Una metrópolis más compleja
Hasta ahora hemos pensado y gestionado la gran metrópolis de Barcelona como una conglomeración urbana que reúne a los 36 municipios del área metropolitana. Pero hace tiempo que la ciudad real ha desbordado estos límites para configurar una nueva entidad económica y demográfica más extensa, la región metropolitana, que agrupa a más de un centenar de municipios. Lo que ha ocurrido en las últimas cuatro décadas ha sido mucho más que un proceso de concentración urbana. Se ha producido un cambio de modelo. En su mayor parte, la región metropolitana sigue siendo una gran ciudad de ciudades, con muchos núcleos que responden al modelo tradicional, pero, entremedias, el territorio se ha ido transformando. El resultado final es un híbrido entre urbanismo compacto y disperso, difícil de delimitar y de gran complejidad.
Esto no ocurre porque sí. Es una dinámica que se observa en toda Europa —de cuyos paisajes desdibujados habla Hans Ibelings—, pero también en Estados Unidos, donde ciudad y suburbio se están intercambiando los papeles, como explica Margaret Crawford y puede verse en la exposición Suburbia del Centre de Cultura Contemporània de Barcelona (CCCB). Las metrópolis europeas se han extendido en forma de grandes conglomerados urbanos vinculados internamente por fuertes dinámicas económicas, demográficas y urbanísticas. Hasta el punto de que Europa se define hoy como un continente vertebrado por el dinamismo y la fuerza tractora de los corredores urbanos que la atraviesan. Estos conglomerados metropolitanos van mucho más allá de la ciudad central en torno a la que han crecido.
También en nuestro país hemos evolucionado en ambas direcciones y ahora tenemos lo mejor y lo peor de los dos modelos: los problemas de la ciudad compacta (aglomeración, falta de espacio vital, contaminación) y los problemas del suburbio disperso (degradación ambiental, problemas de movilidad). Desde los años ochenta han proliferado manchas de casas adosadas y urbanizaciones dispersas que plantean serios retos de integración en el conjunto. La combinación de ambos modelos genera problemas de gentrificación, segregación urbana y degradación ambiental. Abordarlos es ahora el reto. Para poder encarar el desafío de gestionar la ciudad de los cinco millones es necesario tener un diagnóstico preciso y una idea clara de hacia dónde se quiere ir. Es lo que pretende el Plan Estratégico Metropolitano. A esta reflexión quiere contribuir el dosier que hemos preparado. De la gobernanza también deberá hablarse, pero más adelante.
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