Después de la experiencia en la Barceloneta, y con la idea de ir tejiendo una memoria del litoral de la ciudad que preste atención en la evolución de sus socioecosistemas, se impulsan desde la Red de Comunidades de Memoria diversas acciones y procesos que ponen en el centro del debate memorial el pasado agrícola y pesquero de la Marina. Un pasado que ha quedado oculto —literalmente sepultado— por las vastas transformaciones de este territorio. El enorme desarrollo urbanístico del territorio en las últimas décadas, en especial la construcción del puerto y su Zona franca, casi ha borrado el recuerdo del paisaje, de las formas de vida y de la economía vinculadas a la pesca y la agricultura.
De nuevo la cocina aparece como un espacio y una práctica cotidiana, alejada de toda épica, a partir de la que podemos trazar conexiones profundas con el paisaje y su memoria. La pregunta sobre lo que comemos y cómo lo comemos, nos lleva a preguntarnos para quién y cómo nos provee y nos ha proveído de alimentos, por qué se cocinan de una manera u otra, por qué se consumen en un contexto u otro.
En este espacio de cocina, que impulsamos en colaboración con la artista, cocinera y activista Marina Monsonís, invitamos Blai Martí, uno de los últimos pescadores de la Marina, a explicarnos cómo hacer mojama de bonito. Mientras ponía pimienta roja al pescado para conservarlo, Blai nos explicaba cómo de joven se zambullía en las aguas próximas al Morrot de Montjuic para coger mejillones. Lejos de hacer de este recuerdo un ejercicio nostálgico, un lamento por los “paraísos perdidos”, queremos usar la memoria para examinar las maneras históricamente y geográficamente situadas en que nos hemos relacionado con el medio físico y, “con el pasado por delante”, pensar en nuevas, más respetuosas con la naturaleza y con las personas que también formamos parte.