Sucede todos los días
Artista: Jordi Mitjà
Fechas: del 15 de febrero al 27 de septiembre de 2020 (agosto: cerrado)
Inauguración: sábado 15 de febrero, a las 12h
Espacio: Planta baja y Planta 1
A cargo de Joana Hurtado Matheu
Aviso: esta exposición se prorroga hasta el 11 de octubre de 2020. A causa de la situación sanitaria actual por el COVID-19, se han anulado temporalmente las obras en vídeo Artificial y Traduçoes do original, que se podrán ver online aquí y aquí, respectivamente. Asimismo, la hoja de sala también estará disponible solo online. La podéis descargar aquí: Hoja de sala - Sucede todos los días.pdf
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De todos los pesos que cargan las piedras, el de la metáfora es el más pesado. Fundacionales en la construcción y decoración de nuestra humanidad, las hemos cortado para cazar y sobrevivir; las hemos agrupado para hacer muros que separan y techos que unen; las hemos entronizado y coleccionado, dándoles formas y leyendas que las han hecho hablar.
Hemos erigido con ellas un mundo de alegorías: imagen del vagabundo, es el canto rodado de la canción; la losa de Sísifo que cargamos, eternamente incansables; o la que nos hace tropezar y caer, una y otra vez, siempre la misma, siempre distinta. Pero hay piedras anónimas y piedras con nombre. Hay piedras marginales, como tú, piedra pequeña, humilde protagonista de algún poema, que de repente das voz a grandes revoluciones: de la honda a los adoquines, es la victoria contra Goliat. También están las piedras preciosas y las escogidas, como la piedra de Rosetta, la Piedra Negra de la Kaaba y las tablas de los Diez Mandamientos –piedras que mueven masas... Y masas de piedra que no se sabe cómo han llegado hasta donde están: del menhir al obelisco, de los conjuntos megalíticos a las piedras telúricas, la apropiación de estas piedras nos ha servido para dar sentido a una fecha o a un hecho inexplicable.
El caso más paradigmático es el de las piedras fundamentales. La primera que se pone en la construcción de un edificio lo tiene todo: anonimato, singularidad y superstición; pasado y futuro en una sola piedra. Como augurio de fortaleza, este acto de enterrar para proyectar es una tradición que ha saltado de la esfera religiosa a la civil, sustituyendo así la consagración de obispos por la foto con políticos. Hemos ido de una piedra a otra, de una imagen a otra, siguiendo la pasadera de la parábola humanista, pero del símbolo al fetiche es la literalidad de la ilusión la que ha quedado sepultada.
Para cuestionar este peso de la metáfora con el que cargan las piedras, Jordi Mitjà las hace volar. Y lo hace ampliando la paradoja, dilatando la distancia entre contrarios para desplegar todos los matices y las tensiones del entremedio. Destapar las contradicciones supone dejar en suspenso cualquier significado, mostrar la precariedad maravillosa sobre la que baila nuestro imaginario. El artista interrumpe el mensaje para que nos fijemos en la materia y la forma, para introducir interrogantes sobre nuestra relación con el entorno, desde una simple piedra hasta el alud de imágenes que nos hablan, todos los días, desde todas partes.