Jeff Wall. La suspensión alucinatoria del instante
- Exposiciones
- Pliego de cultura
- Jul 24
- 7 mins
La Virreina Centre de la Imatge acoge la mayor retrospectiva llevada a cabo en España del artista canadiense Jeff Wall, con 36 piezas que representan 40 años de su trayectoria. Comisariada por el prestigioso teórico de la fotografía Jean-François Chevrier, la exposición suma la sensibilidad de ambos. El resultado, en palabras de Wall, es una de las muestras más sofisticadas de su trabajo.
Nacido en Vancouver, Canadá, en 1946, Wall es uno de los artistas que más ha influido en la inserción de la fotografía en el arte contemporáneo. Formado como historiador del arte, desarrolló una práctica temprana como pintor y es admirador de los artistas clásicos, lector apasionado de novelas y seguidor de los movimientos cinematográficos clásicos y experimentales. Rehúye la clasificación y se siente cómodo con la definición de pintor del mundo contemporáneo, aunque no sea la pintura sino la fotografía el medio que utiliza para llevar a cabo los cuadros, los tableaux —haciendo uso del término francés al que añadiríamos seguidamente vivants—, que no son otra cosa que la recreación de instantes posibles, “cuentos posibles” —que es, además, como se titula la exposición— que no tienen por qué haber ocurrido, que no se ven ligados a la factualidad que arrastra la fotografía en su calidad de huella de lo real acontecido.
El espacio compartimentado del Palau de la Virreina, que ha determinado el discurso expositivo, permite al público experimentar la obra de Wall en la intimidad.
En la trayectoria de Wall, el salto del arte conceptual al arte de la representación figurativa necesitó de un amparo teórico, de manera que, paralelamente, se ha ido generando una literatura que respalda sus trabajos. Una producción literaria que abulta más que su exigua producción fotográfica, que ha reunido en más de 40 años aproximadamente 200 piezas. Son muchos los autores que han estudiado la obra de Jeff Wall y que suman sus trabajos a la literatura producida por él mismo. La Virreina ha publicado para esta ocasión Jeff Wall. Escritos y conversaciones (edición del Ayuntamiento de Barcelona), con sus textos reunidos en un volumen de más de 350 páginas, que contiene también una amplia bibliografía y algunas entrevistas.
La complejidad de la obra de Wall procede de sus contradicciones, de la asunción de las normas del conceptualismo y el minimalismo y de su posterior crítica; de la conciliación entre el arte antiguo y el arte contemporáneo; de la crítica a la fotografía ortodoxa. También de la interpretación de sus puestas en escena, que llegan a confundirse con la fotografía pura o documental. Sus fotografías, que analizan el contexto social con la mirada distante que le aportan los métodos de la pintura histórica, pueden suscitar polémica política. Su inquietante perspectiva del compromiso social, como un desafío al sistema capitalista, sin embargo, queda plasmada en cuadros comprados por las élites económicas, que no se prestan a la libre circulación de las imágenes. De alguna manera, pensando a su favor, sus analogías son como un caballo de Troya introducido en los espacios de poder. Sus imágenes auguran cierta posibilidad de rebelión.
Wall se interesa por la fotografía como método después de experimentar con las otras artes. A la fotografía no llegó llamado por la inquietud documental de los fotógrafos clásicos. Su acercamiento fue para “imitarla”, aprender sus cualidades e ir de alguna manera contra el concepto de instantaneidad, de registro y huella del tiempo. Los cuadros de Wall dejan en suspenso el imperativo fáctico, la vinculación a un hecho sucedido en el tiempo, lo que para muchos es la base de la especificidad del fenómeno fotográfico, por la cual se le otorgaba su estatus como prueba de lo real.
Fotografías que nunca han ocurrido
Lo que más cuesta descifrar en su obra es hasta qué punto las escenas representadas mediante la fotografía han sucedido o no. Hasta qué punto nos encontramos ante documentos que nos muestran la literalidad de los hechos que estamos contemplando. Muchos se preguntarán, ante la imagen de una mendiga en la calle, si ella tiene nombre y sufre. Pero, ante la obra de Wall, tenemos que referirnos a ese aspecto verídico de su trabajo como “cuasi documental”. En este sentido, las situaciones que fotografía nunca han ocurrido. Está capturando las preocupaciones, las pasiones, los problemas que envuelven la realidad cotidiana en esas reconstrucciones de lo posible. La imagen resultante es libre de los sucesos ocurridos en el pasado. Libre, por lo tanto, del duelo y de la rememoración, que son los lastres que impregnan la imagen fotográfica clásica. Las imágenes “cuasi reales” se desarrollan en el presente desde el que se las mira. Las escenas representadas son fruto de una construcción en la que también da a luz al referente, aunque no exista, aunque no haya sucedido de esa manera. Porque, si está ahí en el cuadro, es posible. Vemos imágenes que “parecen” de reportaje, tienen todos sus elementos genéricos. Un hombre está arrodillado en el suelo, medio desnudo, y lo rodea un grupo de hombres que no parece que tengan buenas intenciones. De inmediato sabemos qué es lo que ocurre allí. No hace falta un pie de foto, no hace falta una fecha ni un lugar. Evoca sentimientos y emociones. Representa una violencia que se ha vuelto cotidiana.
Los temas de Wall son anodinos, extraños, desapasionados. Lo cotidiano es para él un universo que contiene todo nuestro mundo, la base sobre la que se desarrolla todo lo observable, lo concreto. Se identifica con el “pintor de la vida moderna” que Charles Baudelaire retrata en su libro de 1863. Con Baudelaire, reivindica la belleza de lo circunstancial, lo relativo, que está sujeto a una época, a la moral o a la pasión. Ese elemento circunstancial de la belleza es lo que hace posible la ingesta de lo sublime que, de por sí mismo, no podría ser asimilado por la naturaleza humana.
Es un observador que recoge de la calle esa circunstancia, almacena en su memoria lo pasajero para extraer lo eterno de lo transitorio, de la vida que fluye de manera insospechada. Por eso sus temas, aunque él dice que no trabaja temas, son lo prosaico, lo común y lo corriente. Su labor consiste en desentrañar de la cotidianidad lo único y singular, lo irrepetible. Ese es el interés de la fotografía que, a diferencia de la pintura, introduce elementos específicos que se resisten a integrarse en el conjunto. Los actores, por ejemplo, aparecen en la foto como ellos quieren, introducen su cotidianidad en el cuadro sin que esta se pueda modificar. Como ese obrero que, al amanecer, limpia el solitario pabellón Mies van der Rohe, cuando los rayos del sol rasante desde el este justo parten el horizonte de las baldosas de la pared.
En cuanto a la interpretación de sus obras, Wall advierte que él no ha controlado exhaustivamente su contenido, hay elementos imprevisibles y, por eso, los análisis que pretenden dar explicación a las motivaciones pueden resultar falsos. Cada espectador, de manera instantánea, a veces involuntaria, como en un sueño, tendrá que crear un relato personal a partir de la experiencia del encuentro con la obra.
Cuentos posibles. Jeff Wall
La Virreina Centre de la Imatge.
Hasta el 13 de octubre de 2024
Entrada libre.
Las 36 obras presentadas se extraen de un corpus de cerca de 200 cuadros fotográficos realizados desde 1978. La obra más antigua data de 1980 y la más reciente, de 2023.
Del número
N131 - Jul 24 Índice
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