Relatos de DF en Sants vol. 4

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Hace bastante frío, pero la lealtad hierve, coincidimos mucha gente en varias actividades. Hay reuniones, charlas y personas que van arriba y abajo. Ahora, además, hay un pequeño servicio de bar que pone tes y cervezas a quienes les haga falta.

 

Nos hemos movido y hemos cambiado el espacio de encuentro. Nos han dejado encontrarnos en uno de los locales de ensayo y, enseguida, nos quedamos impresionadas con la acústica del espacio: podemos poner más volumen y lo escuchamos todo con más claridad.
 

Dolors explica cómo conoció a los Seward en un Espai Club. Quedó impresionada con este colectivo musical, la manera cómo transmitían sus inquietudes y cómo captaron la atención de todo el mundo con su música, la lectura de poesía y la reflexión en torno a la expresión. Abrazan aquello que dicen "arte improductivo" y la mutación constante como pilares en los cuales fundamentan lo que hacen. Llevan años a las espaldas y no han hecho dos conciertos iguales. Todo un referente en la escena local. Finalmente, escuchamos un tema y conversamos. De este modo aparecen nuevas conexiones. SMAC, No Callarem o Isidoro Valcárcel Medina.

 

Amàlia participó en una interesantísima charla alrededor de las cantaoras flamencas. Comenta que allí fue donde descubrió —entre otros— a Rosalía, que participaba en aquella misma actividad. Quedó sorprendida por el fenómeno de renovación de lenguaje, pero, sobre todo, por el público, formado por mucha gente joven que en otros momentos no se habían implicado tan directamente en una expresión popular como el flamenco. Fue allí donde conoció a Rocío Márquez, otra mujer que está trabajando mucho en la ampliación del campo de batalla del flamenco. Trae una canción de su último disco que nos deja paradas, flamenco sin guitarra: "lo peor de la condena es cogerle el gusto a las cadenas".

 

Una de las cantantes favoritas de Mathew es Aster Aweke, etíope migrada a los EE. UU. con una dilatada carrera desde mediados de los años setenta, pero no es hasta los noventa que empieza a despertar la atención del mercado discográfico. Después de algunos intentos, acaba saliendo escaldada del trato con las multinacionales y pone en marcha su propio sello. Hoy escuchamos una canción, Hoho hiela, de un disco del 2004 y nos dejamos llevar otra vez por los sonidos de la música de raíz africana.

 

Escuchamos una canción antes de ser presentada: Ce matin laMarta descubrió hace un par de años un grupo que hace tiempo que circula, pero que no había escuchado. Resulta que el año pasado hicieron veinte años y que, cuando ella los conoció, acababan de plegar velas. Fue durante un viaje en avión cuando saboreó por primera vez el cinemático disco Moon Safari de los Air. Para ella es un disco redondo, le gusta entero, es un viaje espacial. 

 

A raíz de la busca y captura de una joya en forma de disco, vamos a las calles de NY en los setenta. Ro está en proceso de conseguir este LP y quiere compartir con el grupo alguna canción. Suena Estamos en salsa, de Wayne Gorbea, un himno para la gente a la que le gusta bailar salsa, y estamos casi cinco minutos aguantándonos los pies y las caderas por no saltar a bailar.

 

Hoy, en homenaje a una joven participante que a última hora no ha podido venir, escuchamos una canción que le encanta: Lo malo, un fenómeno juvenil que nos lleva a una buena conversación y vemos que, a veces, no nos enteramos exactamente de dónde vienen, pero que nos invaden por mar y aire. Y mira, ni tan mal...

 

Remata Joan con un guiso especial. Una orquesta que construye sus instrumentos para cada bolo con verduras frescas. Todo tipo de verduras modificadas y combinadas para hacer instrumentos de todo tipo. Percusión, flautas y otros inventos consiguen hacer música con lo más inesperado. Y, así, cerramos la comida del día.

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