Adolescencias híbridas: entre la presencia y lo virtual
- Dosier
- Abr 23
- 10 mins
La realidad de hoy no puede ser interpretada con las claves del siglo pasado. A menudo, nuestros prejuicios nos llevan a ignorar la obvia modificación de las formas de vivir la adolescencia a través de tres transformaciones clave: la búsqueda de la satisfacción inmediata, las nuevas identidades sexuales y la ruptura de una separación clara entre la presencia física y la virtualidad.
Los adolescentes pasan una parte importante de su tiempo en internet, sobre todo en TikTok, su red social preferida. El 90% tiene un smartphone y el 36,7% pasa más de seis horas al día conectado[1]. Allí se informan; consumen música, pornografía y videojuegos; se insultan, pero también hacen amigos, cooperan y muestran sus invenciones artísticas y/o técnicas. Lo digital, como Jano, tiene ese doble rostro; y como el phármakon, contiene el veneno y el remedio.
Algunos adultos contemplan esta nueva realidad con inquietud: los ven como jóvenes violentos, adictos a las pantallas o caprichosos y volubles. Son modos de seguir “leyendo” las vidas de los sujetos del siglo xxi con las claves del siglo xx, dejando así que nuestros prejuicios ignoren su realidad y negando, además, la obviedad de que las condiciones históricas cambian, y eso modifica las formas de vivir.
Lo que los adultos preferimos ignorar es el acoso que les produce esa imagen de sí mismos, que no les gusta —cuando se miran al espejo/pantalla— y que los violenta internamente bajo diferentes formas: a veces, como un vacío que los angustia, otras, como un exceso que los desborda. Su primera solución es tratar de aliviarse con el consumo incesante de los gadgets, los tóxicos o los continuos pasajes al acto, que incluyen diversas formas de violencia: autolesiones, bullying, peleas… Elegimos olvidar el pasado porque nos angustia, y preferimos nominarlos como problemáticos a ellos, en lugar de observar ese pasaje como una cuestión difícil para todo ser humano y de estar atentos, así, a sus sufrimientos reales.
Tres transformaciones del siglo XXI
Constatamos tres transformaciones que nos sirven como ejes de lectura de esta nueva realidad. La primera la podemos llamar el frenesí y el vértigo, dos emociones que definen bien la época en que vivimos, marcada por un empuje hacia la búsqueda de la satisfacción inmediata —y a veces compulsiva— a través de los objetos que consumimos o las experiencias que vivimos. Siempre esperamos que sean intensas y excelentes, como si no pudiéramos aburrirnos nunca o darnos un tiempo de espera entre una satisfacción y otra[2]. Lo nuevo se nos presenta como un imperativo para lograr la felicidad[3], pasamos del no parar y del estado de euforia a la ansiedad por no alcanzar los objetivos previstos o por el temor a no estar a la altura de ese reto. Por eso, junto a toda esta euforia encontramos la otra cara de la moneda: lo que decae porque no se sostiene, sea en forma de autolesiones, trastornos de la conducta alimentaria, ideas autolíticas, adicciones o sentimientos de fracaso.
La realidad digital se ofrece a los adolescentes como una nueva superficie pulsional —escenario inédito hasta hace unas pocas décadas— para encontrar la satisfacción a través de lo que Freud designó como los objetos pulsionales: voz y mirada, preferentemente. Ellos y ellas miran y son mirados, se dan a ver y oír, escuchan y se hacen escuchar. Acumulan objetos (vídeos, fotos y música) y expulsan y se hacen expulsar (insultos, provocaciones, difamación y sexting). Al mismo tiempo, buscan el reconocimiento del otro y del grupo como signo de pertenencia a una comunidad.
Los jóvenes sienten pánico a pasar desapercibidos en la comunidad digital, ya que lo que no se exhibe en las redes sociales parece no existir.
La oscilación entre el frenesí y el vértigo digital se expresa bien en el llamado FOMO (Fear of Missing Out), el pánico a perderse algo por no estar en el sitio adecuado, que los empuja a conectarse permanentemente y escrutar cómo gozan los otros, dónde y cuándo, suponiendo que si ellos no están allí es que su vida ha perdido brillo. Es el pánico a pasar desapercibidos en esa comunidad, lo que les dejaría en el limbo de la existencia, ya que lo que no se exhibe en las redes sociales (RR. SS.) parece no existir.
