Pierre Lemaitre. El mosquetero de la literatura
- En tránsito
- Jul 23
- 8 mins
Pocas personas en el mundo tienen las cosas tan claras como el francés Pierre Lemaitre (París, 1951). Como si fuera un Napoleón de las letras o un Dumas resucitado, su imaginación abarca el mundo entero, tanto los grandes movimientos sociales, históricos y políticos como los pequeños quebraderos de cabeza y las pasiones de la gente de la calle. Si fuera un político, diríamos de él que es un estadista. Como es un escritor, diremos que lo llaman el Balzac o el Dumas del siglo XXI.
Su actual proyecto literario (él no funciona por libros, sino por ciclos de libros) es, ni más ni menos, que “retratar la totalidad del siglo XX”. “Si la edad me lo permite, quiero crear no tanto un fresco, palabra pretenciosa, sino una fotografía del siglo XX a los años ochenta o noventa —nos dice—. Contar historias divertidas que suceden en aquellos tiempos.” Ha ideado tres trilogías: la primera es Los hijos del desastre, ya terminada, que narra las dos grandes guerras mundiales y sus causas y consecuencias; la segunda (al final, tetralogía), que tiene a medias, Los tiempos gloriosos, recorre los años cincuenta y sesenta; y la tercera, solo proyectada, Los años grises, se ocupará de los setenta y ochenta. Sobre la génesis de este magno proyecto, dice: “Fue algo puramente mecánico, en Los hijos del desastre había escrito sobre los años veinte, treinta, cuarenta… y me dije: ‘¡Ahora me centraré en los años cincuenta! ¡Y, después, en los sesenta!’. ¿No le parece una genialidad? Soy un lince… Los tiempos gloriosos acabará en 1965. ¿Y sabe qué haré luego? ¡Otra trilogía! Una que comenzará a principios de los setenta y terminará con la caída del muro de Berlín en 1989. Me quedan unos seis años de trabajo. Cuando termine tendré 78 años y calculo que, por entonces, ya me podré morir, aunque no descarto otras opciones”.
A lo largo de los años, nos hemos ido encontrando con este gigante de las letras, tanto en sus visitas a Barcelona como en sus sucesivos domicilios (nunca se está quieto) en Courbevoie, Montmartre, Arles y las afueras de Burdeos (con el tiempo, se ha alejado de París). O, durante la pandemia, en charlas a través de Zoom, donde, siempre con los personajes de sus ficciones dando vueltas por su cabeza, nos enseñaba, por ejemplo, la cabeza de caballo de cartón con que dormía uno de sus protagonistas.
Cuando Lemaitre está en Barcelona siempre intenta llegar a la playa y no lo consigue. Su abarrotada agenda de actos le impide reservarse una jornada de ocio, por lo que todos los espacios que ha conocido guardan relación con actividades literarias en las que participaba. Así fue con el castillo de Montjuïc, donde asistió a una charla y quedó impresionado por el recinto y, sobre todo, por las vistas de la ciudad. Entre los recuerdos más intensos que conserva, figura su encuentro en 2017 con John Banville —un autor que admira desde hace años— en el Centre de Cultura Contemporània de Barcelona (CCCB), donde también conversó con Jean Echenoz. Hace unos meses, en un encuentro multitudinario con lectores en la biblioteca Jaume Fuster, se sorprendió al ver la cantidad de gente que se quedaba sin poder entrar, y pasó un buen rato atendiendo a las personas que habían esperado fuera solo para verlo pasar.
Su prosa es adrenalínica y tragicómica. El humor, la acción dramática y la máxima tensión sacuden a unos personajes que cumplen su función y que se mueven a menudo de forma exagerada, enfatizando sentimientos y gestos. La trama manda sobre la profundización psicológica. Cada capítulo termina con la acción en el aire, como cuando los autores de folletos no sabían cómo seguiría el libro la semana siguiente. No es el caso de Lemaitre, un gran planificador que despliega sus esquemas por todo el estudio. “Hace muchos años, viendo Los Soprano y A dos metros bajo tierra, me di cuenta de que las series actuales funcionaban con el mismo esquema narrativo de las novelas del siglo XIX. Aposté por las virtudes modernas de la literatura decimonónica y me desenvolví bastante bien…”.
Todo comenzó con la serie policíaca del inspector enano Camille Verhoeven (de 2006 a 2012). Lemaitre, psicólogo que llegó a ejercer, era un apasionado de la literatura y era profesor de francés, literatura, cultura general y comunicación en la banlieue parisina, en escuelas de formación para adultos. También en una escuela de bibliotecarios, donde se lio con una alumna. “Como era un profesor modélico, me dije: ‘Si has seducido a una de tus alumnas, lo más correcto es que te cases con ella’.” Así lo hizo y publicó su primer libro en 2006, ya con 55 años, gracias a la insistencia de ella. “No es que me convirtiera entonces en escritor —aclara—, yo ya lo era desde los 18, siempre he escrito, aunque no publicaba. Admito que todo fue gracias a Pascaline, ella tuvo la fe en mí que entonces yo no tenía. Envié mis primeras dos novelas a veinte editoriales, y todas me las rechazaron. Yo me habría rendido, pero ella insistía: ‘Están equivocados, Pierre’. Finalmente, una editorial respondió que sí, que me publicarían la novela del policía Camille Verhoeven. Salió el libro y nos casamos”. Cerca de los 60, fue padre por primera vez.
