No somos ovejas de nadie
Tres jornadas. Doce actuaciones. Dos escenarios. Bar, feria discográfica, zona wifi, colmado en la esquina, parada de metro a un minuto y la del autobús en la puerta. Este es el despliegue de medios del MicroClima Sound, un festival que desde hace seis años organiza la tienda de discos Ultra-Local coincidiendo con el Primavera Sound. No imaginen una infinita megastore. Esto es una humilde planta baja en la calle de Pujades de Poblenou. Debe de tener unos treinta metros cuadrados, la mitad de los cuales están ocupados por vinilos y cedés. Aun así, disponen de programa de mano con mapa y pulseras identificativas.
El dúo Vàlius protagoniza el primer directo del sábado. Su batería, el ser humano y el instrumento, están encajonados en un rincón. El guitarrista, tras la cubeta de vinilos, berrea aquello de “tot abans això eren camps!”, consciente de que hace solo dos siglos este barrio era la zona de cultivos que abastecía Barcelona. Cuando acaban su actuación, el baterista sale en busca de aire y se sienta en la marquesina de la parada del bus. Es lo más parecido a la zona VIP del festival. Aquí no existe ninguna separación entre músicos y público. Ni hay espacio ni tendría sentido. Algunos grupos del cartel son clientes de la tienda.
Ultra-Local Records está especializada en producto local. Por eso, todos los grupos y sellos de Barcelona y alrededores les llevan sus discos en cuanto salen de fábrica. Algunos son expuestos con orgullo en las paredes. En la puerta, entre pósters de conciertos, el calendario 2018 en el que Azagra retrata las incontables injusticias que se cometen a diario en la ciudad. En el cristal de la entrada, un aviso: el concierto de Billordo se retrasa. Watusawa, discjockey todoterreno con chanclas, pincha un vinilo de Masters Musicians Of Jajouka.
El hombre del anuncio
El dúo catalán Ran Ran Ran toca en el MicroClima Sound por quinta vez. Raúl, el responsable de la tienda, ejerce de técnico de sonido. Entre el público, varias caras conocidas: del sello El Genio Equivocado, del grupo Gúdar, de mil y un conciertos… Ese tipo de melena y barba blanca es un abuelo aficionado a las músicas experimentales tan habitual en la tienda que meses atrás protagonizó el anuncio del festival. Ese que llega pedaleando y derrapa en la puerta es Abel Galleta, del sello de hip-hop del mismo nombre. Ata la bici a la farola y entra.
Bajo las banderolas de colores, Ran Ran Ran ha decidido estrenar varias canciones de su próximo disco. Una de ellas dice: “Jo no venia aquí a parlar, venia a escoltar”. Silencio en la sala. Una mujer murmulla la letra de ‘La cova’ con la mirada perdida. Cuando el cantante pregunta al público si se oye bien su guitarra, un niño de unos siete años exclama: “¡Sííí!”. Ay, chavales, si aún no habéis ido nunca a un macrofestival, no os dejéis engañar. Allí se amontonan decenas de miles de adultos para ver los conciertos a cien metros de distancia. Y para sentirse más cerca, fotografían a los grupos a través de las pantallas.
Esto del MicroClima, más que un festival, es una fiesta en casa. De esas que pasas meses preparando y recordarás durante años. De esas que te dejan exhausto pero cargado de vivencias a las que echar mano los días más crudos del invierno. Raúl y su aliada Carme, tras del mostrador, son los primeros en alzar el puño y corear el estribillo de ‘Tot OK STOP’. Ran Ran Ran se despide con ‘S.A.N.Z.’, esa canción de Los Ganglios cuya historia transcurre en la tienda de discos Ultra-Local. Algarabía máxima. Y lanzan al aire un ‘fins l’any que ve!” con una mirada a los jefes de la tienda que solo cabe traducir como un ‘para lo que haga falta’.
