¿El decorado? Una plaza pública. ¿Los protagonistas? Los demás y nosotros, nuestro día a día, ¡pero también Tarzán! ¿Las palabras? Ninguna. Ahora iremos al teatro a mirar, a ser mirados. ¿La vida llevada al escenario? No exactamente: el autor ha anotado con toda precisión en su cuaderno quién cabe y quién no cabe en su ágora, en qué orden deben aparecer y con quién se tienen que cruzar la mujer que llora, el grupo de leñadores, Charlot o el hombre con los brazos llenos de relojes. Todo eso puede suceder en L’hora en què res no sabíem els uns dels altres: puede que un equipo de rodaje se instale en la plaza y, mientras un actor conocido repasa el guión, caiga del cielo una hoja muerta siguiendo los acordes de un vals o un bolero de Pascal
Comelade. Por una vez, y sin que sirva de precedente, nos callaremos. “No traiciones lo que has visto: quédate dentro de la imagen”, sentenció el oráculo de Dodona. ¿Teatro visual? Sí, como cualquier teatro, siempre que no estemos ciegos o sea una noche sin luna.
Música: Pascal Comelade; Direcció: Joan Ollé; Traducció: Clara Formosa i Feliu Formosa; Intèrpret: Felicidad Galindo, Marc Font, Josep Maria Domènech, quinze figurants i personatges de la societat civil, Armand Villén, Xavier Ruano, Maria Montseny, Andrea Montero, Maria Molins, Carlos Martín, Mercè Lleixà, Karla Junyent, Javier Harguindeguy, Georgina Cardona, Xavi Fontana, Ainhoa Aladanondo, Jorge Albuerne, Isabel Bres, Quim Dalmau;