Un cuadro que el artista romántico Théodore Géricault pintó en 1818, La balsa de la Medusa, es el punto de partida conceptual del último disco de Los Aurora y del espectáculo que presentan en el Barcelona Districte Cultural: una crítica a la decadencia a la que la humanidad se ve abocada por culpa de la corrupción del poder.

Para desarrollar esta idea, Los Aurora han hecho un disco con un sonido más eléctrico y enérgico, cercano al rock andaluz de los setenta y heredero de la explosión creativa que Enrique Morente y Lagartija Nick provocaron en 1996 con el álbum Omega. El sonido de la banda de Barcelona sigue surgiendo del flamenco, que fusionan con otros géneros y que evoluciona hacia lenguajes musicales más atrevidos.

El disco se presenta ahora en el circuito con un espectáculo innovador que cuenta con el bailarín Pol Jiménez, que une tradición y modernidad a base de palos jondos como seguiriyas y farrucas que evolucionan hacia la experimentación, tal y como hace la música con la voz de Pere Martínez, el piano de Max Villavecchia, el bajo de Javi Garrabella y la batería de Joan Carles Marí.