Amazon, la supertermita
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- Oct 22
- 8 mins
A la sombra de Amazon es fruto de una década de trabajo de investigación del periodista Alec MacGillis sobre los efectos que provoca la multinacional allí donde se instala. Unos efectos devastadores que Amazon genera, más allá del ámbito laboral, en el tejido urbanístico, económico, ambiental… De manera silente, pero implacable, actúa como una supertermita que va carcomiendo las vigas que han ido aguantando el mundo hasta dejarlo ahora tan polarizado y tan precario que ni los milenials lo pueden soportar. Estaría bien que los políticos, cuando dan todo tipo de facilidades para que se instalen, y la ciudadanía, cuando hace un pedido, tuvieran en cuenta todo lo que se explica en el libro.
En la castigada Baltimore que conocemos por The Wire, donde hubo una gigantesca fábrica de General Motors (GM), en septiembre del 2015 se instaló, signo de los tiempos, un almacén de 93.000 metros cuadrados de Amazon (unos 18 campos de fútbol), con 1.900 plazas para furgonetas. GM pagaba a los trabajadores a 27 dólares la hora; diez años después, el gigante de la distribución limosneaba a los suyos con 12 y 13 dólares/hora y prestaciones sociales más escasas. Para su instalación, la empresa de Jeff Bezos había recibido 43 millones de dólares en ayudas estatales y locales: dinero público para contribuir a salarios de miseria…
Lo más inquietante del libro A la sombra de Amazon del periodista Alec MacGillis no es la posibilidad de mirar la mugrienta trastienda del imperio del segundo hombre más rico del mundo (171.000 millones de dólares). Estaría bien que, cuando hagamos un pedido, los clientes recordáramos detalles de lo que explica: en los almacenes no suele haber sillas, aunque los trabajadores pueden llegar a andar 20 kilómetros en un turno; solo tienen 20 minutos de descanso en una jornada de 10 horas, pausa para comer aparte: si gastan más tiempo, acumulan puntos de demérito, que se les descuentan del salario y les acercan al despido.
Hay seguimiento automatizado del rendimiento: se tiene que descargar un camión de 15 metros en 20 minutos. En el interior, se deben colocar los palés a un ritmo de 13 por hora; los chóferes deben hacer 150 paradas al día por turno, con el reparto de unos mil paquetes semanales… Amazombies es el mote que reciben los empleados que, para aguantar el ritmo, se tragan como el agua los ibuprofenos que Amazon les vende allí mismo en máquinas expendedoras. Ninguna sorpresa: en estos almacenes se registran el doble de accidentes y lesiones graves que en la media del sector en Estados Unidos.
Pero lo que más estremece del libro son los efectos devastadores que, más allá del ámbito laboral, genera Amazon en el tejido urbanístico, económico, ambiental… Se trata del efecto silente, pero implacable, de una supertermita que va carcomiendo las vigas que han ido aguantando el mundo hasta dejarlo ahora tan polarizado y tan precario que ni los milenials lo pueden soportar.
Amazon se presenta a las autoridades de las ciudades que ha escogido con la promesa de crear miles de puestos de trabajo y, de inmediato, sugiere exenciones y créditos fiscales draconianos.
La estrategia de Amazon es mortalmente sencilla: se presenta a las autoridades de las ciudades que ha escogido meticulosamente con la promesa de crear (o conservar, lo que impacta más en los gobernantes) tantos miles de puestos de trabajo; de inmediato, sugiere exenciones y créditos fiscales draconianos que, de no ser concedidos, conllevan la amenaza de instalarse en alguna de las otras áreas donde, en paralelo, también ha hecho público que estudia ir. Las negociaciones son secretas, con intimidatorios contratos de confidencialidad.
La loca subasta se pone en marcha. Si no fuera por el rigor de MacGillis (68 entrevistas, 448 notas a pie de página, una década de trabajo), habría cosas difíciles de creer. En Akron (Ohio), las bonificaciones fiscales se extendieron hasta 30 años: a fin de cuentas, la compra de los terrenos le sale a Amazon gratis. El chantaje en Staten Island fue mayúsculo: dejarían que los 5.000 trabajadores se afiliaran a sindicatos a cambio de permisos y grandes subvenciones para una nueva sede… No es casual: la empresa tiene un departamento dedicado a conseguir ayudas públicas que llama “oficina de desarrollo económico”. Le sale a cuenta: en 2019 había recaudado más de 2.700 millones de dólares en subvenciones.
