De Colombia a Serbia en un bar mexicano
Cuatro turistas estadounidenses pasan por delante del número 49 de la calle Viladomat. Se detienen y dudan hasta que los dos porteros les invitan a entrar. Es un bar de comidas mexicanas, pero al fondo parece que hay ambiente. No, ambiente, no: hay un fiestón. Los turistas se miran inseguros, pero en cuanto descubren que la entrada cuesta cinco euros se esfuman las dudas. Para adentro.
Pocos tragos más amargos debe afrontar un grupo que actuar en noche de Champions si, además, el equipo más admirado de la ciudad acaba de caer eliminado. Sin embargo, aquí no hay rastro de tristeza por la derrota del Barça. Es miércoles, es Barcelona y las mesas en las que se suelen servir guacamole y quesadillas están arrinconadas para que el público baile a sus anchas. En el escenario, de apenas tres por tres metros, ocho músicos tocan una cumbia.
El desconcierto sensorial se acentúa aún más al ver el techo de color azul celeste salpicado con nubes. Las paredes están pintadas como un paisaje del desierto. Abundan los cactus y agaves. Varias tiras de bombillas colgadas del techo acentúan la sensación de estar de fiesta en un pueblo de Nuevo México. Cuesta creer que hace poco el Santísimo Agave era una tienda de informática. Hoy es un bar donde charlar, beber, besarse y bailar mientras la banda toca.
Callejeros y de conservatorio
El grupo Balkumbia nació en Barcelona hace justo dos años. Como su nombre indica, el grupo se mueve entre la cumbia colombiana y los ritmos balcánicos, aunque ellos prefieren referirse a su música como una “fusión bailable de ritmos inmigrantes”. La cantante, Ugne, es de Lituania. En la sección de vientos soplan dos italianos. El batería es valenciano. Un turco toca la guitarra eléctrica y un catalán golpea el darbuka árabe. También es catalán el chelista. El charango lo rasga un chileno. Insólita banda donde conviven músicos de conservatorio y callejeros con edades que van de los 24 a los 50 años.
La resuelta lituana exclama: “¡Cuuuuumbia!”. Y la banda se arranca con ‘La Zenaida’. El público baila bien apretaíto. Los músicos, también. El pie del micro de Ugne ni cabe en la tarima. En cuanto acaban la cumbia de mango y papaya, se lanzan a por un original de un grupo de gitanos serbios. Su vertiginoso viraje geográfico no impide que el público siga bailando. De hecho, sube el voltaje. Entre ritmos colombianos y balcánicos, cuelan algún corte con sabor árabe que no funciona tanto. Ahora prueban con ‘Vacilando con la ayahuasca’, una chicha peruana. “Hoy nos ha salido bien por primera vez”, confiesa Ugne al terminarla.
La variedad de procedencias de los músicos parece contagiarse también entre el público. Suenan conversaciones en múltiples idiomas en este local del Eixample. Al fondo, dos tipos conversan sobre llantas de coches mientras sus parejas bailan. Los turistas estadounidenses se van soltando poco a poco. Hay un tipo con camisa blanca y sombrero blanco que tiene aires de patrón de una hacienda. Es, de hecho, el dueño del negocio y anda jugueteando con la máquina del humo. Quiere dar más color a la velada, pero hoy no hace falta.
Pausa de salsa y bugalú
El grupo anuncia una breve pausa. En el descanso sonarán discos de bugalú y salsa. En la segunda parte habrá menos público, lo cual permitirá a los que siguen en pie bailar más cómodos. Algunas parejas aprovechan todo el espacio disponible para probar coreografías que jamás imaginaron exhibir en público. Balkumbia ya mezclan sonidos de Europa del Este y el Caribe en una misma canción. Los expertos en llantas de coche se han marchado. Los turistas estadounidenses, también, pero se llevan a casa el grato recuerdo de esta noche de miércoles en Barcelona: paseando por la calle sin rumbo fijo puedes acabar viendo un explosivo concierto de cumbias y ritmos balcánicos por solo cinco euros.
Tras un año publicando esta sección de ‘Otros Escenarios Posibles’, queda claro que hay muchos más espacios donde escuchar música de los que creemos. De hecho, el Santísimo Agave ni existía hace seis meses. Hoy las bandas disponen de un escenario más donde rodar su repertorio, comprobar qué canciones les funcionan mejor y cuáles deben mejorar o descartar. Al final de la noche han pasado unas 80 personas. Toda la recaudación es para Balkumbia: unos 400 euros a repartir entre ocho. “50 euros por músico, un miércoles, no está nada mal”, celebra Ugne. Eso sí, pese a haber repetido hasta tres veces a lo largo del concierto que tienen CDs a la venta solo venderán uno.
Es casi la una de la madrugada y aún entra gente al Santísimo Agave. En cuanto ven el panorama se les ponen los ojos como platos. Suena la ‘Lambada’ a ritmo de cumbia. El público está absolutamente entregado al baile. El jefe del local está encima de la barra filmando la escena. Dos camareros improvisan una coreografía de cocteleros salseros. Nadie diría que hoy es miércoles. Nadie diría que hace un par de horas el Barça ha palmado en la Champions. Nadie diría que existe un deporte llamado fútbol. Nadie diría que esto es Barcelona.
(Publicat el 23 d’abril de 2017)