Se le considera uno de los principales talentos de las artes escénicas europeas actuales, un artista que trabaja a la vez en dos disciplinas sin que sea posible decidir con seguridad a cuál de ellas debería adscribirse lo que estamos viendo. No es extraño, porque, como él mismo cuenta, Alan Lucien Øyen pasó su niñez en Den Nationale Scene, el teatro de Bergen, donde su padre trabajaba como responsable del vestuario de actores y actrices, lo que le permitió vivir desde dentro el mundo de la escena. Empezó a estudiar danza con 17 años con un maestro húngaro y, cuando unos años más tarde, ya formado en Bergen, Oslo y Colonia, empezó a crear sus propias coreografías, incluía en sus solos unos largos monólogos que hacían difícil seguir considerando sus creaciones como simples representaciones de danza. Ambos lenguajes, el dramatúrgico y el coreográfico, son para Alan Lucien Øyen casi imposibles de separar. Los combina una vez más en Story, story, die, una pieza para siete bailarines y bailarinas que se centra en la relación de interdependencia que se establece entre el amor y la mentira. Y es que, en esencia, todo el mundo desea ser amado y, para conseguirlo, somos capaces de reinventar nuestra vida diaria para hacerla encajar en un modelo deseable, que pueda ser objeto del afecto y la consideración de los demás, aunque sea mediante un me gusta en las redes sociales. En esas redes, todo el mundo está obligado a explicar continuamente “historias” positivas, de forma que quien no logra encadenar narraciones de éxito, una tras otra, está “muerto”, como mínimo socialmente (de ahí el título de la coreografía). Un movimiento coreográfico de alta intensidad, unas imágenes que parecen casi cinematográficas y un texto incisivo y siempre presente, que acompaña el movimiento, conforman un espectáculo que ha sido creado por el artista en colaboración directa con los y las intérpretes y que incorpora vivencias y experiencias personales de los propios bailarines y bailarinas, siempre en busca de la máxima sinceridad.
Alan Lucien Øyen firmó sus primeras coreografías en 2004 y, dos años más tarde, creaba su compañía, Winter Guests, un colectivo multidisciplinar que reúne a actores y actrices, bailarines y bailarinas, escritores y escritoras y personas dedicadas al diseño de escenografías o a aspectos técnicos de las artes escénicas. Ha presentado piezas de danza como What’s not to love? (2007), que también hablaba sobre el amor con referencias al mundo del cine, la televisión y el teatro; el evento escénico de seis horas de duración Coelacanth (2013), en el cual exploraba, con una docena de músicos en escena, las interioridades de la vida teatral empleando también el lenguaje de la danza; Simulacrum (2016), creada en Japón con los lenguajes de la danza contemporánea, el teatro kabuki y el flamenco; la coreografía creada por encargo del Tanztheater Wuppertal Bon voyage, Bob (2018); The Hamlet Complex, una pieza basada en la obra de Shakespeare para el Norwegian National Ballet (2021) o, también este pasado 2021, The American Moth, una representación multimedia con danza, teatro en varios idiomas y vídeo en directo que habla sobre las relaciones intergeneracionales y que cuenta con la mítica actriz Liv Ullman entre sus principales protagonistas.
Una coproducción de Dansens Hus (Oslo), The Norwegian National Opera & Ballet y Julidans Festival de Ámsterdam.
Financiado por el Arts Council Norway con el apoyo de Orsolina28.
El texto y la coreografía de este espectáculo han sido desarrollados en estrecha colaboración con sus intérpretes.
Coreografía: Alan Lucien Øyen, Interpretación: Olivia Ancona, Jacob Thoman, Scott Jennings, Yi-Chi Lee, Waldean Nelson, Tom Weinberger, Cheng-An Wu, Dirección de ensayos: Ana Maria Lucaciu, Diseño de la iluminación: Torkel Skjerven, Diseño del sonido: Terje Wessel Øverland, Gunnar Innvær, Escenografía: Martin Flack, Diseño del vestuario: Stine Sjøgren, Regiduría: Danny Hones, Técnico de iluminación: Christopher Sanders, Apoyo técnico en escena: Svein Sandvold, Mánager en gira: Menno Plukker, Fotografía: Mats Bäcker