Sarah Whiting. Una voz influyente en la teoría y la práctica de la arquitectura
- En tránsito
- Abr 25
- 10 mins

Sarah Whiting es una figura clave en la arquitectura contemporánea. Su trayectoria combina práctica profesional, docencia y crítica, con un enfoque interdisciplinar y una visión transformadora del diseño. Con su liderazgo, impulsa el debate sobre el papel de la arquitectura en la sociedad y fomenta comunidades diversas, espacios de reflexión y nuevos paradigmas en la formación y la práctica arquitectónica.
Sarah Whiting es una de las voces más escuchadas de la práctica académica norteamericana, centrada en la dimensión pública de la arquitectura y en la perspectiva inclusiva de la ciudad. Es decana de la Graduate School of Design (GSD) de la Harvard University, donde ocupa la cátedra Josep Lluís Sert, y socia fundadora de WW Architecture, un despacho de arquitectura que creó junto a su socio y cofundador Ron Witte. Hija de académicos con estrechos vínculos con Francia —la madre era de nacionalidad francesa y el padre, profesor de literatura francesa—, su formación ha entrelazado diferentes ámbitos de la arquitectura.
Se graduó en Yale con un Bachelor of Arts, y allí mismo ejerció como editora de la publicación universitaria Yale Daily. Durante esa etapa, entró en contacto con Peter Eisenman, una de las figuras más influyentes para los críticos de su generación, que la animó a continuar sus estudios en Arquitectura. Así, tras la primera formación en Yale, donde exploró la teoría y la historia del urbanismo, Whiting ingresó en Princeton para cursar un máster en Arquitectura. Posteriormente obtuvo un doctorado en Historia y Teoría de la Arquitectura en el MIT, bajo la dirección de Stanford Anderson.
Sin embargo, la trayectoria estrictamente académica no es suficiente para entender la complejidad de su perfil. Durante su etapa formativa, trabajó en tres despachos clave que marcaron su desarrollo profesional: con Peter Eisenman en Yale, con Michael Graves en Princeton y con Rem Koolhaas (OMA) en Rotterdam. La decisión de trabajar con tres arquitectos y pensadores de esta envergadura refleja su ambición intelectual y su investigación constante para profundizar en la naturaleza del proyecto arquitectónico.
Hablar de diseño antes que de arquitectura
Whiting ha desarrollado una gran capacidad para el análisis crítico de los argumentos arquitectónicos en los proyectos. Su formación transversal le ha permitido construir un marco teórico desde el que reivindica, de forma recurrente, una comprensión holística y generalista de la arquitectura. De hecho, prefiere hablar de diseño antes que de arquitectura, lo cual refleja una ambición por transformar el mundo desde las formas.
Tras su doctorado, inició una trayectoria como teórica, editora y académica que la consolidó como referencia en el ámbito anglosajón, especialmente entre aquellos pensadores que representaron una alternativa a las corrientes predominantes en la teoría arquitectónica. Un momento clave en su carrera fue la publicación, en 2002, del ensayo Notes Around the Doppler Effect and Other Moods of Modernism, escrito junto con Robert Somol. Con tan solo cinco páginas, este texto generó un intenso debate en el ámbito teórico durante la década siguiente. Por primera vez en mucho tiempo, se planteaba una alternativa al pensamiento dialéctico dominante en la arquitectura crítica. Mientras figuras como Rudolf Wittkower, Colin Rowe, Peter Eisenman o K. Michael Hays centraban sus debates en torno a la autonomía disciplinaria y argumentaban en términos dicotómicos (forma versus performatividad, forma versus programa…), Somol y Whiting irrumpieron con una propuesta radicalmente distinta. “Defendíamos una arquitectura cool, accesible, popular y más preocupada por el impacto ambiental que por la complejidad del discurso teórico”, explica.

