La biblioteca infinita
Artistas: Haris Epaminonda y Daniel Gustav Cramer
Fechas: del 15 de febrero al 27 de septiembre de 2020 (agosto: cerrado)
Inauguración: sábado 15 de febrero, a las 12h
Espacio: Planta 2
Aviso: esta exposición se prorroga hasta el 27 de septiembre de 2020. A causa de la situación sanitaria actual por el COVID-19, se descarta la visita a la obra-evento de la planta 3, ya que comportaba una interacción con el visitante y no se podrían respetar las medidas de prevención (mantener la distancia física, evitar tocar objetos, etc.). Asimismo, la hoja de sala de la exposición solo estará disponible online. La podéis descargar aquí:
Hoja de sala - La biblioteca infinita.pdf
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La biblioteca infinita es una colaboración en proceso que en 2007 pusieron en marcha Haris Epaminonda y Daniel Gustav Cramer, artistas establecidos en Berlín. Se trata de un archivo de libros en constante crecimiento, creado a base de recombinar páginas de una o más publicaciones encontradas y fechadas entre 1890 y los años ochenta. Cada libro es descompuesto, modificado y reestructurado en volúmenes nuevos y únicos. Las imágenes y las páginas pasan por un lapso no operativo y luego se reúnen para dar forma a otro conjunto. El concepto de cada nuevo volumen se desarrolla gradualmente a partir del contenido del libro original y las asociaciones que se generan en el proceso de creación. Mediante unos parámetros empíricos, conceptuales o poéticos, la «biblioteca infinita» de Haris Epaminonda y Daniel Gustav Cramer plantea la plasticidad de los libros impresos como una forma de arte y las innumerables posibilidades de apropiarse de tal material a base de reciclarlo, solaparlo, yuxtaponerlo, remezclarlo, fusionarlo o alterarlo, hasta el punto de que el original cese de existir y modifiquemos claramente nuestro modo de verlo.
Los artistas, que se han inspirado en la obra de Jorge Luis Borges y en concreto en el cuento La biblioteca de Babel, conciben la biblioteca como un espacio en el que se dan todas las adaptaciones y combinaciones posibles, metáfora del universo, donde la humanidad busca incansablemente el conocimiento. Se puede incluso considerar este proyecto como una analogía de la evolución de las especies, de múltiples finales y comienzos, por medio de la reproducción y el solapamiento de orígenes, culturas e identidades. El uso selectivo y la descontextualización de un contenido y un conocimiento reflejan, además, las tendencias actuales. En nuestro acelerado mundo digital, resulta cada vez más complejo y difícil asimilar la multiplicidad indefinida y la naturaleza excesiva de la distribución de imágenes y conocimiento. Los recién creados volúmenes de La biblioteca infinita plantean cuestiones sobre la autenticidad y la autoría y constituyen una reflexión profundamente contemporánea sobre la condición de las imágenes, sobre su producción, reproducción y circulación y sobre su capacidad de capturar y transportar información y significados.
La biblioteca infinita se presenta en Fabra i Coats distribuida en dos plantas. Los artistas han diseñado 18 vitrinas idénticas que muestran 100 libros y se exponen en todo el espacio del segundo piso. En el tercer piso, Epaminonda y Cramer lanzan una nueva obra duracional, un «evento» que tendrá lugar cada día durante las horas de abertura de la exposición. Los visitantes son invitados a participar en ella; los recibirá un representante de La biblioteca infinita que guiará a cada persona, una a una, hasta un escritorio situado en el interior del espacio expositivo. Allí se le pedirá que escriba su firma en una página de un volumen nuevo que han creado los artistas y al que consideran una escultura «viviente», su mayor libro hasta la fecha. Cada visitante que acepte firmar ese libro con su nombre o con un pseudónimo pasará a formar parte de su creación y obtendrá a cambio un certificado exclusivo de participación. El primer volumen se completará al término de la exposición y a partir de entonces permanecerá cerrado y expuesto como tal.