Define a Verhoeven como “alguien marcado por el destino. Es extremadamente bajito, mide 1,45 metros, y se encuentra en un estado colérico perpetuo; no es agradable, sin llegar a ser antipático, pero al mismo tiempo es seductor. Aunque no es fácil para una mujer salir con un hombre así, tan bajito, él posee un gran carisma que lo compensa. Es esencial su punto de vista: siempre ve el mundo desde abajo, y esta perspectiva visual lo ayuda a resolver casos. El personaje tiene algunos rasgos de mi padre y mi principal defecto, he tenido que trabajar duro para no dejarme llevar por la cólera”.
“El Goncourt lo cambió todo. El éxito me cogió tan por sorpresa que tuve que poner orden en mi vida.”
La nueva vida de Lemaitre como escritor volvió a cambiar radicalmente al abandonar la novela de género policíaco y, de repente, con Nos vemos allá arriba (2013, Salamandra), ganó el premio literario más importante (y prestigioso) de Francia, el Goncourt. En su antiguo piso de Courbevoie (en la periferia de París) vi colgado el cheque con los diez euros simbólicos que supone el premio. Explica que “el Goncourt lo cambió todo: me mudé de piso, puede consagrarme a trabajar en lo que me gusta, podía asegurar el futuro de mi hija… ¡Me sentí el dueño del universo! El éxito me cogió tan por sorpresa que tuve que poner orden en mi vida. Por ejemplo, empezaba a distanciarme de mi mujer, llevábamos vidas paralelas y decidimos que se convirtiera en mi asistente. Ella elige las entrevistas que hago, lee y edita mis textos, se reúne con mi agente y revisa los contratos, así me puedo dedicar exclusivamente a lo que me gusta: escribir”.
Hay muchos críticos que hablan de Lemaitre como un escritor serio a raíz de Nos vemos allá arriba, la primera entrega de Los hijos del desastre, que completan Los colores del incendio (2018, Salamandra) y El espejo de nuestras penas (2020, Salamandra). Nos vemos allá arriba se ambienta al final de la Primera Guerra Mundial, un mundo con oscuros negocios de guerra y lleno de mutilados, secretos, corrupción, asesinatos, estafas, adulterios… Los colores del incendio tiene lugar unos diez años más tarde, cuando la hija de un magnate parisino que ha pasado a mejor vida urde una venganza digna de El conde de Montecristo, la clara inspiración del libro. Finalmente, El espejo de nuestras penas comienza en el París de la Segunda Guerra Mundial, un poco antes de la llegada de los nazis y, como trasfondo histórico, millones de franceses haciendo de refugiados en su propio país, huyendo hacia el sur por carreteras y caminos.
Ahora se encuentra justo en medio de la tetralogía Los tiempos gloriosos, que continúa la trilogía anterior, comienza con El ancho mundo (2022, Salamandra) y sigue con Le silence et la colère, todavía no traducida. “Quiero seguir a generaciones de la misma familia a lo largo de miles de páginas —explica—, es una idea romántica de lo que significa la literatura”. A lo largo de esta serie, los lectores irán detrás de los hermanos Pelletier, una importante familia de empresarios jaboneros en Beirut. “Si El gran mundo es básicamente una novela de aventuras, Le silence et la colère es una novela social, un homenaje a Zola. Me apropio de los grandes géneros literarios. La tercera parte será una novela de espionaje, homenaje a Hitchcock y Le Carré. La cuarta y última será policíaca”.
Fuera de sus ciclos novelísticos, tiene obras totalmente autónomas, como Recursos inhumanos (2010, Alfaguara), feroz historia sobre un director de recursos humanos en paro que, para conseguir un trabajo, acepta ejercer de evaluador en una selección de directivos que incluye una toma de rehenes por sorpresa, para ver las reacciones de los candidatos.
“Existe una juventud inteligente, que piensa en su futuro y en el del planeta. En ellos creo.”
Lemaitre se desplaza en tren siempre que puede (incluso para ir al extranjero) y ha reducido la ingesta de carne. Políticamente, respondería más al retrato de un indignado que da voz a la furia de los ciudadanos que de un autor comprometido a la manera sartriana. Hace poco, con sus compañeros de lucha Annie Ernaux y Éric Vuillard, estaba a favor las manifestaciones contra el gobierno de Macron. Ha apoyado la candidatura a la presidencia de Jean-Luc Mélenchon, pero afirma que “mi compromiso es social más que político. He aceptado ser embajador de Secours populaire, una gran asociación en la que milito, que combate la pobreza y ayuda a los más desfavorecidos. Existe una juventud inteligente, que piensa en su futuro y en el del planeta. En ellos creo”.
Se despide explicando que le gustaría volver un día a Barcelona con tiempo para él, para pasear y descubrir más a fondo la ciudad… “y finalmente llegar al mar”.
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N127 - Jul 23 Índice
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