Identidades sexuales
La segunda transformación tiene que ver con las identidades sexuales y los lazos sociales que estas crean. Aquí tampoco vale regirnos por los esquemas anteriores, donde el binarismo era la norma. La anatomía funcionaba como destino y los tipos sexuales eran precisos: si uno nacía hombre o mujer, tenía clara su elección, puesto que sexo y género se confundían. El problema, para la mayoría, eran los medios para realizar su elección y lograr su satisfacción posterior. Solo para unos pocos, esa decisión quedaba en la clandestinidad del armario, al producirse un desacomodo de la identidad sexual con el género asignado.
Hoy, las cosas han cambiado porque sabemos mejor que, entre lo que la anatomía nos da y el goce que experimentamos, no hay ningún automatismo. Media siempre el lenguaje y el encuentro con el otro vía las identificaciones, esas que ahora ya no funcionan tan bien. Por eso lo trans, como modo de estar y ser, se ha puesto tan de moda entre adolescentes, sin que suponga una excepcionalidad ni algo patológico. Es una nueva realidad en la que los sujetos, y especialmente los adolescentes, transitan de un género a otro, explorando esos cambios antes de concluir en una identificación más sólida.
El papel que tiene lo digital en este tránsito es clave, ya que es allí donde se exploran muchas de las versiones posibles de la identidad sexual, a través de los testimonios de otros adolescentes o de los discursos que difunden algunos influencers, que hacen de estas cuestiones el eje central de sus contenidos.
Ya hay agresiones sexuales en el metaverso que son vividas como reales, porque esa forma híbrida de la presencia atraviesa la imagen de la pantalla y toca algo de lo real del cuerpo.
La virtualidad
La tercera gran transformación ha sido la propia virtualidad. Es la nueva realidad digital —que se anuncia cada vez más inmersiva bajo la forma del metaverso— en la que niños/as y adolescentes viven, mientras que muchos de nosotros solo la visitamos a ratos, aunque cada vez durante más tiempo. El riesgo es que contemplemos esa experiencia digital desde nuestra condición analógica, ignorando que, además de jugar, buscan allí respuestas a sus interrogantes, desde los más cotidianos hasta algunos dramáticos, como el sentido de su vida.
La cámara de eco del algoritmo (recibimos eso mismo que emitimos) refuerza algunas ideas y propicia decisiones que implican soluciones dramáticas: autolesiones, tentativas suicidas o episodios anoréxicos. La necesidad de encontrar en ese “otro” digital una confirmación de sus temores, expectativas o deseos los lleva —a través del eco que el algoritmo les retorna— a validar lo que reciben como si se tratase de una verdad incuestionable, de la misma manera que pueden asumir ciertos cánones de belleza o ciertas prescripciones como guías ejemplares de vida. El fenómeno de #ThatGirl es muy significativo al respecto[4].
La importancia de las RR. SS. radica en que allí encuentran su inscripción, de la misma manera que lo hacíamos nosotros en la presencialidad (club deportivo, pandilla de amigos, asociación)[5]. De ahí que, más que pensar esas prácticas en términos de a-dicción (sin palabras), habría que considerarlas como un amor por esos objetos que, como todo amor, puede incluir dosis de alienación y toxicidad. El móvil es ya un órgano extracorpóreo que hibrida e incluye lo más íntimo (fotos, contactos, chats…).
Por otra parte, la separación radical presencia (física) - virtual (pantalla), hasta ahora clara y absoluta, ya no funciona de este modo. Hoy nos conviene la banda de Möbius como superficie topológica para entender la nueva realidad en la que vivimos y seguiremos por un tiempo largo: entramos por la presencia y, sin solución de continuidad, nos deslizamos hacia lo virtual. La háptica y las tecnologías de la web3 nos introducen en otro universo donde conoceremos nuevas formas de la presencia (holográfica, robótica, extendida…) que apenas imaginamos[6]. Hoy ya hay agresiones sexuales en el metaverso que son vividas como reales, porque esa forma híbrida de la presencia atraviesa la imagen de la pantalla y toca algo de lo real del cuerpo.
Junto a los riesgos, hay cada vez más oportunidades de creación, educación, cooperación, entretenimiento o participación política en las redes que se traman en el ciberespacio, nueva ágora para las generaciones más recientes[7].
