Barcelona Metropolis

El Atles MUHBA d’història de Barcelona, editado por el Ayuntamiento de Barcelona y el Museo de Historia de Barcelona (MUHBA) —institución que este año celebra su 80 aniversario—, impresiona por su volumen y su rigidez, dignos de un sillar romano. Solo hay que echarle un vistazo para constatar que, en realidad, es una obra esponjosa, porosa, llena de compartimientos, donde todo el mundo puede sentirse a gusto: desde el lector más erudito hasta el visitante curioso que llega a sus páginas en busca de pequeñas historias cotidianas.

El libro combina con naturalidad el rigor de los artículos de expertos en períodos y ámbitos concretos —Borja de Riquer, Francesc Vilanova, Mercè Tatjer, Oriol Nel·lo..., hasta completar un listado de 25 especialistas—, con un despliegue gráfico que ayuda, y mucho, a hacer más comprensible la teoría. Son especialmente interesantes las cartografías de la evolución de la ciudad, la denominada Carta històrica, una sucesión de mapas que abrazan desde que Barcino era un pequeño campamento romano, emplazado alrededor del monte Táber, hasta tiempos recientes, con la ciudad convertida en ente metropolitano. En sí mismas, las cartografías, con sus explicaciones mínimas, son capaces de narrar la historia de la ciudad a través de su crecimiento urbanístico.

Destacan las aproximaciones fotográficas de Anna Oswaldo Cruz en paisajes de la Barcelona actual, que nos muestran, de forma más o menos explícita, su legado histórico. Y tienen la virtud de hacerlo sin caer en el “postalismo” narcisista al que nos tienen acostumbrados muchos libros de divulgación histórica. Junto a las fotos de la muralla romana, la judería o la plaza de Ramon Berenguer el Gran, el lector encontrará, por ejemplo, retratos de la fuente de Can Peguera —el grupo de casas baratas inaugurado en 1929 con el nombre de Ramon Albó— o los bloques de pisos de Canyelles. Ambos, en Nou Barris, uno de los distritos tradicionalmente ignorados por la historiografía “oficial”.

La obra mantiene la filosofía de la exposición Barcelona flashback. Kit d’història en 100 objectes, inaugurada en 2019 en la Casa Padellàs y donde los objetos —con frecuencia cotidianos, mínimos, en algunos casos banales— interrogan al visitante y le dan respuestas para conocer el pasado y entender el presente. Porque la historia no se explica solo a través de los edificios majestuosos de las clases dominantes, de los grandes monumentos y las obras maestras, de las grandes infraestructuras. A veces, un objeto modesto es capaz de contener toda una época: un pequeño sello para estampar indianas; un ejemplar del libro Els altres catalans, de Candel; un cartel de la manifestación “Aturem la guerra contra l’Iraq”…

El Atles, que repasa dos mil años del pasado barcelonés, ha querido otorgar un espacio especial a la historia reciente: la segunda parte del libro profundiza en siete ámbitos temáticos que fueron relevantes a lo largo del siglo xx. Así, aborda una parcela del pasado que muchos lectores han conocido de manera directa, porque la han vivido, o indirecta, a través de los testimonios de sus padres o abuelos. En algunos pasajes, además, se han incorporado, como agentes históricos de pleno derecho, colectivos que, hasta hace muy poco, la historiografía había pasado por alto. Por ejemplo, las vecinas y los vecinos que, a finales de la dictadura franquista, se convirtieron en motor de cambio, no solo por la fisonomía de la ciudad —muchas de las reformas urbanísticas de la década de los setenta y posteriores son fruto de luchas vecinales—, sino también como agente democratizador.

“A lo largo de los años de transformación del museo —explica Joan Roca i Albert, director del MUHBA y del Atles—, el diálogo ha sido constante con los barrios y las entidades ciudadanas, las universidades y múltiples instituciones internacionales. Esta estructura pluricéntrica propicia una sinfonía de historia urbana multiescalar”. Esta mirada poliédrica que caracteriza el Atles es lo que lo hace interesante y, sobre todo, útil. Y lo convierte en una obra de consulta que ha llegado para quedarse en la estantería por mucho tiempo. Quizás no tanto como un sillar romano, pero sí por una buena temporada.