La biblioteca más grande de Cataluña, nueva locomotora cultural
- Visiones urbanas
- Abr 23
- 16 mins
Hace unos meses empezaron las obras en el solar colindante con la estación de França donde debe levantarse la monumental Biblioteca Pública del Estado. Con 16.000 m2 de superficie útil, será la más grande de toda Cataluña y aspira a convertirse en un punto de referencia cultural gracias a una densa programación y un fondo que tiene que alcanzar los 600.000 volúmenes. La inauguración del equipamiento a finales de 2027 pondrá punto final a su largo periplo de más de tres décadas y completará el mapa de bibliotecas provinciales.
Movimiento de tierras. Polvareda. Maquinaria arrastrándose arriba y abajo. Operarios ajetreados y también algún curioso que los observa mientras trabajan. Ahora que, finalmente, las obras de la futura Biblioteca Pública del Estado en Barcelona han comenzado en el solar adyacente a la estación de Francia, cada día que pasa falta un día menos para poder disfrutar de sus instalaciones, que deben quedar inauguradas a finales de 2027. El nuevo equipamiento será, con diferencia, la mayor biblioteca pública de la ciudad: cuadruplicará el espacio de la Jaume Fuster, la biblioteca que hasta ahora contaba con unas dimensiones más generosas (5.636 m2), y su tamaño será equivalente a la suma de las veinte bibliotecas públicas más pequeñas de la ciudad (que rozan los 20.000 m2).
“Con 55 millones de euros, se trata de la inversión más importante en una biblioteca pública en los últimos 125 años”, recordaba el ministro de Cultura y Deportes, Miquel Iceta, a principios del pasado septiembre. Esta fue la fecha que eligieron las tres administraciones implicadas en el proyecto —el Gobierno español, la Generalitat de Catalunya y el Ayuntamiento de Barcelona— para formalizar el acuerdo y marcar el inicio de los preparativos para levantar “la pieza fundamental que faltaba en la red catalana de bibliotecas”, según afirmó entonces la consejera de Cultura, Natàlia Garriga.
“Esta biblioteca no solo será la que haya costado más dinero, sino también la más grande de las que jamás ha construido el Ministerio de Cultura y Deportes —añade ahora María José Gálvez, al frente de la Dirección General del Libro y Fomento de la Lectura, órgano que coordina el proyecto por parte del Ministerio—. La biblioteca destacará por su adaptación al entorno urbanístico, por la eficiencia energética, por la accesibilidad y por los espacios flexibles, que, sin duda, favorecerán la movilidad y la autonomía de los más de 10.000 usuarios diarios que prevé tener”.
Un viaje largo y accidentado
La ambición del proyecto es innegable. “El Gobierno español aporta el presupuesto, el Ayuntamiento ofrece el solar y desde la Generalitat nos ocuparemos de la nueva biblioteca en cuanto empiece a funcionar”, explica Josep Vives, director general de Promoción Cultural y Bibliotecas de la Generalitat. “El camino para desatascar el proyecto ha sido largo. Un par de años atrás el contexto político en el Estado español hizo posible que desde la Generalitat pudiéramos volver a plantear temas pendientes de resolución —continúa Vives—. Uno de ellos era el que entonces se conocía popularmente como la Biblioteca Provincial. Todo lo que ocurrió antes del acuerdo, que ahora es motivo de celebración, me lo guardo para contarlo en mis memorias”.
El proyecto de la Biblioteca Pública del Estado en Barcelona empezó a gestarse en 1996, cuando se decidió que el equipamiento se construiría donde entonces estaba el antiguo mercado del Born. Tras el descubrimiento de los restos arqueológicos en el subsuelo del Born y de un complejo y envenenado debate, en 2002 se decidió que ese espacio sería solo un centro de interpretación del 1714. Un año más tarde, el Ayuntamiento de Barcelona ofreció el solar de al lado de la estación de Francia. Hasta 2009 no se convocó un concurso público, que ganó Nitidus Arquitectes, estudio dirigido por Josep Maria Miró Gellida.
