Turismo y respuesta emocional: cuestión de percepciones
Turismo, el peligro de morir de éxito
- Dosier
- Ene 25
- 13 mins

La llegada masiva de visitantes está transformando la ciudad pero, cuando se pregunta a los residentes qué piensan del turismo, a menudo aparecen opiniones polarizadas. Unos lo ven como una fuente de prosperidad y otros como una fuente de problemas. La respuesta es emocional, pero ¿qué factores influyen en la percepción de los ciudadanos? ¿Qué sabemos sobre la manera en que los aspectos individuales modulan la relación que las personas residentes tenemos con el turismo?
El turismo es un hecho urbano innegable. Las ciudades como Barcelona se transforman frente a una actividad basada en fenómenos tan potentes como la movilidad global, el consumo de masas, el capitalismo de plataformas o la progresiva indistinción entre las dimensiones de trabajo y ocio. Evidentemente, la transformación de las ciudades con turismo es física, y ha sido tan veloz que los abuelos y abuelas actuales pueden contar historias sobre una ciudad, no la monumental, sino la real y anclada en los barrios, que sus nietos y nietas no han conocido nunca. Pero también hay una transformación mental, íntima, basada en percepciones y subjetividades, que condiciona la forma en que nos relacionamos con el entorno. De hecho, la reflexión colectiva sobre el turismo en la ciudad ha sido claramente protagonista en relación con la reflexión individual. Por supuesto, las personas estamos influidas por nuestra clase y grupo social y cultura de procedencia, pero también hay factores individuales, como el carácter, la forma de ver el mundo o la forma de ser, que influyen en la percepción que tenemos de la realidad.
Si nos centramos en el turismo, estas visiones previas que nos caracterizan como individuos hacen de mediadoras frente a los estímulos turísticos y engendran actitudes y comportamientos que varían de una persona a otra. Entender esto puede tener efectos considerables sobre la forma en la que queremos gestionar el turismo en la ciudad, entendiéndolo no solo como un ejercicio para colectivos, sino también para individuos. Entonces, ¿qué sabemos sobre cómo los aspectos individuales modulan la relación que las personas residentes tenemos con el turismo en nuestras ciudades?
De forma genérica, podemos hablar de dos familias o corrientes teóricas que exploran este hecho. Por un lado, existen teorías que explican que todo es resultado de hacer un balance. La teoría más representativa sería la del intercambio social. Según esta perspectiva, las personas hacemos un análisis racional, sumando aquello beneficioso que nos aporta el turismo y restando lo que nos resulta perjudicial. El balance se elabora siempre a partir de nuestros intereses y visiones particulares.
Esta forma de verlo va muy bien para entender por qué, cuando se pregunta cómo se percibe el turismo, aparecen opiniones muy polarizadas entre los residentes de una misma ciudad, o incluso de un mismo barrio. Para determinadas personas, en su percepción puede pesar más que el turismo les represente una fuente de ingresos, o simplemente no lo consideran un problema porque no lo viven directamente o no lo tienen cerca. Por el contrario, para otras personas, el turismo puede ser exclusivamente una fuente de problemas, debido a que no les aporta ingresos directamente o porque tienen una mayor frecuencia de contacto con él.
Una segunda familia, en la que destaca la teoría de la solidaridad emocional, explica que determinadas características individuales hacen de intermediarias en nuestra relación con los turistas. Estas teorías no se centran en la relación entre comunidad y turismo, sino entre individuos (residentes y turistas). La empatía, simpatía o naturaleza hospitalaria son factores que difieren entre individuos y pueden ayudar a comprender las actitudes, más hostiles o más amables, hacia el turista. Y a la inversa, también existe la visión que los turistas tienen de las personas que residen en los lugares que los acogen temporalmente. Para simplificar, en lo que queda de este artículo me referiré al concepto de respuesta emocional para examinar estas dos perspectivas psicosociales sobre la actitud frente al turismo y los turistas.
Cómo percibimos el turismo desde las emociones
¿Qué conocemos sobre la respuesta emocional de la ciudadanía de Barcelona en relación con el turismo? Lo abordaré a continuación. Pero antes quisiera remarcar que la respuesta emocional no es un método sustitutivo para comprender el turismo urbano, sino uno complementario, que añade nuevos componentes y matices a la mirada social. Por tanto, permite enriquecer las explicaciones e interpretaciones globales sobre cómo las personas percibimos el turismo y sus impactos. Se trata de una mirada relativamente nueva, y hasta ahora bastante desatendida, pero que empieza a ganar interés académico y en la gestión del turismo.
