El sustrato telúrico de Francesc Serés
- Libros
- Pliego de cultura
- Sep 21
- 4 mins
En La casa de foc, Francesc Serés nos sumerge en el paisaje de la Garrotxa, un escenario antediluviano y telúrico que abriga personajes que ven lo que no vemos el resto de los humanos, “la luz del interior de las cosas”. Un fresco sobre la memoria, sobre los vientres de la tierra y, en paralelo, sobre nuestras debilidades.
II Premio Proa de Novela, La casa de foc (Proa), de Francesc Serés (Zaidín, 1972), es la historia de una suma de fragilidades. Publicada seis años después de La pell de la frontera (Quaderns Crema), la novela arranca cuando Mau, un narrador para nada omnisciente, un divorciado en horas bajas, se instala en una masía llena de escorpiones en Sallent de Santa Pau, en la Vall del Ser, un universo hermético de La Garrotxa con “océanos y continentes”, que, en la obra de Serés, funciona como un protagonista más con identidad propia: “Los lugares se nutren de la gente que llega y de toda la gente que cuenta cosas”, dice el autor.
Profesor de un aula de acogida en Olot y con coincidencias autobiográficas filtradas por la ficción, el protagonista conocerá a sus vecinos, entre los que destaca Jordi de Can Sol, un hombre poderoso, turbio, un zahorí que tiene el don de encontrar agua bajo tierra y que convence a Mau para que le haga de tutor a Mar, su nieta de trece años. Mar tiene las capacidades y las habilidades de su abuelo, alguien que siente que las piedras ruedan bajo la calle y que encuentra a niños perdidos en la montaña. Jordi de Can Sol tiene miedo de que la niña se pierda en la vida. Y esta predicción será el detonante para conocer problemas universales que afectan a la especie humana. A partir de una experiencia vivida en primera persona durante siete años, Serés ha sabido transformar una etapa de su vida —que no quería que quedase reducida a una carpeta de fotografías— en esa especie de literatura orgánica que aporta algo grande a los demás.
Serés sabe hacer que el lector recupere la emoción por la lectura a través de un relato muy bien escrito, que oscila entre los rasgos costumbristas y el thriller psicológico.
La novela, que funciona como una confesión, “la única manera de perdonarnos”, se construye a partir de un extenso flashback en el que Serés reconstruirá no solo la vida de este cacique imperativo sino de toda la gente de su entorno y, por extensión, de toda una época. El protagonista siempre será un forastero, y es precisamente esta condición de extranjero la que hará que tenga una visión distanciada propicia para analizar y retratar las constelaciones del mundo: “No sé cuántos mundos se precisan para explicar otro”.
Narrador en primera persona
Con un discurso asentado en un contexto de crisis económica y social, de especulación inmobiliaria, de tráfico de drogas y de impacto de la nueva emigración, Serés estructura La casa de foc en tres partes conducidas por un narrador en primera persona que duda constantemente sobre cómo se recibirá lo que explica: “Qué desastre, no sé contar mentiras y las mejores verdades que puedo explicar no sé si se las creerá nadie”. Pero el lector inteligente sabe activar el pacto de ficción, suspende su incredulidad y acompaña al narrador en su búsqueda constante de respuestas a fenómenos presuntamente inexplicables. Serés nos sumerge en el paisaje de La Garrotxa, donde los kilómetros y los minutos tienen otra dimensión. El narrador duerme en un lecho de basalto volcánico, con los fósiles y la Piedra del Diablo muy cerca. Un escenario antediluviano y telúrico que abriga personajes que ven lo que no vemos el resto de los humanos, “la luz del interior de las cosas”, como dice el título de la primera parte de La casa de foc, imagen de la esencia humana y de los secretos que fluyen por acuíferos subterráneos.
Con La casa de foc, Serés sabe hacer que el lector recupere la emoción por la lectura a través de un relato muy bien escrito, que oscila entre los rasgos costumbristas y el thriller psicológico. El autor describe la contemporaneidad, el estado de macrocrisis que hace décadas que sufrimos, a partir de microhistorias que, entrelazadas con una gran destreza narrativa, construyen un fresco sobre la memoria, sobre los vientres de la tierra y, en paralelo, sobre nuestras debilidades. Estamos dentro de una casa que se quema, que irradia fuego, el elemento clave que acaba provocando el movimiento de toda la novela. Una experiencia vivida que ha dado sentido a un tiempo concreto y que, a través de la ficción, se transforma en una alegoría sobre la necesidad de vivir.
La casa de foc.
Francesc Serés
Edicions Proa
592 páginas
Barcelona, 2020
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