Híbrido, flexible y distribuido: el espacio del futuro
- Dosier
- Abr 21
- 6 mins
Los espacios de trabajo se están transformando de manera acelerada debido a la pandemia. Ya nadie duda de que el coronavirus ha sido un agente de cambio que ha generado un nuevo paradigma social y económico. No obstante, muchas de estas mutaciones en los espacios de trabajo no son fruto solamente de la covid-19.
Si repasamos la evolución natural de las oficinas, estas han pasado de ser un espacio para producir a un lugar donde innovamos, cocreamos, resolvemos problemas, socializamos y trabajamos en equipo. Para entender esta evolución, nos tenemos que fijar sobre todo en el sector tecnológico y en los cambios estructurales que empezaron hace algo más de dos décadas. Tal y como indica Jennifer Magnolfi Astill en una entrevista en la Harvard Business Review: “Se produce un cambio cuando un ecosistema de empresas compite activamente durante un período de tiempo para desbloquear el potencial de una innovación tecnológica.”[1]
En el ecosistema tecnológico empresarial se han observado tres cambios estructurales. El primero, con la llegada de internet en los años noventa, provocó que el espacio de trabajo cambiase en términos de diseño (de los cubículos a los espacios diáfanos); que se introdujesen nuevas herramientas de trabajo digitales, como el correo electrónico, lo que propició que los empleados empezasen a estar interconectados; o la llegada de la World Wide Web de Tim Berners-Lee, que desató un verdadero cambio de paradigma en la comunicación.
El siguiente gran cambio vino con la tecnología móvil y la nube, cuando los espacios de trabajo fueron más allá de la oficina y se empezó a trabajar en cualquier lugar. Este hecho no es trivial, dado que motivó la aparición del coworking, de los alquileres de espacios más accesibles y temporales, de la innovación abierta, de nuevos perfiles profesionales y de los primeros nómadas digitales.
[1] “What Is an Office For?”, Scott Berinato. Harvard Business Review, 2020. https://hbr.org/2020/07/what-is-an-office-for?ab=seriesnav-bigidea
Pese a que es cierto que el trabajo en remoto ha venido para quedarse, eso no quiere decir que no queramos trabajar nunca más fuera de casa.
El cambio en el que nos encontramos ahora, y que ha acelerado la pandemia, comenzó alrededor del año 2016 con la llegada de la inteligencia artificial a las empresas y la colaboración entre los humanos y las máquinas. Es el momento en que se empiezan a repensar los espacios de trabajo y las organizaciones necesitan reunir a sus equipos para abordar los aspectos más complejos, trabajar la creatividad, compartir aprendizajes, tomar decisiones conjuntas o adquirir nuevos conocimientos. Se empieza a hablar de los espacios de oficinas infrautilizados, de los excesivos tiempos de desplazamiento para trabajar o del impacto en el medio ambiente de las reuniones de negocio.
Las dos caras del trabajo en remoto durante la pandemia
Este nuevo desafío ha tenido muchas implicaciones. Algunas han sido positivas, como el trabajo en remoto, que, además de permitirnos mantener la actividad económica en muchos sectores, ha demostrado buenos niveles de productividad en las empresas y ha provocado que muchas compañías que nunca se lo habían planteado estén definiendo la implementación de esta dinámica en sus procesos organizativos y operacionales después de esta pandemia. Además, el hecho de que nos desplacemos menos también tiene unas implicaciones beneficiosas, como la reducción de la contaminación o disponer de más tiempo libre y mejorar la calidad de vida.
