"Los pequeños están más acostumbrados a jugar con la imaginación que nosotros""
Son unos viejos conocidos. Ya pasearon por nuestros escenarios a la caza de historias que podían parecer imposibles cuando un espectador las pedía, pero que ellos conseguían hacer realidad y, además, lograr que fueran divertidas. Y ahora regresan. Y lo hacen para seguir cazando historias, las que pondrán al servicio del Grande Rambutan, el gran sacerdote de su orden, la de los improvisadores. Solo que esta vez quién los tendrá que alimentar con palabras, personajes o situaciones serán losmás jóvenes: ¡Imaginación al poder!
¿Cómo inventasteis el personaje del Grande Rambutan?
En el espectáculo los niños y niñas nos ayudan a cazar los "Lichis", un tipo de luciérnagas que nacen cuando se inventa una historia o en nuestro caso, cuando se improvisa. Del mismo modo que elegimos el nombre de este fruto oriental, nos hacía gracia que este personaje oculto tuviera nombre de fruta exótica, también. El Gran Rambutan es un personaje misterioso, un sabio que nos encomienda la misión de crear historias de la nada, el reto es hacerlo antes de que caiga el último grano de arena de un reloj de arena.
¿Queréis que los niños sean conscientes del poder de las historias?
Totalmente, el público siempre disfruta cuando alguien narra una buena historia de viva voz o en nuestro caso, cuando la improvisa y la pone en escena. La comicidad, los escenarios, los personajes o el universo imaginario que puede surgir a partir del dibujo de un niño son infinitos. La complicidad que se crea entre actores y espectadores es muy especial, podríamos decir que cuando ambas bandas saben que están generando un relato inédito y creado en el momento es casi mágico. Por este motivo añadimos este elemento fantástico de los "lichis". Buscamos encontrar una perla, un momento único, una historia irrepetible.
¿Qué diferencia hay en hacer improvisación para adultos y para niños? Y ¿cómo la reciben los niños?, ¿de manera muy diferente a los adultos?
La diferencia más importante es que los adultos tenemos un montón de prejuicios y de ideas preconcebidas sobre cómo son las historias o cómo tendrían que ser. El bagaje cultural que todas tenemos nos hace prever cómo acabarán las escenas o saber quién será el o la protagonista. Los niños y niñas no tienen esta concepción y son mucho más libres, su lógica es fascinante, llegan a sugerirnos tramas a las que un adulto no llegaría de manera espontánea.
Otra particularidad que tiene actuar para los más jóvenes es que son mucho más transparentes. Si no los atrapa lo que estás explicando te darán pistas muy claras de que no les interesa; los adultos en cambio, acostumbran a ser más diplomáticos en este sentido. Esto implica que tienes que tener todos los sentidos puestos al servicio del espectáculo y mantenerlos cautivados como si estuvieras en un talent show.
¿Tienen los pequeños más imaginación? ¿Os hacen viajar a mundos más imposibles?
Es difícil decir si son más creativos los jóvenes que los adultos. Hay de todo. Creemos que hay un matiz quizás, los pequeños están más acostumbrados a jugar con la imaginación que nosotros. Ellos continuamente se están inventando diferentes juegos, en la escuela, en casa o con los amigos, son capaces de crear un personaje o de dar vida a un objeto inanimado. Esto se percibe en sus sugerencias, cuando les pides que inventen el nombre de un personaje o de un país inexistente, son muy ágiles y acostumbran a ser más alocados que lo que propondría un adulto.
¿Qué tipo de historias intentáis inventar conjuntamente?
Nuestro objetivo es el mismo que cuando actuamos para los adultos, entretener al público, divertirlo, hacerle partícipes del proceso creativo que llevamos a cabo cuando improvisamos. Tenemos comprobado que cuando nos divertimos improvisando, el espectador se divierte viéndonos. Obviamente cuando tienes el reto de hacer un espectáculo para los más pequeños, siempre intentas que en algún momento aparezcan valores universales, intentamos que en nuestras piezas haya una lectura en positivo de aquello explicamos, pero no intentamos conducir las historias hacia un final aleccionador o moralista, a no ser que venga por parte de la audiencia espontáneamente.