Bezos también se acerca a Washington: hay que controlar a los políticos para evitar pillarse los dedos con procesos antimonopolio como el que sufrió Microsoft en 1998. O para detener normativas que prohíban el uso de datos personales de plataformas. Aparte de comprar al influyente The Washington Post, Amazon es el tercer lobbista más grande de Estados Unidos, ya que invierte 16 millones de dólares anuales para convencer a los congresistas y a la Administración de que se olviden de los impuestos sobre ventas electrónicas, de la regulación de drones, de la supresión de descuentos en sus tarifas postales o para que los ayuden a convertirse en los proveedores de los grandes departamentos del gobierno y de la CIA. También engordan bien las puertas giratorias: en sus despachos trabajan el ex fiscal general adjunto del gobierno y la, hasta hace poco, eficaz responsable de compras de material de toda la Administración estadounidense.
MacGillis cose la evolución sociológica de las ciudades (la parte, a veces, más pesada) con la de empresas y con las historias de factor humano, bordado estructural que permite indignarse con la labor de carcoma social de Amazon. El patrón termina por emerger diáfano y, así, allí donde están sus megaalmacenes, la firma pasa a ser un monopsonio: al ser el único gran comprador de fuerza de trabajo, hace bajar cada vez más los sueldos, lo que precariza la vida hasta extremos exasperantes. Tanto que, en cinco estados, los trabajadores de Amazon se encuentran entre los principales beneficiarios de cupones asistenciales para alimentos a causa de sus bajos salarios. La compañía consigue incluso que se le devuelva parte de los impuestos que pagan sus trabajadores a Hacienda, pero, en cambio, hace uso de carreteras, autobuses especiales, hospitales, bomberos… Impuestos, cero; usufructo de lo público, todo.
Allí donde están sus megaalmacenes, la firma pasa a ser un monopsonio: al ser el único gran comprador de fuerza de trabajo, hace bajar cada más los sueldos, lo que precariza la vida hasta extremos exasperantes.
Si las instalaciones son de oficinas o de centros de datos (que gastan la electricidad de 5.000 hogares), el impacto es justo el contrario: alzas de un 11% en un año de los precios de las viviendas solo por el anuncio de la llegada de la empresa (lo ocurrido en 2019 en Arlington, cerca de la Comisión Federal del Comercio y del Departamento de Justicia de Washington, justo cuando abordaban la posición dominante de Amazon); efecto llamada de profesionales de alto nivel (uno de cada cinco habitantes de la capital es ya licenciado universitario frente a uno de cada siete hace 12 años), atraídos porque otras tecnológicas también se instalan allí; perfiles que saturan determinados distritos escolares y aceleran la expulsión de los antiguos vecinos… No hace falta hablar del impacto sobre el tejido económico (sobre todo en el comercio al por menor) ni del trastorno sociodemográfico, con territorios cada vez más polarizados entre los que concentran estas inversiones y los que las pierden; una hiperprosperidad versus una hiperpobreza, que inocula tensiones sociales y un escándalo sociológico que da la vuelta a los mapas electorales.
A la sombra de Amazon debería ser un regalo obligatorio de los jefes políticos a sus técnicos; también, lectura imprescindible para todo ciudadano inquieto. Porque lo que se explica en el libro ya se intuye en nuestro país. Por ejemplo: en Inglaterra ahora se han dado cuenta de que Amazon, ya en posición dominante en el comercio electrónico, está subiendo los precios de los libros, reduciendo espectacularmente la diferencia que existía hasta ahora con los de las librerías físicas. El BCN1, el almacén de la compañía en la capital catalana, emplea a 3.000 trabajadores… y a 6.000 robots, fabricados por una empresa que Amazon adquirió para evitar que la competencia se beneficiara de unos aparatos que mueven 400 artículos en una hora, cuatro veces más que otras máquinas… Como reza el subtítulo del libro, es “la historia del futuro que nos espera”.
A la sombra de Amazon. La historia del futuro que nos espera
Alec MacGillis
Ediciones Península, 2022
512 páginas
Del número
N124 - Oct 22 Índice
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