Desde Argentina, vía Nápoles
Aunque parezca imposible, el concierto que retrata y justifica en sí mismo la aventura suicida que es abrir una tienda de discos, aún tiene que empezar. Su protagonista, Billordo, ya está aquí. Este cantautor anti-folk zurdo y argentino en quijotesca gira europea ha llegado tarde porque en Nápoles no le dejaban embarcar la guitarra, porque Vueling ha salido con retraso y porque en El Prat no conseguía rescatar su instrumento de trabajo. En el aeropuerto, entre tanto runner con letreros del Primavera Sound recogiendo a los últimos grupos de este año, lo esperaban con un folio blanco que anunciaba: ‘MicroClima Sound’.
La gente sigue de cháchara en la calle, pero Billordo los atrae rápidamente con dos acordes enérgicos rasgados con esa flaca guitarra acústica parcheada con adhesivos de Fugazi, Daniel Johnston, Black Flag y la princesa Leia. Ha sido una mañana complicada, pero el argentino está decidido a brindar un pase inolvidable. Será un elogio del underground y una crítica a la perversión actual del espíritu indie. “Somos el mismo rebaño, pero no somos ovejas de nadie”, brama. “Hey ho! let’s go! No le digas no al indie-rock!”, grita luego. Pero aclara que se refiere al indie tal y como se entiende en Argentina, no en lo que se ha convertido en España. “En Argentina están alucinados con el Primavera Sound, pero el verdadero festival es este”, afirma. Y los ultra-locales aplauden a rabiar.
Aplaude hasta esa pareja australiana que nadie sabe cómo ha llegado a la tienda. Billordo les traduce sus parlamentos e incluso alguna letra. Este tipo es energía y cariño, entusiasmo y abstracción. De repente, se saca de la manga el cántico más inverosímil del día: tres palabras que parecen anunciar un truco de magia. “¡Jengibre! ¡Limón! ¡Superstición!”, grita. Y el público, sin saber bien porqué, lo repite. Billordo contraataca en inglés. “¡Ginger!, ¡Lemon!, ¡Superstition!”. Los australianos lo repiten. Y mirando al mostrador, donde Raúl y Carme se frotan los ojos, remata el conjuro en catalán: “¡Gingebre! ¡Llimona! ¡Superstició!”.
Billordo ya está pletórico. El contexto en el que actúa hoy lo explica todo sobre su manera de entender la música. Por eso mismo, anuncia que la canción que va a tocar a continuación habla sobre ese disco de ahí, sobre ese póster colgado en la pared, sobre todos los que están en la tienda y sobre todos los que no caben pero están escuchando el concierto desde la calle. Un detalle muy significativo: pese a ser una tienda con gran oferta de música indie, solo tres o cuatro personas llevan la pulsera del Primavera. El resto no quieren ir o no se lo pueden permitir.
Dos que llevan pulsera son la pareja australiana. Se alojan en un hotel de Poblenou y tras buscar tiendas de discos en Google han llegado a Ultra-Local. Están entusiasmados con la tienda y con los conciertos, aunque él se haya mostrado falsamente incómodo al intuir que Billordo ha atacado a los hipsters en algún comentario. Al acabar el concierto, el australiano está tan contento que se dirige al cantante y le da la dirección del bar de Brisbane donde trabaja por si alguna vez pasa por Australia y quiere actuar allí. Así es como Billordo monta sus giras: sumando contactos de amigos y gente que conoce en los conciertos. Así se siente fiel al espíritu fraternal y colaborativo del indie original. Antes de que su nuevo amigo australiano se vaya al festival, le pide un favor: “¡Limpia el Primavera por mí!”.
De Andorra y del barrio
El siguiente en actuar es el granadino Ysucklove, un amigo de un cliente de Ultra-Local. Una vez más, la red de contactos. Y Billordo ni siquiera es el único extranjero del sexto MicroClima Sound. Silent James proviene de Andorra y publica en el microsello local Discos de Kirlian. La velada culminará con Lauren Nine, una vecina del barrio que empieza en el soul-rap, y otra sesión a cargo de los locutores del programa de radio ‘Hip-hip Ultra’ que se graba en la tienda.
Mientras la familia de Ultra-Local sigue bebiendo cerveza de la neverita azul, conversando y descubriendo bandas locales, un joven con camiseta de Arcade Fire y pulsera del Primavera dobla la esquina. Tiene la vista fija en su móvil y confianza ciega en la aplicación que lo conducirá a la puerta del macrofestival.
(Publicat el 3 de juny de 2018)