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Barcelona cultura

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¿Atrapados por la Red?

Lun 04/07/2016 | 09:00 H

Qué reglas deberían imperar en un mundo virtual? Las mismas que en el mundo real u otras diferentes? Un asesinato cometido por nuestro avatar ha de ser juzgado de igual manera que si fuéramos nosotros quienes empuñáramos la pistola? Y un caso de pedofilia? Es necesario imponer límites a las nuevas tecnologías o podemos dejarnos llevar por sus cantos de sirenas? De todo esto habla Linframón, espectáculo dirigido por Juan Carlos Martel (e interpretado, entre otros, por Andreu Benito, Joan Carreras y Mar Ulldemolins) a partir de un texto (The Nether) escrito por la norteamericana Jennifer Haley, que se presentó primero en el Royal Court (2013) y después en el West End (2014) rodeado por una cierta polémica.

Podríamos decir que la obra existe, casi literalmente, en dos mundos. En uno de ellos vemos a una mujer policía interrogando a un rico hombre de negocios, Sims, acusado de crear un mundo virtual en el que los adultos liberan sus deseos más oscuros. Esto provoca un debate fascinante sobre si los mundos virtuales legitiman o subliman las fantasías mórbidas de la gente. Pero la obra sucede también en otro mundo: el Inframundo, una extensión futurista de Internet, donde Sims ha creado un reino imaginativo en el que los adultos, que cambian de identidad, contactan con el avatar de una preadolescente, Iris, explicaba Michael Billington en The Guardianparaexplicar las razones por las que encuentra la pieza de Jennifer Haley profundamente perturbadora

Poco después, coincidiendo con el estreno en el Lucille Lortel Theater, Ben Brantley también tomaba partido en las páginas de The New York Times: Es cierto que cualquier montaje que presenta a una bonita niña como objeto de deseo obligatoriamente provoca la incomodidad y la crítica. Ayuda saber que la niña no es real, que se trata de un avatar de un adulto que ha consentido? Esta pregunta alimenta otras, que se plantean, implícita o explícitamente en El Inframundo, una pieza tan inteligente como inquietante. Jennifer Haley, escritora de Los Ángeles especializada en la ética en la tecnología, ha planteado la obra como un debate sobre qué constituye delito en un mundo de realidades relativas.

Lo cierto es que más allá de presentar la imagen de una lolita virtual, tal y como Juan Carlos Martel apunta, se trata de una obra de suspense, ingeniosamente construida y ferozmente inteligente, que nos obliga a afrontar preguntas profundamente inquietantes sobre los límites de la realidad. Que no exista no significa que no sea real. Esto también es la red, la web: vidas alternativas en un futuro que ya está aquí.

Pese a las obvias diferencias de formato, el punto de partida de Linframón no difiere en exceso del de Oficina per a una vida postidèntica, una ópera contemporánea que se plantea cuáles son los límites de la libertad en nuestro mundo, cada vez más virtual y globalizado, y que sitúa la acción en las oficinas de una misteriosa corporación transnacional . El proyecto, dirigido por Matthias Rebstock (quien trabaja también en una ópera que estrenará el teatro Real en 2017, La ciudad de las mentiras), parte de la partitura de de Raquel García-Tomás, compositora especializada en creación multidisciplinar y colaborativa que realiza una investigación doctoral en este campo en el Royal College of Music de Londres, y ha colaborado con el English National Ballet, la Royal British Society of Sculptors, la Royal Academy of Arts y el Dresdener Musikfestspiele o L'Auditori de Barcelona en el festival de música contemporánea Sampler Sèries 2015/16; de igual manera ya trabajó en DIDO Reloaded, que produjo el festival Òpera de Butxaca i Nova Creació que, en esta ocasión se ha aliado con la Neuköllner Oper de Berlin para convertir en realidad esta Oficina per a una vida postidèntica.