A PARTIR DE LOS 12 AÑOS

Solo el título es dulce, porque esta es una historia amarga. Negra y amarga. Ácida como un limón pero que nos tragamos como si fuera miel gracias a su sentido del humor.

Una ciudad llena de turistas, una ciudad que expulsa a sus habitantes porque no pueden asumir el coste de vivir en ella. ¿Barcelona? Podría ser: lo cierto es que su autor, Davide Carnivali, la escribió pensando en Milán ya hace 16 años (sí, el tiempo para algunas cosas parece dar marcha atrás en vez de avanzar), pero que nos llega adaptada y llena de referencias a calles que nos son conocidos, a super islas que casi todos hemos pisado y políticos a quienes algunos, incluso, han votado.

Y dos actores. Dos actores como tantos y tantos actores que siempre tienen el bolsillo vacío, que se las tienen que ingeniar para pagar el alquiler, que tienen que hacer de más y de menos para llegar a final de mes, que tienen que aceptar trabajos que no saldrán nunca a su currículum para no adelgazarse tanto que no les quede carne para poder encarnar a nadie.

Son dos actores. Y un productor. Y un perro. Cuatro almas. Cuatro deseos. Pero no todos acabarán ganando. Quiera decir ganar lo que quiera decir ganar y, evidentemente, pagando el precio que se tenga que pagar para conseguir este triunfo que a veces es la supervivencia.

Es Sacarina, la propuesta que La Ruta 40 estrenó ahora hace más o menos un año, una pieza que algunos pueden pensar que habla sobre los actores y el teatro. Y sí, es cierto: está llena de referencias. Pero su amargura, su azúcar envenenado, cada vez se ha extendido a más profesiones y cada vez son más quienes se pueden encontrar entre los vecinos expulsados de una ciudad que un día fue amable y de la que estuvimos orgullosos.

No es esta la primera vez que La Ruta 40 habla del turismo: ya lo hizo a Reiseführer, el espectáculo que presentaron en el Espai Lliure durante los meses que estuvieron al frente de su programación por encargo de Juan Carlos Martel. Durante su década de existencia (aunque no lo parezca, estas jóvenes promesas nacieron ya hace 10 años, en un lejano 2011), La Ruta 40 ha estrenado textos de autores catalanes contemporáneos ( Els subornats, de Lluïsa Cunillé, o Cubit, de Josep Maria Miró ) junto con piezas llegadas de fuera ( El llarg dinar de Nadal, de Thornton Wilder, o La col·lecció, de Harold Pinter ) y han trabajado a las órdenes de directores y dramaturgos invitados cómo Carlota Subirós y Ferran Dordal

LA CRÍTICA HA ESCRITO

“Una proposta escènica brillant per a una comèdia divertida que, amb un joc d’embolics ultrateatrals, posa el focus en la realitat més grisa de les arts escèniques.” IOLANDA G. MADARIAGA, RECOMANA.CAT

“Sacarina és un sa exercici per riure’s del mort i de qui el vetlla, un simpàtic divertimento que permet gaudir dels intèrprets a tocar —ja se sap, la màgia de les sales petites— sense que això estigui renyit, al contrari, amb destapar les vergonyes que ens envolten.” ORIOL OSAN, NUVOL.COM

“Els espectadors tindran totes les cartes en aquesta història, o això creuran fins el final, que l’autor deixa obert amb molt bon criteri, i assisteixen a les manipulacions i desitjos de cada personatge com aquell qui sent una conversa de bar en una taula propera.” TERESA FERRÉ, TEMPSARTS.CAT

“Sacarina és una queixa i una crida d’atenció, un parar-se a disseccionar un panorama, d’altra banda desolador, amb lucidesa i sentit de l’humor, observant-nos al mirall i sense amagar els propis defectes. Un muntatge ben fet, interessant, divertit i amb aquella marca de qualitat que sempre impregna els muntatges de La Ruta 40.” GEMMA MORALEDA, SOMNISDETEATRE.COM

“Resulta impossible no empatitzar amb aquests actors que lluiten per sobreviure a la Barcelona gentrificada, la que cada dia atreu milions de turistes i n’expulsa els veïns. Potser no coneixem la realitat teatral de la capital catalana ni les misèries de l’ofici, però ens sonen els esmorzars a 12 euros i els gintònics més cars que una T-10. Ens sonen la precarietat, l’especulació immobiliària, les superilles, els ‘coworkings’ i els ‘coffee brunch’.” AIDA PALLARÈS, ELPERIODICO.CAT