Si alguien se hace llamar La Chunga es que sueña con tocar el cielo del flamenco. Si alguien busca el cobijo de una de las más grandes, es porque no quiere que nadie la piense pequeña. Si alguien se espeja en aquella mujer que, nacida en Francia a finales de la década de los años treinta del siglo pasado, crecida en Barcelona, conquistó con su baile los tablaos más populares y las mentes más ilustradas (desde Alberti a Picasso, de Leon Felipe a Dalí), es que está dispuesta a llevar sus melodías hasta todo aquel que las quiera oír, desde el connoisseur hasta el profano, desde el cantaor de palos al aspirante a discípulo de palmero.

La Chunga que ahora nos visita tiene una vida más corta que la de aquella mítica bailaora, pero igual de apasionada porque la formación se ha propuesto desde hace poco más de dos años,  hacer llegar el flamenco tanto a quien lo aprecio como a quien no lo conoce, tanto a quien no está familiarizado con él como a quien lo rezuma por todos y cada cual de los poros de su piel. Y esto es lo que prueban de hacer con esta Verdad a compás que reúne temas propios y otros que han tomado prestado y los han hecho suyos como el Mediterráneo, de Joan Manuel Serrat, o aquella Tarara que escribió Federico García Lorca a partir de varias canciones populares dirigidas a los más pequeños.