El sueño japonés de María López
El Saló del Manga huele a patatas fritas. Ese olor inconfundible impregna todo el recinto ferial de Montjuïc. Por contra, no suena nada de música. Hay decenas de stands y cientos de asistentes que deambulan por los pasillos, pero el silencio es hasta inquietante entre tanto gentío. Solo una parada desafía este acuerdo tácito de vacío sonoro con un pequeño equipo que emite canciones de pop surcoreano.
Una madre fotografía a su hijo subido a la nube Kinton de la serie manga ‘Bola de Dragón’ con la Sagrada Família de fondo. Dos adolescentes discuten acaloradamente sobre el peso de una espada. El monitor del stand del juego de cartas Force of Will advierte a dos niños que solo pueden sentarse a jugar si tienen trece años. Una mujer con nicab acompaña a su hija. Una niña con coletas que no levanta más de un metro del suelo arrastra una maza hinchable de ochenta centímetros.
La música está fuera, en la plaza de l’Univers, aunque los técnicos están retirando todos los instrumentos del escenario: la marimba, los violonchelos, los violines, las trompetas y los atriles con las partituras. Hace unos instantes una pequeña orquesta de elfos ha interpretado varios fragmentos de la banda sonora de la serie de videojuegos ‘La leyenda de Zelda’. Era música clásica y el jovencísimo público ha acabado exclamando: “¡Otra! ¡Otra!”.
¡Esas palmas!
El escenario ya está completamente vacío. Va a comenzar la actuación más esperada de la jornada. Pero Airii Yami no es japonesa. Se llama María López Machado y es una malagueña de 18 años que ha cumplido su sueño de vivir en Tokio y desarrollar una carrera como cantante. Debutó en el Saló del Manga de 2014 y su prodigiosa técnica y convincente dicción la llevaron a triunfar en un concurso televisivo japonés y a poner su voz en el videojuego ‘Osomatsu-san’ de Playstation. En el pop anime, ese tipo de encargo es un pasaporte a la fama.
Airii debería estar temblando, pero se la ve muy resuelta. Lo primero que hace al salir a escena es pedir al público que se levante del suelo y se acerque. Y obedecen. Airii cantará sobre las pistas pregrabadas que le lance un operario desde el lateral. La primera pista se resiste casi dos minutos, pero Airii no se pone nerviosa. Son las cinco de la tarde y apenas hay trescientas personas ante ella, pero lleva meses soñando con este día, así que no duda en pedir al público que la arrope. Y lanza un grito más castizo que nipón: “¡Esas palmas!”.
En primera fila, una chica ondea un corazón gigante rosa de cartulina rosa. “¡Ay! ¡Pone Yami!”, exclama Airii, entusiasmada. A pocos metros de la primera fila, tres espectadores adultos tararean las letras en japonés de Airii Yami. Son su madre, su tía y su tío, que han venido desde Andalucía para ver a su María. Unos metros atrás, tres veinteañeros siguen el ritmo de las canciones con una coreografía perezosa ‘brazos a la derecha-brazos a la izquierda’. El del medio lleva una máscara de gorila que le cubre toda la cabeza.
Esquizofrénicas influencias
El repertorio de Airii alterna guitarras punk, punteos heavy, azúcar pop y ritmos disco. Edulcoradas, frenéticas y atronadoras, todas sus canciones acumulan esquizofrénicas influencias de aquí y allá. ‘Sorairo days’, tema de la serie anime ‘Atraviesa el cielo, Gurren Lagann’, evoca lejanamente a My Bloody Valentine. Es una de las muchas versiones que ha utilizado Airii para foguearse como intérprete. Pero este mes un sello japonés publica su primer disco de composiciones originales.
El idioma es freno e imán para un público que no enloquece tanto como debía soñar Airii. La malagueña está saliendo por primera vez de esa burbuja de concursos televisivos, videojuegos y series manga para aterrizar en el mundo real. Y aquí no todo es tan hiperexcitante, ultracolorido y chupiamoroso. La euforia que transmiten las canciones no acaba de contagiar el ambiente.
“¿Os ha gustado?”, pregunta Airii, refiriéndose a la balada ‘Princess’, su nuevo single. “¿Mucho?”, insiste. Una pareja exhibe unos carteles de cartón en los que ofrecen abrazos y besos gratis. Está anocheciendo y despiertan por fin los focos para dar algo de color al final del concierto. Antes de abandonar el escenario, Airii señala el rincón donde firmará discos y una estampida de fans corre a formar una cola. La que corre más es la tía de María, que se coloca en segundo lugar. Solo la ha superado un veinteañero con un peluche.
Una cola interminable
Más de cincuenta personas aguardarán cola pacientemente. La asistenta de Airii, otra chica que como mucho tendrá diez años más que ella, llega con una maleta de ruedas llena de CDs. Empieza el ritual. Airii recibe elogios. Airii sonríe. Airii abre los CDs. Airii los autografía. Airii los entrega con ese gesto de sumisión nipona con micro-reverencia. Airii cobra el dinero y guarda los billetes en una caja metálica de cereales Kellogg’s. Airii se fotografía con los fans. En casos excepcionales, Airii abraza a algún fan. Airii mira el móvil. Y, siguiente.
Mientras la escena se repite una y otra vez, en el escenario ha empezado ya el concurso de cantantes de anime; el mismo en el que Airii se dio a conocer hace tres años. Por la tarima desfilará una concursante de Badalona, otra de Sevilla, otra de Canarias, uno de Madrid, otra de Valencia, otra de Mallorca, una chilena afincada en Bilbao… Cuando la concursante de Burgos diga tener 29 años, el presentador le escupirá un “tú ya estás muy curtidita, ¿no?”. En el pop anime, la juventud es un valor absoluto: es una obsesión. Da igual que esa burgalesa haya cantado mejor que nadie hasta el momento.
Pero ninguna canta mejor que Airii, que sigue con su firma de discos. La malagueña ya sonríe de forma más artificiosa y mira el móvil más a menudo. El sueño de la fama se va transformando en rutina. Dos veinteañeros de estética grunge vencen su timidez y se fotografían con ella. Airii se disculpa por no tener CDs para ellos: se han agotado. La asistenta de Airii comunica la mala noticia al resto de fans, pero solo tres se retiran de la cola. El resto esperará su turno para saludarla. La firma de discos durará tanto como el concierto: cuarenta minutos.
Más abrazos gratis
Ya es noche cerrada en el Saló del Manga. Camino de la salida, una chica reparte catálogos de productos de Nintendo. Otro chaval distribuye flyers de un concierto en el Auditori del Fòrum de la versión completa de la banda sonora de ‘La leyenda de Zelda’, con imágenes del videojuego en pantalla gigante y hasta ochenta músicos en escena. En la calle, tres chicas ofrecen abrazos gratis. Estas los anuncian mediante un cartel luminoso desde la pantalla de su móvil.
(Publicat el 5 de novembre de 2017)