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Barcelona cultura

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Entrevista con Mariano Pensotti, autor y director de "Cuando vuelva a casa voy a ser otro"

Vie 10/06/2016 | 09:00 H

Me fascina la arqueología de la vida cotidiana

Javier Daulte, Ricardo Bartís, Claudio Tolcachir, Daniel Veronese... y Mariano Pensotti surgen de la escena independiente de Buenos Aires, donde se trabaja de forma cooperativa, haciendo teatro a fuerza de deseo. Seguramente todos comparten también el haber bebido de cierta tradición narrativa de la literatura argentina y, algo frecuente en el teatro porteño, el ser autores y directores a la vez. Pero Pensotti proviene de una generación posterior, con características históricas y vitales distintas, y con una formación más ecléctica. Posiblemente por eso las historias que cuenta con el Grupo Marea, como Cuando vuelva a casa voy a ser otro, que veremos en el Teatre Lliure, beben de una búsqueda común con el resto de creadores argentinos, aunque en algunos aspectos suponen una ruptura con la tradición que comparten.

 

P. Cuando vuelva a casa voy a ser otro parte de un hecho real que le sucedió a su padre. El espectáculo habla de la memoria argentina o ésta sólo es la anécdota de partida?

R. Mi padre, como muchas personas de su generación, fue militante revolucionario durante los años 70. Cuando comenzó la dictadura argentina, en 1976, decidió esconder una serie de objetos comprometedores que había en casa: agendas con nombres de compañeros, libros, revistas políticas, fotos, etc. Los enterró en el jardín de la casa de mis abuelos. Lo hizo porque pensó que la dictadura iba a durar muy poco tiempo, pero duró casi diez años. Cuando terminó, una de las primeras cosas que hizo fue ir a recuperar sus objetos enterrados, que habían sido una especie de conexión simbólica con su pasado. Pero no los pudo encontrar porque no recordaba exactamente dónde los había enterrado. La casa de mis abuelos se vendió y mi padre cambió de vida. Hasta que hace dos años recibió una llamada del dueño actual de la casa de mis abuelos diciéndole que mientras estaban cavando para hacer una piscina habían encontrado bolsas con objetos dentro y se preguntaba si no serían los de mi padre. De esa manera se volvió a reunir con sus míticos objetos, casi 40 años después. Como una cápsula de tiempo que contenía los rastros de alguien que había sido. La obra toma esta historia real como punto de partida. Todo esto se cuenta en los primeros diez minutos de la pieza y luego se desarrolla una ficción asociada a este suceso. No es una obra histórica ni se centra en el pasado argentino sino que intenta enfocarse en nuestro presente. De alguna manera creo que lo que más me interesa es cómo todos nos transformamos en una suerte de dobles de nosotros mismos a lo largo del tiempo, a la manera de un actor que interpreta versiones diferentes de un mismo personaje.

P. Es un espectáculo sobre quién fuimos y quién aspiramos a ser?

R. Me interesa mucho la idea de que somos una mezcla de lo que somos y de lo que podríamos haber llegado a ser y no fuimos. Mis personajes sienten frecuentemente el peso de esa dicotomía. Desde un punto de vista individual uno está siempre eligiendo las cosas que va a hacer, que a lo largo del tiempo conformarán nuestra identidad, y dejando de lado otras opciones. Me interesa pensar cuál puede ser la validez de ciertas ideas políticas más extremas que hoy parecen dejadas de lado. Creo que se ha generado falsamente la ilusión de que no hay otra forma de sociedad posible que la actual, y eso es algo que debe de ponerse en entredicho. Mi teatro es extremadamente narrativo y yo intento desarrollar algunas de estas ideas a través de historias y de personajes.

P. Nos reinventamos a partir de los objectos?

R. Los objetos están cargados de nuestra memoria, algo extremadamente simple y cotidiano puede volverse lo más poderoso del mundo si dispara nuestros recuerdos o se vuelve un puente hacia un mundo que no es tangible, como bien sabía Proust. Por eso me fascina la arqueología de la vida cotidiana. Los objetos que nos rodean son parte de lo que construye nuestra identidad. Todo está cargado de historias y mi ambición máxima, e irrealizable, sería poder contar todas las historias del mundo, incluso las contenidas en esos archivos que son los objetos. Muchos de ellos son más duraderos que nosotros, hay algo de maravilloso y aterrador a la vez en pensar que ese simple tenedor que está sobre la mesa va a seguir estando ahí mucho tiempo después de que todos nosotros hayamos desaparecido. Nos hemos pasado siglos intentando detener el tiempo, preservar la experiencia, y la creación es parte de eso. Me gusta jugar con estos elementos en el teatro, que justamente es un medio absolutamente efímero.

P. Utiliza técnicas cinematográficas en el escenario y en otros proyectos mezcla ficción y realidad. El teatro actual no se entiende si no rompe códigos?

R. Lo que nos gusta es construir dispositivos escénicos que sean máquinas de narrar. Por ejemplo, en Cuando vuelva a casa voy a ser otro las historias se cuentan encima de dos cintas transportadoras, similares a las de los aeropuertos, que corren en direcciones opuestas. Esto genera obviamente un efecto cinematográfico porque las escenas se van moviendo de un extremo al otro del escenario, pero además tiene que ver con la idea del tiempo que nunca se detiene y recuerda a una cinta de Moebius en la que si un objeto es puesto en un punto volverá a pasar por el mismo lugar cierto tiempo después: justamente eso es lo que le sucedió a mi padre con sus objetos. Me gusta diseñar escenografías que a primera vista parezca que aprisionan a los actores, que les generan una dificultad, pero que a medida que avanza la obra pasa exactamente lo contrario, los liberan. En muchas de mis obras tomo elementos cinematográficos pero para transformarlos en algo absolutamente teatral, como si las cintas transportadoras fueran una forma extraña y primitiva de generar un larguísimo plano secuencia, por ejemplo. A lo largo de los años con mi grupo hemos desarrollado obras en salas de teatro, pero también intervenciones urbanas con ficciones en espacios públicos, conciertos; en definitiva una variedad de proyectos que siempre se han nutrido y modificado entre ellos. No me interesa el teatro que utiliza elementos estéticos de otras disciplinas solo como decoración, creo que lo más poderoso que sigue teniendo el teatro son las historias, los actores en vivo y lo que nos sucede compartiendo un espacio y un tiempo de manera irrepetible. Pero también creo que el teatro debe ser capaz de establecer una conexión con el tiempo presente y cambiar tanto como las sociedades cambian políticamente, si no es así no tiene relevancia. Tiene que ser capaz de descubrir nuevos mundos y sensibilidades, no importa si se logra con alta tecnología o solo con dos sillas y una mesa.

P. Cómo fue el estreno de Cuando vuelva a casa... en Aviñón el año pasado?

R. La obra se estrenó primero en el Kunstenfestival de Bruselas y un poco después fuimos a Aviñón. Si antes hablábamos de cómo los objetos guardan historias, el festival de Aviñón tal vez sea el epítome de esto, en el sentido de que es imposible no pensar en todas las grandes obras que se han representado ahí a lo largo del tiempo. Para nosotros era un desafío muy grande presentar la obra en el extranjero antes que en Argentina, pero creo que justamente eso hizo que el resultado fuera tan poderoso. Los buenos comentarios recibidos fueron un gran estimulo tras el largo proceso de creación de la obra, que duró cerca de dos años.