Nuestra tarea como influencers privilegiados
¿Cómo nos posicionamos ante todas estas novedades? La primera tarea, para seguir siendo influencers de proximidad, es ayudarlos a manejarse con esa nueva realidad. Cosa nada fácil porque, primero, debemos renunciar a la proyección de ambiciosos (ergo, imposibles) ideales educativos, que solo logran culpabilizarnos y desresponsabilizarnos en nuestra función parental. Es el caso cuando la dejamos en manos de la tecnociencia (apps de monitoreo) o de charlatanes que —en modo coaching— nos prometen soluciones fáciles y rápidas. Nos conviene, en cambio, confiar un poco más en sus invenciones que, junto a nuestro acompañamiento, pueden constituir las bases de una verdadera pragmática.
¿En qué consistiría ese acompañamiento? En primer lugar, en privilegiar las conversaciones auténticas, con pasión, pero sin sermones ni indiferencia. Conversaciones necesarias y posibles en la familia o la escuela que requieren de cinco ingredientes[8]: escucha activa, tolerar el sinsentido, acoger la sorpresa, incluir el humor y generar efectos poéticos.
En segundo lugar, en limitar la sobresaturación sensorial, sustituyendo algunos regalos/objetos (gadgets) por experiencias físicas que les permitan confrontarse con una verdadera alteridad y no solo con avatares tuneados.
También en propiciar encuentros presenciales y haceres colectivos como respuesta eficaz ante lo desconocido; esto es importante porque sabemos que un porcentaje nada desdeñable de jóvenes españoles sostiene ideas misóginas[9] y xenófobas[10]. Hoy disponemos de metodologías participativas interesantes, como el aprendizaje-servicio, que combinan el dar y el recibir, la interacción individual-colectiva. Un ejemplo de esta estrategia se puede visionar en el vídeo El barrio mío, que recoge el trabajo con adolescentes realizado en el proyecto Adojo del Ayuntamiento de Barcelona a lo largo del año 2016.
Finalmente, en incorporar la realidad digital con la serenidad que nos proponía Heidegger[11] ante las novedades técnicas, acogiendo su misterio sin renunciar a nuestros principios, válidos en lo analógico (privacidad, responsabilidad, solidaridad…). Solo así la convertiremos en una oportunidad para los vínculos (lazo de compromiso) más allá de las efímeras y poco sólidas conexiones que nos propone la economía de la atención.
[1] I Observatorio de la Generación Z a través del smartphone. Wiko, 2019. http://ow.ly/a10N50MzULz
AEPD-Unicef ESPAÑA. Un móvil es más que un móvil. 2022. https://www.aepd.es/es/mas-que-un-movil
[2] Ubieto, J. R. y Pérez-Álvarez, M. Niñ@s hiper. Infancias hiperactivadas, hipersexualizadas e hiperconectadas. Ned Ediciones, 2018.
[3] Pérez Álvarez, M., Sánchez González, J. C. y Cabanas, E. La vida real en tiempos de felicidad. Alianza, 2018.
[4] Ubieto, J. R. “Cómo ser #ThatGirl”. La Vanguardia, 2022. http://ow.ly/nv9r50NcYiE
[5] Ubieto, J. R. Del padre al iPad. Familias y redes en la era digital. Ned Ediciones, 2019.
[6] Ubieto, J. R. y Arroyo, L. ¿Bienvenido metaverso? Presencia, cuerpo y avatares en la era digital. Ned Ediciones, 2022.
[7] Felipe G. Gil. Wattpad, la red social donde los jóvenes se enganchan a leer o escribir historias. Eldiario.es, 2021. http://ow.ly/eiaH50MvPKj
[8] Ubieto, J. R. y Arroyo, L. ¿Bienvenido metaverso? Presencia, cuerpo y avatares en la era digital. Ned Ediciones, 2022.
[9] Estadística de Violencia Doméstica y Violencia de Género (EVDVG). INE, 2021. http://ow.ly/b55850MvPyc
[10] Andújar, A., Sánchez, N. Pradillo, S. i Sabín, F. (2022) Jóvenes y racismo. Estudio sobre las percepciones y actitudes racistas y xenófobas entre la población joven de España. Madrid: Centro Reina Sofía sobre Adolescencia y Juventud, Fundación Fad Juventud. http://ow.ly/yyft50MvPVi
[11] Heidegger, M. Serenidad. Ediciones del Serbal, 1994.
Publicaciones recomendadas
- ¿Bienvenido metaverso? Presencia, cuerpo y avatares en la era digitalJosé Ramón Ubieto y Liliana Arroyo. Ned Ediciones, 2022
- Del padre al iPad. Familias y redes en la era digitalJosé Ramón Ubieto. Ned Ediciones, 2019
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