Sin embargo, entender bien la intersección entre lo colectivo y lo individual está todavía muy poco explorado en el ámbito del turismo urbano. De forma similar a la inexistencia de una teoría global para explicar el universo, que conecte el funcionamiento de lo realmente pequeño (teorías cuánticas) con lo realmente grande (teorías einsteinianas), nos falta saber cómo la visión social encaja con la visión íntima. Es decir, no sabemos a ciencia cierta hasta qué punto la visión colectiva sobre el turismo deriva de un sumatorio colectivo de razonamientos libres individuales, o bien si las miradas individuales emergen influidas por las tendencias colectivas. Por ejemplo, a través de las narrativas de movimientos sociales urbanos y asociaciones vecinales, o desde la construcción de las estrategias de legitimación social del discurso en los medios de comunicación.
Dicho esto, pasamos, ahora sí, a ver qué ocurre en la ciudad de Barcelona. De hecho, sabemos poco, ya que se ha investigado muy poco al respecto. Nos aporta algunas pistas un estudio publicado en 2022[1] que aborda la respuesta emocional resultante de la percepción de situaciones de exceso de turismo entre las personas residentes en Barcelona. Los resultados señalan que existen diferencias en cuanto a residentes y barrios. El estudio identifica tres perfiles de residentes: los que se oponen al turismo (un 14,5% de los participantes en la muestra), los que apoyan el turismo (49,5%) y los neutrales (el 36% restante).
Estas son cifras bastas que expresan mucho menos que si se mira la distribución fina de las respuestas por barrios. Entonces, el reparto de los segmentos varía bastante. En barrios y distritos con mayor presión turística, como la Barceloneta o Ciutat Vella, las personas opuestas al turismo representan un tercio del total, mientras que las que se oponen al turismo en barrios poco turísticos, como Sant Andreu u Horta, solo representan un 7%. Esto tiene toda la lógica y no merece muchos más comentarios.
Resulta más interesante interpretar por qué las respuestas emocionales difieren entre personas que comparten tiempo y espacio en la ciudad. Cuando nos enfrentamos a una situación de estrés, especialmente si esta presión se mantiene de forma continuada en el tiempo, se produce un efecto que seguramente está vinculado con una visión atávica relacionada con las partes reptilianas de nuestro cerebro, que tienden a protegernos ante situaciones de riesgo. No es que generemos más adrenalina al ver a un turista, pero sí se hace una lectura del fenómeno en clave comunitaria y dicotómica (ellos/nosotros o forasteros / miembros de la comunidad) relacionada con los mecanismos de control territorial.
Cuando las personas identificadas como foráneas en la comunidad se asocian a impactos negativos y de estrés, esto puede ser leído como un elemento que hace perder el control territorial por parte de sus integrantes. Si la sensación de autocontrol sobre tus lugares y espacios de vida cotidianos disminuye, se incrementa la preocupación y se pueden desarrollar emociones negativas hacia el fenómeno incursor. ¿Pero hacia quién se manifiesta la respuesta emocional cuando es negativa? El mismo estudio permite responder a esta cuestión, ya que se pregunta a los residentes cómo perciben tanto a los turistas como el turismo. Los resultados son claros: la respuesta emocional hacia la figura del turista o la sensación que provoca encontrárselo por la calle es mucho menos negativa y, en la mayoría de los casos, más positiva que peyorativa, comparado con cómo se percibe el turismo como actividad en la ciudad.
Si la sensación de autocontrol sobre los espacios de vida cotidianos disminuye, se pueden desarrollar emociones negativas hacia el fenómeno incursor.
Miradas colectivas y opiniones personales
Para continuar con la interpretación de los hechos, uso datos extraídos de otro estudio inédito. En la tesis doctoral de Anna Soliguer[2] se compara la respuesta emocional de las personas residentes en Barcelona con la de las que viven en Lloret de Mar. Las mismas preguntas obtienen respuestas emocionales distintas en cada ciudad, siempre más negativas en Barcelona que en Lloret de Mar. Estos resultados hacen emerger hipótesis interpretativas interesantes.