Las obras debían empezar en 2011, pero el Estado, la Generalitat y el Ayuntamiento no retomaron las negociaciones hasta una década más tarde, en medio de la cual quedaron los años más intensos del procés. Durante este paréntesis —en el cual el Ministerio de Cultura propuso, en 2016, bautizar la futura biblioteca con el nombre de la agente literaria Carmen Balcells, idea que más adelante se desestimó— Girona inauguraba, en enero de 2015, la Biblioteca Pública Carles Rahola. Se sumaba a la de Lleida (creada en 1848 y remodelada en 1998) y a la de Tarragona (inaugurada en 1846 y, desde 1962, ubicada en la Casa de Cultura de la ciudad). La única biblioteca de ámbito provincial que quedaba por construir en Cataluña era, todavía, una entelequia. El Estado impulsó la red de bibliotecas durante el primer tercio del siglo xix y consta, actualmente, de 53 bibliotecas. Barcelona, Navarra, Guipúzcoa y Vizcaya son las cuatro provincias que todavía no disponen de este equipamiento cultural. Algunas, en cambio, tienen dos, como es el caso de Asturias, A Coruña, Alicante y Badajoz.
Mucho más que una biblioteca de distrito
Entre 1996, fecha del inicio de las conversaciones para levantar la biblioteca, y el presente, Barcelona ha ido articulando una necesaria y copiosa red de bibliotecas públicas municipales. Desde 1998, año en que se activó el plan capitaneado por Ferran Mascarell, se ha llegado a 40 bibliotecas públicas, que cada día visitan más de 20.000 usuarios y que, al año, suman 4,5 millones de préstamos. “Aquel primer plan director acabó teniendo un despliegue muy grande, que todavía sigue activo —comenta Ferran Burguillos, gerente del Consorcio de Bibliotecas de Barcelona—. El Plan de bibliotecas 2022-2030 prevé la apertura de otros cinco equipamientos, entre ellos la Biblioteca Pública del Estado, en Ciutat Vella, y nuevos centros en distritos como Sarrià-Sant Gervasi, Sants-Montjuïc y Nou Barris. También contempla la reubicación o ampliación de siete bibliotecas barcelonesas, como las de Vapor Vell, Gòtic - Andreu Nin y Sofia Barat. En poco más de treinta años se habrá hecho un gran trabajo. Durante este tiempo, además, se ha vivido un cambio de modelo en lo que se refiere a las bibliotecas públicas: han pasado de ser espacios de silencio a centros culturales, en los que la promoción de la lectura y la vertiente formativa son esenciales”.
Esta nueva incorporación ayudará a terminar de articular el mapa bibliotecario de la ciudad y del área metropolitana.
Tres décadas atrás, el proyecto de la Biblioteca Pública del Estado era central, pero se fue deshinchando a medida que las trabas para salir adelante se hacían cada vez más visibles. “El nuevo equipamiento llegará en un contexto muy distinto al que se había planteado inicialmente. En un primer momento se hablaba de aquella biblioteca como el tractor que lideraría al resto —asegura Jordi Martí, teniente de alcaldía de Cultura, Educación, Ciencia y Comunidad del Ayuntamiento de Barcelona—. Ahora se plantea cuando el modelo de bibliotecas de la ciudad está desplegado y lleva años siendo un éxito. Esta nueva incorporación ayudará a terminar de articular el mapa bibliotecario de la ciudad y del área metropolitana. Como usuarios de bibliotecas, los barceloneses tenemos las necesidades básicas cubiertas, y, desde este punto de vista, podemos afirmar que somos una ciudad madura. Con la Biblioteca Pública del Estado se trata de llegar a la excelencia”.
“Pienso que optar por no hacer esta biblioteca en el Born fue un error importante —opina el periodista cultural y escritor Sergio Vila-Sanjuán, que siguió muy de cerca el debate sobre la conveniencia o no de detener el proyecto en el año 2002—. Los restos del siglo xviii que allí encontraron no impedían levantar el equipamiento encima, si era necesario dejándolos visibles, como se ha hecho en otros lugares. Se ha perdido mucho tiempo. El proyecto actual debería contemplar que la Biblioteca Pública del Estado fuera mucho más que una biblioteca de distrito. De estas ya tenemos, y en lugares con mucha población, como la Gabriel García Márquez, inaugurada el año pasado en Sant Martí. Una duda que tengo sobre el nuevo equipamiento es el lugar donde se ubicará. La estación de Francia es menos céntrica que el Born. La programación tendrá que ser muy atractiva para poder atraer al público hasta allí. Nueva York y Boston tienen bibliotecas públicas activísimas y con un gran prestigio internacional. La nueva Biblioteca Pública del Estado no debería desperdiciar esta oportunidad”.
