Cathryn Clüver Ashbrook. La diplomacia urbana en tiempos de conflicto
- En tránsito
- Ene 23
- 7 mins
La trayectoria académica y profesional de Cathryn Clüver Ashbrook se inserta en la más pura tradición atlantista. Especializada en la intersección entre política exterior y ciudades, es una voz imprescindible en el análisis de la diplomacia moderna. Sostiene que la guerra en Ucrania es eminentemente urbana, un tema del que habló en su visita a Barcelona para participar como ponente en el seminario “La guerra en Ucrania. La dimensión urbana de una amenaza geopolítica”, organizado por el CIDOB.
Cathryn Clüver Ashbrook es, desde el pasado mes de agosto, vicepresidenta ejecutiva de la Fundación Bertelsmann. De origen germanoamericano, se ha formado y ha trabajado en algunas de las principales universidades y centros de investigación de Estados Unidos y de Europa. Politóloga formada en la Brown University, especializada en Estudios Europeos en la London School of Economics y en Administración Pública en la Harvard Kennedy School, empezó su carrera profesional como periodista trabajando para la CNN en Atlanta y en Londres. Ha formado parte del equipo directivo del European Policy Centre en Bruselas, ha dirigido importantes proyectos de investigación en la Harvard Kennedy School, y ha sido CEO y directora del principal think tank alemán, el German Council on Foreign Relations. Ha publicado en los principales medios de comunicación del mundo, desde el Financial Times hasta el The New York Times o el The Washington Post, y en publicaciones académicas de referencia sobre relaciones transatlánticas, seguridad, diplomacia, tecnología y políticas urbanas.
En 2011 fundó en Harvard, junto con Nicholas Burns, actual embajador de Estados Unidos en China, el Future of Diplomacy Project. La iniciativa, de la que fue directora ejecutiva durante una década, tiene como finalidad analizar y entender el papel de la diplomacia moderna en un mundo cada vez más complejo y globalizado. Desde su fundación, se acercó a los actores emergentes en el sistema de relaciones internacionales, a los que consideró fundamentales para comprender los principales retos vinculados a la globalización. Retos como los conflictos geopolíticos, el cambio climático, las pandemias, la disrupción tecnológica, las desigualdades crecientes o la desafección ciudadana que está poniendo en riesgo el contrato social, y actores tan variados e influyentes como las corporaciones transnacionales, las instituciones filantrópicas, el activismo internacional, los think tanks o las ciudades. Clüver Ashbrook considera que la diplomacia moderna debe estar preparada para entender y afrontar estos retos y para hacer de interlocutora con estos actores.
Comparte con estudiosos de las ciudades, como Saskia Sassen o Bruce Katz, la idea de que las grandes metrópolis son los principales laboratorios de estos retos globales, de que la densidad multiplica la velocidad en la que se desarrollan y toman forma. Sostiene, como lo hacía Benjamin R. Barber, que los alcaldes y las alcaldesas son personas pragmáticas y que, inmunes a la política partidista, tienen mucha más capacidad que los estados nación para identificar y diagnosticar los problemas reales de la ciudadanía y proponer soluciones. Esto las hace fiables y refuerza su dimensión democrática, incluso en entornos marcados por el autoritarismo. De hecho, pone en valor la capacidad que tuvieron muchas ciudades de Estados Unidos de confrontar la Administración Trump, al declararse territorio santuario para migrantes y refugiados, o al alinearse con los Acuerdos de París sobre el cambio climático cuando la Administración federal salió.
“La guerra ha sido urbana desde el origen de los tiempos y, como se está viendo en Ucrania, las ciudades son objetivos de primer orden porque concentran de forma simultánea poder duro y blando, político, económico y simbólico”, afirma Clüver Ashbrook.
Muy en la línea del urbanista Richard Florida, habla del poder de las ciudades globales y de la capacidad que tienen para aglomerar activos económicos, sedes institucionales, creatividad, talento y oportunidades. No obstante, igual que Saskia Sassen, también lo hace de la ciudad que expulsa, la gentrificación, las brechas digitales, la precarización del trabajo, la masificación turística o la contaminación. Por eso considera tan relevante que las urbes hablen entre ellas de los problemas que comparten y de las soluciones necesarias. Metrópolis como Nueva York, Tokio, Sídney o Barcelona, pero también Johannesburgo, Buenos Aires o Yakarta, se enfrentan a retos muy similares y no encuentran en sus gobiernos nacionales las respuestas ni los marcos normativos y financieros adecuados.