Pese a su intensa actividad académica, Sarah Whiting nunca ha querido abandonar la práctica profesional. “A través del despacho WW, con Ron Witte, desarrollamos proyectos en varios países, lo que nos permite una interacción continua entre la teoría y la práctica arquitectónica”, explica. Su trabajo atraviesa escaleras y geografías, siempre con una mirada optimista sobre el mundo. “Soy una persona curiosa, y me interesa mucho cómo vivimos, especialmente si tenemos presente la complejidad actual”. Desde la academia, explora la capacidad de la arquitectura para debatir sobre la condición del espacio cívico contemporáneo; desde la crítica, amplía la discusión sobre el espacio público, y desde la práctica profesional, genera lugares de encuentro con la ambición de construir un futuro mejor. “Uno de los retos que tenemos como arquitectos es conseguir que la gente conecte, que se relacione, con el espacio público. Hoy todo el mundo está pendiente del teléfono móvil, y no se da contacto visual. Y debemos encontrar la manera de acabar con el aislamiento y conectar a personas muy diversas. Por ejemplo, por medio de zonas verdes, con un determinado mobiliario urbano o, incluso, con las oportunidades de interactuar con los demás que nos ofrecen los perros”, dice.
Donde academia y profesión se entrelazan
En la concepción que Sarah Whiting tiene de la arquitectura, no existen jerarquías rígidas ni procesos lineales. Su enfoque es un entramado de ideas que se retroalimentan de forma multidireccional: la reflexión crítica le permite escribir con conocimiento de causa sobre el proyecto arquitectónico, el debate académico la ayuda a contrastar y expandir sus intuiciones arquitectónicas y la práctica profesional le brinda la posibilidad de desafiar el statu quo del mercado en el que opera.
Quienes la conocen destacan su generosidad y su optimismo; una visión profundamente arquitectónica que confía en el diseño y papel de los arquitectos como formadores de espacios, capaces de transformar entornos y generar consensos. “Evito tanto las simplificaciones ingenuas como los discursos excesivamente barrocos y las metodologías estrafalarias”, afirma. Su trabajo, siempre colaborativo, refleja esta filosofía: desde la asociación con Somol hasta el trabajo con Witte, la labor como editora —en la que destaca la edición de los escritos de Ignasi de Solà-Morales— o el liderazgo académico, todo responde a la convicción de que el diseño tiene el poder de integrar diferencias y proyectar futuros más inclusivos.
Su enfoque, conocido como projective architecture, se aleja de aproximaciones analíticas y de asperezas teóricas para promover la acción y la performatividad. “Tengo la certeza de que los arquitectos pueden transformar el espacio común, de modo que favorezca tanto la proyección individual como el encuentro colectivo”, asegura.
En el ámbito académico, su compromiso con la educación se distancia del modelo imperante de las escuelas de arquitectura como meros centros de formación profesional para el mercado. Para Whiting, “el papel de la universidad es construir ‘burbujas de tiempo’, espacios donde los estudiantes puedan reflexionar, experimentar y encontrar su propia voz dentro de la diversidad de enfoques arquitectónicos”. Para ello, apuesta por comunidades diversas, inclusivas y acogedoras, donde el debate y la experimentación sean fundamentales.
Su llegada al decanato de la GSD de Harvard coincidió con un contexto complejo, marcado por el impacto de la covid-19 y la sacudida social del movimiento Black Lives Matter. Su liderazgo supone la institucionalización de una renovación en el discurso académico estadounidense. En un momento en que las universidades de prestigio han adquirido un papel clave en el debate político y la transformación social, su proyecto en la GSD ha convertido a la escuela en un hub de arquitectos, intelectuales y académicos con influencia incluso fuera de Estados Unidos. Desde esta plataforma, Sarah Whiting sigue alimentando la conversación sobre el potencial del diseño en la vida urbana y nos invita a participar en ella. Así lo hizo en una jornada organizada por el CCCB el pasado mes de enero. A partir de una breve presentación sobre los retos actuales del espacio público, compartió con los asistentes que llenaban la sala Mirador a rebosar reflexiones sobre el potencial de la formación de los arquitectos como agentes de cambio. “Debemos conseguir que la gente abandone su aislamiento”, remarca.
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