Ahora bien, pese a que es cierto que el trabajo en remoto ha venido para quedarse, eso no quiere decir que no queramos trabajar nunca más fuera de casa, sobre todo los perfiles más jóvenes, que necesitan un aprendizaje continuo. Como aspectos negativos, durante estos meses hemos visto las consecuencias del aislamiento social, la necesidad de muchas personas de realizar falsos desplazamientos para desconectar o las dificultades de concentración de los trabajadores debido a que las viviendas, pese a estar algo reconfiguradas a las nuevas necesidades, aún no están preparadas para trabajar en ellas tantas horas. Por otro lado, no hay que olvidar el impacto económico que han sufrido aquellos negocios situados en los centros financieros, puesto que, debido a que las oficinas estaban vacías, han tenido que cesar su actividad. La descentralización de las ciudades es algo que aún está por ver, y tomará aún un tiempo saber qué consecuencias e implicaciones va a tener en el futuro.
El tercer lugar para trabajar
Como decía Aristóteles en su libro Ética a Nicómaco, en el término medio está la virtud. Ahora que empezamos a trabajar más en red y se están definiendo los nuevos modelos de ciudad, trabajo y fuerza laboral, los usos de los espacios empiezan a ser híbridos y flexibles.
En esta línea, el modelo hub and spoke, donde las empresas tendrán el centro corporativo (hub) y una red de espacios distribuidos (spoke) por la ciudad, ofrece a los empleados la posibilidad de trabajar más allá de su propia residencia, como puede ser en coworkings, hoteles, edificios de oficinas, cafés y nuevos espacios adaptados para el trabajo.
En los años ochenta surgió el concepto del tercer espacio de Ray Oldenburg para fomentar las relaciones interpersonales entre los profesionales. En la actualidad, este término acuñado por el sociólogo americano ha pasado a ser el tercer lugar y va más allá, puesto que ofrece también la posibilidad de compartir conocimiento, aprender, innovar y conocer a profesionales de otros sectores y empresas.
No obstante, es importante subrayar que esta evolución de los espacios de trabajo comporta un cambio en la cultura de la empresa (muchas de ellas, hoy en día, no están preparadas). Ahora que nos hemos visto forzados a abandonar la oficina, existe una oportunidad excelente para convertirla en centro corporativo y un excelente entorno donde conectar las cuatro ces: cultura, compañeros, clientes y creatividad.
Nuestras ciudades deben postularse como hubs del trabajo en remoto para atraer conocimiento, talento y un turismo profesional corporativo de calidad.
Una oportunidad que las ciudades no pueden dejar escapar
En la actualidad, un gran número de compañías está analizando el impacto del trabajo en remoto en su huella inmobiliaria, buscando una buena cohesión funcional entre la residencia, la oficina y el tercer lugar. Y muchas ciudades, tras esta reconfiguración de los usos de los espacios de trabajo, se están convirtiendo en más sostenibles, prácticas, cómodas y atractivas para quienes las habitan.
Si analizamos una tendencia que en Estados Unidos ha crecido en un año un 49 %, según la revista Forbes,[1] los nómadas digitales, profesionales que trabajan de manera remota durante largas temporadas en diferentes lugares del mundo, son una gran oportunidad para ciudades como Barcelona, Valencia o Madrid, y más cuando desafortunadamente las visitas de turistas internacionales bajaron un 77 % en 2019, según el Instituto Nacional de Estadística (INE).
Nuestras ciudades deben postularse como hubs del trabajo en remoto para atraer conocimiento, talento y un turismo profesional corporativo de calidad. En España ya lo están haciendo en las islas Canarias o en Málaga, y también hay países que lo están liderando, como Portugal o Croacia. Para que esto ocurra, es necesario crear mecanismos, como el visado digital de Estonia, nuevas políticas públicas y regulatorias, alternativas fiscales o una estrategia de captación desde la Administración pública con la ayuda del sector privado. Y es que estamos ante una oportunidad única para convertirnos en el hub europeo de nómadas digitales y de profesionales corporativos que pueden trabajar en remoto. No la dejemos escapar.
[1] “What the Rise Of Digital Nomads Means For Destination Real Estate”, Rodolfo Delgado. Forbes, 2021. https://www.forbes.com/sites/forbesrealestatecouncil/2021/02/03/what-the-rise-of-digital-nomads-means-for-destination-real-estate/.
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