"Todos somos igual de vulnerables"
Oriol hace de El Último Mono. Con su bata azul de chico de los recados. Con sus ganas de ayudar. Con su buena predisposición. Pero Oriol no es El Último Mono. Oriol es un actor. Uno más en la potente compañía (son 18 intérpretes sobre el escenario) que el próximo 15 de junio presentará en la Sala Beckett la creación colectiva Encreuaments a Vanuatu, uno de los espectáculos del proyecto ART i PART.
En esa poderosa compañía se han cruzado muchos caminos: confluyen actores profesionales -algunos de Els Malnascuts, otros llegados por libre- con otros que ahora empiezan, un grupo de usuarios de la Fundació Joia, entidad que se dedica a reivindicar e insertar laboralmente a personas con trastornos de salud mental. Oriol es uno de los actores debutantes que ha accedido al proyecto a través de Joia (son más de la mitad). Y, pese a que reconozca que está un poco nervioso por lo que pueda pasar el día del estreno, llega con ganas de no defraudar: no se separa del texto que ha subrayado en amarillo para poder memorizarlo y, atento en los ensayos, clava todas y cada una de sus réplicas. “Me apetecía colaborar, me parecía que podía ser divertido participar en la creación de una obra”, explica Oriol, quien asegura que la experiencia le ha servido para “perder el miedo, para aprender a respetarnos los unos a los otros”.
Al lado de Oriol se sienta, mientras espera el inicio del ensayo, Laura Giberga: ella sí que es actriz, aunque no pertenece al grupo de Els Malnascuts. Laura se integró en el proyecto cuando éste ya había empezado y no tomó parte en muchas de las reuniones con Lali Álvarez en las que trabajaron cómo sería la historia. Pese a no haber estado cree que fue muy interesante el trabajo que allí hicieron y que ha servido para levantar un texto “donde realidad y ficción se cruzan de tal manera que al final quedan desdibujadas”. Admite que le apetecía mucho tomar parte en una creación colectiva con un grupo de intérpretes tan numeroso –“no es habitual poder trabajar con tantos actores”- y si le preguntas qué aporta la convivencia con intérpretes de procedencias diversas, contesta rápido que “ayuda a comprender cuál es el espacio de cada uno y, también, a recordar que hay otras maneras diferentes a las tuyas de sentir la vida”.
En términos parecidos se pronuncia Elena Simarro que, cuando ha llegado al ensayo, se ha hartado de repartir besos entre todo el equipo. Ella que, aunque todavía no puede dedicarse profesionalmente a la interpretación sí que quiere dedicarle su vida y durante años se ha formado para conseguirlo, habla de la “generosidad” como uno de los valores que se desprende de un proyecto como el que se ha desarrollado en el laboratorio de Encreuaments. “Lo cierto es que las diferencias se marcan solamente por una cuestión de grado pero, en el fondo, todos somos igual de vulnerables”.
No lo duden: cuando suban al escenario costará diferenciar quién es quién y quién viene de dónde. Sólo será una compañía nerviosa en una noche de estreno
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