La ciudad moderna e industrial
A finales del siglo XVII y principios del XVIII, Barcelona seguía siendo una ciudad dinámica e interconectada con el mundo, pero sufrió largos asedios en largas guerras que le causaron cicatrices profundas. Gracias al espíritu de superación de los barceloneses, a finales del siglo XVIII resurgió como motor económico, iniciando una próspera actividad industrial que arraigaría a lo largo del siglo XIX.
Un cambio de paradigma
La Barcelona comercial y artesana de la época medieval se había posicionado como una importante potencia marítima. Cuando la Corona de Aragón pasó a formar parte de la nueva monarquía hispánica y la conquista de América desplazó el comercio hacia el Atlántico, la actividad comercial marítima se vio debilitada. La monarquía se trasladó a Castilla, mientras que Barcelona quedó en manos de un virrey..
Las tensiones con el poder central fueron habituales a lo largo de los siglos XVI y XVII, y en el año 1640, a raíz de la guerra que Felipe IV de Castilla mantenía contra Francia, y que implicaba una gran carga económica para los condados del Principado de Cataluña, la población catalana se rebeló. Era el día del Corpus, y ha pasado a la historia como el Corpus de Sangre, el día que dio comienzo a la guerra de los Segadores, una guerra que duró once largos años y durante la cual la ciudad de Barcelona sufrió un asedio de catorce meses que fue definitivo para ponerle punto final al conflicto. Como consecuencia de esta guerra, en el año 1659 España y Francia firmaron el Tratado de los Pirineos, en el que los condados del norte del Principado de Cataluña —el Rosselló, el Conflent y una parte de la Cerdanya— pasaban a manos francesas.
La Barcelona del Once de Septiembre
Después de la muerte del rey Carlos II de España, último monarca de la casa de Austria, que dejó a la monarquía sin heredero por legítima descendencia, en el año 1701 se desencadenó un gran conflicto internacional: la guerra de Sucesión Española. Desde Castilla se defendía la herencia borbónica, y Europa se dividió entre los partidarios de la entronización de Felipe V de Borbón, nieto del rey Luis XIV de Francia, a quien apoyaban los castellanos para fortalecer el expansionismo francés, y los partidarios del archiduque Carlos III de Austria, a quien apoyaban Inglaterra, Portugal y las Siete Provincias Unidas de los Países Bajos. En esta balanza, Cataluña, con Barcelona al frente, se posicionó a favor del archiduque de Austria, con el fin de mantener sus estatutos propios, consciente de que los borbónicos querían instaurar una monarquía absolutista.
El motor económico
Después de la guerra de Sucesión, Barcelona quedó muy debilitada, pero fueron muchos los comerciantes y emprendedores que iniciaron nuevas actividades económicas que arraigaron rápidamente.