Hasta ahora no había habido ningún libro capaz de describir hasta qué punto el filofascismo se manifestó visualmente, tanto en el ámbito oficial como el popular. Nazis a Barcelona llena, con creces, este hueco en la memoria histórica colectiva de los catalanes.
No es ningún secreto que el régimen franquista, pese a mantener una neutralidad formal durante la Segunda Guerra Mundial, era adicto entusiasta al bando fascista (Paul Preston reveló los detalles más destacados de este partidismo en su biografía de Franco, publicada en 1994). Pero hasta ahora no había habido ningún libro capaz de describir hasta qué punto este filofascismo se manifestó visualmente, tanto en el ámbito oficial como el popular. Nazis a Barcelona llena, con creces, este hueco en la memoria histórica colectiva de los catalanes.
En pocas palabras: el gobierno y los militares franquistas manifestaban abiertamente su apoyo a los regímenes de Hitler y Mussolini: invitaban a altos cargos nazis y fascistas a Barcelona y a otros emplazamientos catalanes, y les regalaban cenas de gala, medallas y discursos repletos de elogios en los que la lucha fascista y nazi se describía como una continuación sin fisuras de la cruzada franquista. Las revistas y panfletos propagandísticos de la Alemania nazi –incluidos los discursos de Hitler– se difundieron en versión castellana por toda España. La Residencia Militar de Oficiales de Barcelona se dotó de una Sala Alemania con un busto de Hitler en la mesa y un cuadro con una cruz gamada a la pared. (La cruz gamada, por cierto, se convirtió en un emblema habitual en la Universidad de Barcelona, en el antiguo Parlamento de Cataluña, en la Diputación, en el campo del Barça y en el Palau de la Música).
El libro está repleto de fotografías impactantes –a menudo inéditas o poco conocidas– de los incontables actos profascistas que tuvieron lugar en Barcelona, Montserrat, Sabadell y Terrassa. Inquieta notablemente ver a un coro infantil cantando en el Palau de la Música para celebrar el cumpleaños de Hitler, o contemplar a los monjes de Montserrat saludando con sonrisa aduladora a Heinrich Himmler.
Ahora bien, si algo falta quizás en el libro es alguna referencia a lo que los nazis iban haciendo entre visita y visita a la Ciudad Condal, que pusiese de manifiesto la obscenidad de estas visitas. Por ejemplo, cuando Himmler aterrizó en 1940, sus grupos especiales de las SS, los Einsatzgruppen, ya habían fusilado a centenares de miles de civiles judíos y polacos. El año 1940 vio la creación, por parte de las SS, de guetos en que miles de personas murieron de inanición. En 1941, casi un millón de judíos fueron fusilados en los territorios ocupados por los alemanes durante la invasión de la URSS. En 1942 se abrieron los campos de exterminio de Belzec, Sobibor y Treblinka, donde murieron un total de 1.274.166 judíos, gitanos y polacos, todos gaseados, fusilados o apaleados hasta la muerte. Entre 1943 y 1944, un millón cien mil personas, la mayoría judías, fueron gaseadas en Auschwitz, y 79.000 personas más, también judías en su mayor parte, gaseadas o fusiladas en el campo de Majdanek (18.400 de ellas en un solo día de 1943, el día de Acción de Gracias por la Cosecha, celebrado oficialmente en Barcelona por la comunidad alemana y diversos oficiales franquistas en el Palau de la Música).
Si bien es posible que el gobierno de Franco no supiera nada de la Shoá al principio de la guerra, es inconcebible que no tuviera información fiable a partir de finales de 1942. Pese a ello siguió dando apoyo a Hitler hasta 1944. Quizás no estaría de más que algunos personajes públicos actuales, antes de acusar a ciertos políticos catalanes de ser nazis y fascistas, echasen un vistazo a la actitud que algunos de sus antepasados tuvieron hacia los nazis y fascistas de verdad entre 1939 y 1945.
Nazis a Barcelona. L’esplendor feixista de postguerra (1939-1945)
Autores: Mireia Capdevila y Francesc Vilanova
Editan: L’Avenç y Ayuntamiento de Barcelona
227 páginas
Barcelona, 2017
Del número
N105 - Sep 17 Índice
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