Reflejar la capitalidad editorial de Barcelona
“El espacio que ocupará la Biblioteca Pública del Estado será el equivalente a dos edificios como el de la Filmoteca de Catalunya actual —adelanta Josep Vives—. Era muy difícil encontrar un espacio dentro de la ciudad donde se pudiera dejar caer un equipamiento de estas dimensiones”. Las características del centro, continúa el director general de Promoción Cultural y Bibliotecas de la Generalitat, irán más allá de las bibliotecas existentes en la ciudad. “La primera función de esta nueva biblioteca no será, sin duda alguna, la de la inmediatez —añade—. Un equipamiento de estas características puede incidir en muchos aspectos. Barcelona es una de las capitales mundiales de la edición, y este punto debería poder reflejarse en él. También existe la proximidad del edificio con el Parlamento: podría servir para impulsar acciones de cariz cívico y de participación ciudadana. Otro punto de actualidad que podría trabajar son los temas ambientales”. Vives cita, además, la necesidad de convertir la Biblioteca Pública del Estado “en escaparate para visualizar el talento del país, el artístico, pero también el tecnológico”. Y avanza una posible futura sinergia con el Mobile World Congress: “A las bibliotecas acude mucha gente y de perfiles muy diversos. Tendríamos que ver de qué maneras se puede amplificar el impacto del Mobile entre la ciudadanía, por citar solo un ejemplo”. Si existe una biblioteca europea que Josep Vives tenga en la cabeza como modelo es la suntuosa Biblioteca Central Oodi de Helsinki, inaugurada en 2018. Jordi Martí cita la Biblioteca Pública de Ámsterdam, en activo desde 2007, y que tiene una extensión de 28.500 m2 repartidos en diez pisos. Su fondo, de 1,7 millones de volúmenes, triplica el de la futura biblioteca barcelonesa, que no será la mejor surtida: la Biblioteca de Catalunya, creada en 1907, cuenta con casi 4,5 millones de documentos.
“Barcelona es una de las capitales mundiales de la edición, y este punto debería poder reflejarse”, dice Josep Vives, director general de Promoción Cultural y Bibliotecas de la Generalitat.
Desde la Dirección General del Libro recuerdan la importancia de “tener en cuenta a los lectores más jóvenes” y “géneros al alza como el cómic”. Jordi Martí coincide en la necesidad de visualizar “la importancia de Barcelona como capital editorial” y Ferran Burguillos recuerda que “la ciudad necesita una biblioteca de cabecera en un espacio icónico, con proyectos innovadores desde el punto de vista cultural, tecnológico y educativo”. “La red municipal de bibliotecas tiene un presupuesto anual de 25 millones de euros —añade—. Solo el presupuesto de la Biblioteca Pública del Estado debe ser de entre dos y tres millones de euros por año”.
Una locomotora cultural
El edificio proyectado por Nitidus Arquitectes estará formado por tres grandes bloques escalonados conectados por el interior. Por su proximidad con la estación de Francia es inevitable relacionar la estructura —de una, tres y cinco plantas— con una locomotora y dos vagones. El volumen más bajo será el más cercano a la avenida del Marquès de l’Argentera, con el objetivo de seguir haciendo visible la estación. El más alto será el más cercano al mar, en la parte ancha del solar, donde se hallará el acceso principal.
“No queremos que las estructuras y las instalaciones sean las protagonistas, sino que las ponemos al servicio del espacio”, asegura Miró Gellida, que actualmente acaba de retocar el proyecto para incorporar “la última hora de la normativa urbanística y algunos aspectos de usos y funciones”, según recuerda Ferran Burguillos. Del total de 21.500 m2 de la biblioteca, 16.000 serán de superficie útil. Cuando llegue al máximo de su capacidad, el equipamiento albergará 600.000 volúmenes, más del doble que el fondo de las bibliotecas públicas de las otras tres provincias catalanas.