Como ya se ha expuesto antes, es posible que los sitios y las miradas colectivas condicionen las opiniones personales. ¿Podemos pensar que el contexto histórico de desarrollo del turismo y su duración en el tiempo condicionan las visiones? Sería plausible, pero habrá que demostrarlo en nuevas investigaciones. A pesar de las posmodernidades que gobiernan los métodos y categorías de análisis actuales, quizás sea necesario reanudar planteamientos clásicos, como los procedentes de las aportaciones de la geografía regional de la escuela de Vidal de La Blache, con conceptos como el genre de vie y el milieu de vie.
Quizá aún conviene preguntarnos, más de un siglo después de haber sido inventado, si la forma de vivir en las ciudades, donde el turismo forma parte del “ambiente natural”, está condicionando cómo las personas interaccionan su entorno y dan respuestas específicas de acuerdo con su medio de vida. Esto sería trascendente, ya que tiene implicaciones sobre cómo la población que vive en lugares turísticos incorpora el turismo a su identidad colectiva.
Vamos concluyendo. La respuesta emocional sobre el turismo es un campo de gran interés para comprender las relaciones que se producen en el ecosistema urbano entre la producción de estímulos (los impactos del turismo), los organismos que los reciben (los diversos actores sociales que habitan en él) y los resultados que genera (los comportamientos y actitudes hacia el turismo y hacia los turistas). Es importante entender que las emociones no generan solo reacciones, sino actitudes más profundas que pueden repercutir en la toma de decisiones o en aspectos de la identidad, cuando son mediadas por procesos de rechazo y nostalgia frente al cambio en el paisaje urbano.
Sentirse bien en un sitio también puede tener un peso importante para decidir abandonarlo o quedarse en él. A medida que avance la investigación en este campo y que se vayan revelando aspectos hasta ahora desconocidos, es decir, que aumente su poder predictivo, la respuesta emocional deberá ser incorporada en la planificación y gestión futura del turismo en la ciudad. No es fácil de captar, pero los estudios demuestran que esta respuesta existe y que permite explicar actitudes individuales igual de potentes que las de raíz social o colectiva. De hecho, muchos de los temas de fondo que rodean el debate contemporáneo sobre cómo la ciudad debe relacionarse con el turismo están vinculados a ello.
Por tanto, examinar la respuesta emocional puede contribuir a hacer aportaciones explicativas de mucho valor. Por poner algunos ejemplos, la transición ecológica y la evolución del pensamiento ambiental y el consiguiente debate sobre los límites al crecimiento y el decrecimiento requieren un concierto social y político, pero tienen un trasfondo importante en la actitud proambiental, que viene marcada por hechos personales.
La turismofobia, que fue objeto de debate hace unos años con marcado carácter ideológico, o el debate actual sobre la turistificación se entienden también, en parte, a partir de la respuesta emocional de los individuos. Cuando el overtourism y la presión del turismo es sostenida en el tiempo, también se entiende claramente desde una perspectiva individual emocional. Estos y otros elementos influyen sobre cómo gestionamos nuestros recursos personales y colectivos en la búsqueda de una ciudad que contribuya a hacer más felices a las personas, a disminuir el estrés que genera el turismo, y a mejorar la salud física y mental y el bienestar subjetivo. Por tanto, sería bueno que las nuevas políticas urbanas y turísticas empiecen a abrir las interpretaciones de los impactos del turismo desde esta ventana de conocimiento de carácter psicosocial.
[1] González-Reverté, F. “The Perception of Overtourism in Urban Destinations. Empirical Evidence basada en Residents’ Emotional Response”, Tourism Planning & Development, 19:5, 451-477. 2022.
[2] Soliguer Guix, A. La construcció psicosocial de l’actitud de la comunitat local davant el turisme: turismefòbia, protesta turística i resposta emocional. Tesis del doctorado interuniversitario en Turismo, Universitat Oberta de Catalunya. Director: Francisco González Reverté. 2023.
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Ciudades efímerasFrancesc González Reverté y Soledad Morales Pérez. Editorial UOC, 2013
A propósito del turismo Salvador Anton Clavé y Francesc González Reverté. Editorial UOC, 2010
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