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Hasta la bandera
El Grec tiene algo de acordeón: se estira y se encoge a gusto de quien lo maneja. Algunos directores han apostado por organizar ediciones con tanta oferta que era imposible, por muy buena intención que el espectador demostrara, asistir ni a un tercio de los espectáculos programados; otros, en cambio, han sido de la opinión de que quien mucho abarca, poco aprieta y han reducido la cantidad en un intento de apostar por la calidad. Y otros han tenido la suerte de haber podido conjugar calidad y cantidad en ediciones que quedarán imborrables en la memoria de muchos barceloneses.
Seguramente quien más notas trató de sacar de ese acordeón que es la programación del festival fue Xavier Albertí, que ahora es el director del Teatre Nacional de Catalunya. Y, seguramente, el año que más espectáculos contrató fue 1997: se llegó a los 177 títulos que extendieron sus tentáculos fuera de los límites de la ciudad para conformar también un Grec Metropolitano al que se apuntaron Santa Coloma de Gramenet, lHospitalet, Badalona y Sant Adrià del Besós.
Aquel lejano verano de 1997, cuando aún nadie intuía la crisis que llegaría una década después, Barcelona vivió uno de sus Grec más intensos, de aquellos que quedan para el recuerdo: abrió el telón con un concierto de Milva; Calixto Bieito dirigió La tempestad; nos visitaron DV8 Physical Theatre, Wim Vandekeybus, Sasha Waltz, la Komischen Oper y la Societas Raffaello Sanzio; Enrique Morente interpretó los temas de su mítico Omega con Lagartija Nick; los de Kràmpack nos dijeron Sóc lletja, las salas alternativas se unieron en un proyecto conjunto, Hotel de mala mort; y El gigante de Royal de Luxe se paseó por las calles de Barcelona. Aquel verano de 1997 parecía que todo era posible, incluso un Grec con 177 espectáculos.