La biblioteca, al igual que los espacios expositivos que hemos heredado y que van desde el museo hasta el centro de arte, es un lugar estratégico desde el que se fija un relato. La mano que dispone es la misma que ordena, quien selecciona y coloca es quien da la orden del discurso. Cualquier colección sigue este principio, y por muy aleatoria que pueda parecer todo en ella nos dice qué y cómo debemos mirar. Las vitrinas, pues, son transparentes solo en apariencia: como contenedores, definen su contenido. La mirada y la lectura que hacemos de las cosas depende siempre del contexto en el que las situamos, por eso el aparato expositivo se ha ido refinando y se ha vuelto interesadamente aséptico, artificialmente neutral, con la intención de dirigir sin que se note un relato tan unitario como direccional: hacer como si las cosas dijeran lo que alguien ha querido que digan. Una lógica pedagógica que nos presupone ignorantes, incapaces de hacer coincidir lo que sabemos con lo que desconocemos. De ahí que acostumbremos a recorrer a las cartelas, para que nos expliquen rápidamente qué estamos viendo y pensando.
En este contexto, la de Haris Epaminonda y Daniel Gustav Cramer es una propuesta radical, pues expone un contenido sin definir que hace estallar el contenedor. Recuperar hoy el espacio impensable que describe Borges o que acogían las cámaras maravillas del Renacimiento nos lleva a repensar la exposición y la biblioteca como espacios de encuentro y descubrimiento. Lugares que ofrecen relatos de uso compartido, múltiple y cambiante, que fomentan la creatividad y no solo el aprendizaje. Como el Museo imaginario que ya planteó André Malraux en 1947, La biblioteca infinita nos dice que es posible dar un nuevo uso a lo que nos viene dado, que aquí dentro tiene cabida aquel museo expandido, aquella biblioteca en potencia, pero que depende de nosotros. Como parte de la construcción, debemos preguntarnos por el imaginario que nos (re)presenta.
En esta exposición, como en una biblioteca, se expone la mirada o la lectura como acto, un acto de imaginación y reflexión. Por eso la experiencia individual y compartida que tiene lugar en la segunda planta da paso, en la tercera, a una nueva condición expositiva que genera un libro nuevo. La colección como conjunto fetiche se encuentra con su carácter inmaterial, imaginario o crítico. Contra la calculada escenificación de la historia, ver que este inventario de libros participa del presente es ver el arte como todo aquello que es y puede ser: un texto inagotable que se abre entre las obras. Esta es su infinitud, representada con la acción sin fin que registra un colectivo secreto de nombres, el testimonio múltiple y desconocido de la comunidad literaria —aquella «comunidad inconfesable», como decía Maurice Blanchot. Y ahí radica también el compromiso y la emancipación del visitante, que debe redefinir qué lugar ocupa en este guion sin cerrar.
La recepción forma parte de la autoría y al mismo tiempo la libera. Sin autoridad, cada biblioteca, y dentro de ella cada libro, es un mundo de combinaciones que contiene todos los libros posibles, los que están hechos y los que están por llegar. The Infinite Library: Books 1–50, diseñado y producido por New Documents (Los Ángeles), se editará en colaboración con Badischer Kunstverein y Fabra i Coats. Por primera vez veremos La biblioteca infinita como libro. El tiempo y el espacio cambiarán las imágenes, y la copia exacta del viejo contenido en un nuevo continente se volverá original. «Basta que un libro sea posible para que exista», aseguraba Borges.
Visitas gratuitas todos los sábados a las 18h y los domingos a las 12:30h. Inscripción previa en centredart@bcn.cat hasta las 14:30h del viernes previo al fin de semana. Aforo máximo: 10 personas (medida COVID-19).
Entrada gratuita.
Foto 1:
Book #29
Azevedo Neves
A Mascara d´um Actor
Cabeças d´Expressao
Paulino Ferreira
80, Rua Nova da Trinidade, 82, Lisboa
1914
Fotos 2-7: Eva Carasol.