La plaza tiene que vibrar
Este reportaje no debería haberse redactado. El concierto que relata nunca debió realizarse. Y la plaza que lo acogió no debería existir. La plaza Botticelli, una extraña ágora circular bajo la avenida que comunica el paseo de la Vall d’Hebron con el túnel de la Rovira, iba a ser el aparcamiento subterráneo de un Mercadona, pero cuando se supo que el ayuntamiento había cedido aquel terreno a la cadena de supermercados, se creó la Plataforma Salvem Botticelli y se frenó el proceso.
El Queixal d’en Xöves de Horta ha organizado la segunda edición del Anxöva Reggae: son trece horas de música jamaicana con malabares, mercadillo, talleres de baile y un vibrante sound system. Bajando por la rampa de acceso a la plaza, un chaval esboza un grafiti. Al cruzar la entrada, justo después de los lavabos portátiles en cuyas puertas hay contundentes carteles para denunciar cualquier actitud machista, dos equilibristas practican suspendidas en sus trapecios.
La jornada coincide con el octavo aniversario de este casal nacido como ramificación juvenil del Esplai Isard-Flor de Neu. El Anxöva Reggae es una forma de recordar al barrio que la plaza es de todos, una forma de dar vida a un espacio público cuyo futuro aún es incierto. En la barra, un cartel informa del presupuesto del evento: son 4.600 euros desglosados en infraestructuras, bebida y artistas. Habrá que cubrir gastos con lo que se recaude de la venta de cervezas, refrescos y bocadillos.
Cortando hierba con el machete
Son las seis de la tarde. Adriana y Kumina dirigen del taller de baile dancehall. Cincuenta jóvenes atienden y repiten las coreografias. Algunos pasos de este género jamaicano toman su nombre de actividades cotidianas: el row di boat se baila remando; el chop out di grass, como si cortases hierba con un machete. La discoteca es un espacio de dominación masculina, así que otros pasos sirven para marcar los límites a los hombres. El lowe mi nuh, por ejemplo, significa que no agobies: estoy bailando, pero eso no te da permiso para nada.
Suena ‘Tom Cruise’, bombazo del jamaicano Don Andre. El estribillo dice: “Tom Cruise, Tom Cruise, me creo el mismísimo Tom Cruise. Rayban, Rayban, búscame en la pista de baile con mis Rayban”.
Sentados en el maletero de la furgoneta, los discjockeys del colectivo Badalonians escogen y ordenan los singles que van a pinchar: de Dennis Brown y de Barrington Levy, entre otros.
Si el éxito de un evento se mide, también, por el número de vendedores ambulantes, el Anxöva es un éxito. Estamos al lado de la ronda de Dalt, casi en el más allá de Barcelona, y aunque hoy no van a poder competir con los precios oficiales (refrescos a un euro y cerveza a euro y medio), varios vendedores se han apostado en la rampa de acceso a la plaza. Esa rampa que el distrito no ha acondicionado y que impide a la gente mayor bajar hasta a la plaza por miedo a tropezar.
Un sonido de cine
El equipo de sonido también tiene su historia. Urtica Sound es un colectivo de Vilanova i la Geltrú que hasta hace poco no tenía un sound system propio, pero cuando el cine Bosc de su ciudad cerró en 2015, la dueña del local quiso deshacerse de los altavoces. El local se lo quedó la joyería Tous, pero aquellos altavoces son los que hoy bombean las vibraciones de los decanos Badalonians, las del joven colectivo Galactical Placidians y la aguda voz de la barcelonesa Paula Bu. A los del Urtica Sound les gusta decir que ofrecen un sonido de cine.
Las dulces voces de Sugar Minott y Garnett Silk se expanden por la plaza ayudadas por su arquitectura circular e impregnan los muros del rocódromo. Da ganas de mojar pan en el cremoso sonido que emerge de los altavoces. El público está totalmente volcado hacia la torre de altavoces. Parecen castigados a bailar contra la pared. Una chica se encarama a la valla y pega la cara contra el altavoz más alto para recibir su vibración con más intensidad. Cada año la cultura del sound system está cautivando a más jóvenes en Catalunya.
Maria, jovencísima presidenta del esplai y portavoz ocasional del Queixal d’en Xöves, remarca su voluntad de dinamizar este espacio sin sobreexplotarlo. El casal forma parte del tejido asociativo del barrio así que consideran normal informar al vecindario de la celebración del Anxöva Reggae, asegurarse de no crear problemas de sonido y terminar la fiesta a la una. Aun así, lamenta que el distrito ni siquiera haya instalado una fuente en la plaza. ¡No será por falta de agua! Un portón conecta con el inmenso depósito de aguas pluviales de Horta.
Rastas y turistas
Esta plaza que debería ser un aparcamiento de Mercadona es hoy un colorido cráter de buenas vibraciones. Anochece y sigue llegando gente. Unos vecinos subsaharianos se suman al baile. Los niños siguen correteando. También se ha acercado algún matrimonio adulto. Cuatro chavales bajan con la pelota de fútbol. El ambiente es de fiesta mayor. En la barra aún alucinan: ¡han atendido en inglés a varios turistas! Un joven con rastas se rasca la nariz con la trenza de su amigo.
Poco antes de la medianoche aparecen Kinky Roots & Fyah Sound. El generador de electricidad tendrá que emplearse a fondo porque los de Santa Coloma no pinchan reggae clásico sino pepinazos dancehall de temporada: de Konshens, Dexta Daps, Demarco, Tory Lanez, Elan, Vybz Kartel, Serani… La plaza vibra. Ese es el objetivo: que deje de ser un cráter moribundo.
Alguien dejó escrita en el muro circular de la plaza la frase ‘Lluitar per recuperar la il.lusió’. Y ahí sigue. La luna llena, redondísima como la plaza Botticelli, ilumina la noche.
(Publicat el 12 de març de 2017)