“En Barcelona tenemos un patrimonio editorial potentísimo que se ha mantenido a lo largo de los siglos, pero de momento lo estamos desperdiciando —advierte Vila-Sanjuán—. Madrid ha sabido impulsar, desde la Biblioteca Nacional, un apartado de musealización del libro, con papiros, manuscritos, imprenta… Todo esto fue idea de Rosa Regàs, cuando era directora del centro. Aquí la Biblioteca de Catalunya no ha acabado de desempeñar su papel, aunque ha recibido archivos editoriales tan emblemáticos como los de Plaza & Janés y Gustavo Gili. Es un lugar importante de cara a los investigadores y eruditos, pero no para un público general ni tampoco de cara a los estudiantes”. Vila-Sanjuán considera que es necesario prever los usos de la nueva Biblioteca Pública del Estado. “Al principio parece que pueda haber espacio para todo y nunca es así —dice—. Es importante empezar a reunirse con los gremios profesionales, agrupados en la Cambra del Llibre de Catalunya, y empezar a perfilar la biblioteca. La pregunta que debemos hacernos todos es: ‘¿Qué cultura quiere expresar Barcelona a través de esta biblioteca?’. Ciudades como Madrid y Milán han hecho sus deberes antes que nosotros. Observemos qué podemos aprender de ellas. La oportunidad es buena, pero no tengo claro hacia dónde irá el proyecto”.
“Desde el momento en que quede inaugurada, la Biblioteca Pública del Estado pasará a formar parte de la red de 430 bibliotecas catalanas. Será un equipamiento con muchos recursos y dos salas de actos. La más grande tendrá capacidad para 300 personas, y la otra, para 120. En ellas se realizarán presentaciones, conferencias, debates, conciertos, proyecciones y todo tipo de actos. La biblioteca debe tener un gran impacto en la vida cultural de la ciudad, que implicará un reposicionamiento del resto de los equipamientos —asegura Josep Vives—. Tenemos tiempo para acabar de decidir sus particularidades. Es importante, por ahora, que todo el proceso de construcción haya comenzado y que ya no haya vuelta atrás. La clave del éxito es que ninguna de las tres administraciones que participan en el proyecto se ha apropiado de él, y que en las reuniones y comisiones se respira muy buen ambiente”.
Jordi Martí, teniente de alcaldía de Cultura, define el espacio como “un CCCB dedicado al libro” y defiende que sus ejes principales “deben ser la literatura y la letra escrita”.
Jordi Martí define el espacio como “un CCCB dedicado al libro”. Coincide con Vives en que la programación “debe ser muy potente”, y defiende que sus ejes principales “deben ser la literatura y la letra escrita”, con “presentaciones, festivales, congresos y grandes exposiciones, pensadas para un público transversal, como lo han sido anteriormente las que se han dedicado a Franz Kafka y Praga [CCCB, 1999] y a la Barcelona de Mercè Rodoreda [Palau Robert, 2007]”. Martí es consciente de que, de entrada, la ubicación puede ser un problema para los usuarios. “Lo que pase en la Biblioteca Pública del Estado debe ser lo suficientemente atractivo para que venga gente de Gràcia, de Horta y de Nou Barris, pero también de Badalona y de Cornellà, y todavía más lejos, de Sabadell, Mataró o Terrassa —dice—. Si en las bibliotecas de proximidad el 90% de los usuarios acude para coger o devolver algún documento en préstamo, para estudiar o leer el periódico, y el 10% asiste a presentaciones o a talleres, creo que en la Biblioteca Pública del Estado estos porcentajes se invertirán”.
Ojalá la sintonía entre administraciones y la ilusión se mantengan hasta el final del proyecto y la larga historia de la Biblioteca Pública del Estado tenga el mejor de los finales: que, una vez inaugurada, se integre armónicamente con el resto de las bibliotecas barcelonesas y acabe siendo la pieza fundamental que complete una densa red de equipamientos dedicados a reivindicar el valor y la vigencia del libro en pleno siglo XXI.
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