Lo que buscan es encontrarse, aunque parece que siempre se den de bruces por mil y una trabanquetas. Pero el malabarista y el acróbata que protagonizan Lazuz - una pareja que también ha tomado esta sonora palabra como nombre para su compañía- con quien se encuentran, tan solo apagarse las luces, es con el público. Lo encuentran y se lo meten al bolsillo... solo 30 segundos después de empezar ya se lo han ganado y no lo perderán hasta que suene el aplauso final, que en el Centre Cívic Urgell, primera parada de su periplo por los escenarios del Barcelona Distrite Cultural, fue grande y generoso, tanto como los artistas lo acababan de ser sobre el escenario.

Y es que Lazuz parece tan simple que es difícil darse cuenta de cómo es de complicado. Solo ellos dos, unos cuantas mazas para hacer malabares y una luz que cambia para sumergirles en unos cuantos claroscuros. Y solo precisan de tan poca ayuda para llenarlo todo de un baile donde los cuerpos se confunden y las acrobacias y los malabares acaban encontrándose y conviviendo... Tal como pretendía la pareja de artistas, Itamar Glucksmann y Ron Beeri, que si utilizaron la palabra Lazuz para bautizarse es porque quiere decir moverse en su lengua, en hebreo... Y quien se mueve, si lo hace bien (y este es el caso), siempre acaba por encontrarse.