Lleva más de una década siguiendo muy de cerca y analizando la actividad diplomática de las ciudades. Destaca el liderazgo de un grupo de alcaldesas y alcaldes visionarios que, en las últimas décadas, han tenido la capacidad de situar a las ciudades en el sistema de las relaciones internacionales. Alcaldesas y alcaldes que trabajan juntos en un contexto de crisis múltiples para recorrer el camino hacia la neutralidad climática y la resiliencia, garantizar el derecho a la vivienda, mitigar la brecha digital, impulsar la recuperación pospandémica o promover la paz.
Tuve ocasión de hablar con Cathryn Clüver Ashbrook de guerra, paz y diplomacia urbana con motivo de su visita a Barcelona para participar como ponente en el seminario “La guerra en Ucrania. La dimensión urbana de una amenaza geopolítica”, que organizamos desde el CIDOB (Barcelona Centre for International Affairs). Durante la conversación puso énfasis en el hecho de que “La guerra ha sido urbana desde el origen de los tiempos y, como se está viendo en Ucrania, las ciudades son objetivos de primer orden porque concentran de forma simultánea poder duro y blando, político, económico y simbólico”. Las ciudades alojan sedes gubernamentales, actividad económica, social y cultural, infraestructuras críticas y recursos científicos y tecnológicos; son centros de información y también de desinformación y propaganda, y suelen ejercer una fuerte influencia sobre la identidad y prestigio de la nación.
En este sentido, considera que la estrategia del ejército ruso pasa por aislar, incomunicar y atacar los principales centros urbanos del país, inutilizando así su capacidad para tomar decisiones y defenderse. También pasa por debilitar el poder local llegando a amenazar e, incluso, a secuestrar a alcaldes y alcaldesas con la voluntad de desmantelar los liderazgos en los que se arraiga buena parte de la capacidad de resistencia local. Clüver Ashbrook destaca “la capacidad de resiliencia que están teniendo las ciudades ucranianas, una capacidad con la que se están identificando ciudades de todo el mundo”.
En contextos como el que se está viviendo en Ucrania es donde la diplomacia de las ciudades adquiere, según la politóloga germanoamericana, una fuerte relevancia. Más allá de denunciar la agresión y reclamar una resolución pacífica del conflicto, las metrópolis se están coordinando para apoyar a sus homólogas de Ucrania, movilizan recursos y actores solidarios, entre los que destaca la diáspora, y acogen a los refugiados que se han ido del país. Señala la labor que están realizando plataformas como Eurocities o el Pacto de las Ciudades Libres, que encabezan los alcaldes de las cuatro capitales del Grupo de Visegrado: Varsovia, Budapest, Praga y Bratislava.
“Es en la reconstrucción de Ucrania donde la diplomacia urbana deberá tener un papel determinante. Si no se lleva a cabo, como se ha demostrado en Irak, Siria o Afganistán, se corre el riesgo de que se imponga la violencia y de que un estado que no era fallido lo acabe siendo.”
Pero es en la reconstrucción de Ucrania donde Clüver Ashbrook considera que las ciudades y, por tanto, la diplomacia urbana, deberán tener un papel más determinante. Será necesaria “toda la inteligencia urbana de ciudades como Barcelona para definir soluciones para abordar los inmensos retos que requerirá la empresa y para garantizar la seguridad humana en todas sus dimensiones”. Si no se lleva a cabo, como se ha demostrado en Irak, Siria o Afganistán, se corre el riesgo de que se imponga la violencia y de que un estado que no era fallido cuando empezó el conflicto lo acabe siendo. Por eso la comunidad internacional debe incorporar las urbes y los actores que operan en las conversaciones dirigidas a diseñar la reconstrucción, como las que se han mantenido durante la Conferencia sobre la Reconstrucción en las ediciones celebradas en Lugano, en julio, y en Berlín, en octubre.
Como se señala en un informe reciente del Truman Center for National Policy, es necesario multiplicar los esfuerzos para vincular la diplomacia urbana a la política exterior de los países. Para ello es necesario reforzar la capacidad de las ciudades de operar en el sistema de relaciones internacionales, potenciando los vínculos que las unen y su capacidad para incubar soluciones movilizando el conocimiento, la innovación y la inteligencia de los actores más relevantes de sus territorios. Cathryn Clüver Ashbrook está comprometida a seguir trabajando para “desplegar todo el potencial de las ciudades en el escenario internacional y su vínculo con la democracia, la paz y las respuestas que demanda la ciudadanía”.
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