cimino. Wilson buscaba una actriz francesa para hacer de Orlando, el personaje de Virginia Woolf que nace hombre y un buen día se convierte en mujer, después de estrenar la versión alemana en Hamburgo.
2. EL DEBUT
'Orlando' se estrenó el 9 de mayo de 1993 en el Théâtre Vidy-Lausanne. Ella tenía 40 años. Él, 52. Cuando pasó por el Odéon de París, la crítica francesa dijo: "Ella sabe, siente, expresa, modula hasta el escalofrío esta escritura compleja, difícil, casi demasiado densa. Abraza también, como sin esfuerzo, la coreografía lenta, casi japonesa, impuesta por el maestro, con su precisión matemática habitual. Con una elegancia ambigua, hace mover el párpado, los dedos, el cuello, todo su cuerpo con una naturalidad que solo se explica por las horas y horas de trabajo. Deslumbrante en un decorado minimalista. Perfecta. Excepcional. Admirable" (L'Express, 23 de septiembre de 1993). De hecho, ¡solo habían ensayado durante tres semanas! Y, enseguida, hizo que el público fuera a los ensayos.
En aquella época, Huppert hacía muy poco que había vuelto al teatro. Y lo había hecho por la puerta grande, lo que la llevaría, desde entonces, a protagonizar una de las carreras más brillantes de Europa, en la piel de Juana de Arco, Fedra, Medea, Hedda Gabler (que vimos en el Lliure en 2005 en la única ocasión que ha venido), Blance DuBois, Madame de Merteuil, y a hacer todo tipo de textos, de Shakespeare, Ibsen o Marivaux, a Sarah Kane, Yasmina Reza, Jean Genet o Tennessee Williams. A finales de los 80 y primeros de los 90, Wilson ponía en marcha sus geniales colaboraciones con Tom Waits, Lou Reed y compañía.
3. TRABAJAR JUNTOS
Wilson dice que en 50 años de carrera solo ha tenido que dar indicaciones formales a un actor, que quieren decir "más ligero, más pesado, más interior, más dulce, como si trabajara con un taquígrafo. Nunca he tenido que decirle a un actor qué tenía que pensar. Su libertad es total, y les ofrezco materiales, como el ángulo de la mirada, los movimientos, el espacio de delante o de detrás, indicaciones formales".
El director asegura que Huppert es la mejor actriz que ha conocido y que, en EE.UU., no hay otra como ella. "Tiene esa capacidad de trabajar de manera abstracta. Si yo trabajara con actrices como Meryl Streep esto sería imposible. Con Isabelle, no necesitamos hablar mucho". Ella añade: "A través de su mirada, su cuerpo, su manera de ser, Wilson 'emite' algo, y si sabes recibirlo, todo va muy rápido".
"Como el sentido del texto no es el corazón de la propuesta -apunta Huppert-, esto permite al actor desarrollar su propio imaginario: eres completamente libre". Y concluye: "Para que todo funcione, tienes que ser sensible a su estética, es necesario inscribirse dentro. Es mi caso, porque para mí Wilson es un genio. Ha inventado un lenguaje, a la vez que una manera de captar y llevar a escena el tiempo y el espacio".
En una entrevista que le hice a Wilson a raíz de 'Letter to a Man' (TNC, 2017), Wilson me definía brevemente su estética: "Mi teatro trata de la ilusión. No es como el teatro, digamos, formal, que se basa en lo concreto, una manera de hablar, de actuar. Mi sentimiento es mi expresión. Esta es mi verdad. Si un actor hace de demonio, él sabe que hace de demonio. Todos lo sabemos, que hace de demonio. Siempre vemos a un actor que está actuando. Mi teatro no va por ahí. Quizás es más psicológico. Para mí, el teatro es un actor, un director y un escritor en el mismo tiempo. Es una construcción del espacio-tiempo. Algo mucho más abstracto".
4. 'QUARTETT'
El 28 de septiembre de 2006, Huppert y Wilson volvieron a estrenar una pieza, el 'Quartett' de Heiner Müller, en el Odéon parisino. Él había conocido al dramaturgo alemán. En 1986 había hecho 'Hamletmachine' y al año siguiente, 'Quartett', ambas en Alemania, una en Hamburgo, la otra en Stuttgart. En París, la versión sobre 'Las Liasons dangereures' no era un monólogo. Y Huppert tenía al lado un hombre de teatro que aquí disfrutamos mucho, Ariel Garcia-Valdès (la última vez en el magnífico 'Coral romput', donde hacía una intervención estelar en catalán). Yo pude ver una función de 'Quartett' en el Odéon y puedo decir que disfruté de un espectáculo magnífico, con Huppert haciendo de Madame de Merteuil y él, en el papel de Valmont. Dos enamorados que, abocados al infierno, juegan a la guerra de los sexos. Una lección de interpretación que los que la vieron recordarán toda la vida.
Wilson usó en 'Quartett' 400 señales de luz en un intervalo de solo 90 minutos. Levantó uno de los monólogos de Madame de Merteuil de quince minutos en dos días, pero estuvo tres horas para fijar un gesto de una mano. No en vano, dice que "la luz es el actor más importante en un escenario".
5. LA TERCERA
Ahora hacía trece años que el binomio Wilson-Huppert no subía al escenario. Lo hace por iniciativa del Théâtre de la Ville de París y un grupo de coproductores (Wiener Festwochen, Teatro della Toscana, en Florencia, Internationaal Theater Amsterdam, Thalia Theatre, de Hamburgo). Y, por suerte, no nos lo perderemos. Poco sabemos de él. Tiene música de Ludovico Einaudi y texto de Darryl Pinckney, el mismo dramaturgo de 'Letter to a man'. El director estadounidense solo ha explicado que se trata de los últimos segundos de la vida de María Stuart, reina de Escocia, antes de su ejecución en el castillo de Fotheringhay, el 8 de febrero de 1587. El espectáculo está dividido en tres partes: la reflexión, el cautiverio y la ejecución. Esperamos muchas cosas de él.