Todas las canciones bengalíes son amorosas
En Calàbria 66 se celebran conciertos de blues y swing, reuniones sindicales y juicios populares a la banca española, debates sobre el cinismo de la Unión Europea y charlas sobre el cambio climático. Desde la calle, este equipamiento de barrio es más frío que una delegación de Hacienda. Es la sede de cuarenta asociaciones vecinales y el sábado por la tarde hay un vigilante en la puerta y poco más. Bueno, sí, unos ancianos jugando a cartas. Nada haría sospechar que en el auditorio de la segunda planta se celebra la Fiesta de la Primavera que organiza la Associació de Dones de Bangladesh a Catalunya.
Pero sí. Al salir del ascensor, lo primero que llama la atención son dos jóvenes de rasgos asiáticos que ensayan a escondidas. Él es Pavel Patryush y toca la guitarra. Ella es Baishali Sarkar y canta. En el escenario del auditorio, un adolescente con camisa azul eléctrico pregunta al técnico de sonido si tiene un adaptador para iPod. Una mujer anda muy ocupada anotando nombres en una libreta de espiral. Es Famiya Khan Tithi, cantante instalada en la ciudad que hoy ejercerá de presentadora. Mehetal, la presidenta de la asociación, reparte órdenes en bengalí y castellano. Varios niños y niñas juegan al escondite.
La Fiesta de la Primavera se celebra en este edificio municipal de la calle Calàbria porque el Raval y Sant Antoni son los barrios con más población bengalí de toda Barcelona. Así lo afirma Mesbah, que vive en Sagrada Familia y baja al Raval cada semana para hacer la compra. Ya empieza a llegar el público. Todos se conocen y la mayoría colabora de un modo u otro en la comunidad. Ahí está el presidente de la asociación de hombres. Aquel joven es el representante de la federación de cricket. Ese otro es el único integrante bengalí de la Coral Asia. Y aquí está Jony Afaz, periodista que hoy hará de traductor para este cronista.
Del color de las flores
Todas las mujeres lucen vistosísimos trajes de colores: naranjas, amarillos, rojos… Son tonalidades que representan las flores y la alegría que trae la nueva estación. A su lado, los hombres, con sus pantalones y chaquetas de paisano, parecen troncos de encina enmohecidos. Ha llegado la hora de empezar. Todos los presentes se ponen de pie para cantar el himno nacional. Los niños y niñas, no. Siguen correteando por la sala.
Pavel y Baishali son los primeros en actuar. Ellos no son de Bangladesh, sino de Calcuta, pero en esta ciudad india también está muy presente la cultura y la lengua bengalí. Baishali interpreta unos versos de Tagore mientras Pavel la acompaña con su guitarra acústica. La segunda canción, explica Jony, forma parte de la banda sonora de una película sobre la guerra entre Bangladesh y Pakistán. El público la tararea. Pavel aún interpretará otra canción sobre la primavera y agradecerá que siempre cuenten con él y con Baishali para estos actos. También aplaudirá el esfuerzo de la asociación por apoyar su cultura a tanta distancia de Bangladesh. Lo dirá en bengalí y lo repetirá en catalán.
A partir de ahí, empiezan a desfilar mujeres y niñas por el escenario. Las primeras interpretan canciones bengalíes sobre una base instrumental pregrabada en un CD. Las segundas, ejecutan danzas tradicionales. No hay instrumentos. No hay músicos. No hay presupuesto. La celebración tiene aires de fiesta de fin de curso o de karaoke de centro cívico. Aun así, la frontera entre profesionalidad y amateurismo se diluye con naturalidad. Las mujeres exhiben deslumbrantes agudos. En especial, una que se llama Diva, informa Jony. Diva se atusa el pelo y se recoge el vestido ocho veces en medio minuto. Se la comen los nervios y le entra la risa floja por algo que le susurran desde el lateral del escenario, pero, en cuanto se arranca a cantar, ya es primavera en Calàbria 66.
Emancipación y pulseras
Komal Naz, joven paquistaní que colabora en el programa Xeix de integración de las comunidades asiáticas, apoya y celebra que la Associació de Dones de Bangladesh impulse proyectos de emancipación y empoderamiento. El de hoy sería un buen ejemplo. Los hombres poco pueden hacer. Pueden hacer fotos, pueden aplaudir y pueden vigilar a los niños y niñas que siguen corriendo por el auditorio. Y aun así, cuelan en el programa a un par de varones. Uno nos aturde con un tema de hard-rock bengalí nada primaveral. Otro hombre, dependiente de un colmado, según filtraciones de Jony, nos casca un número de pop-rock melódico ochentero bengalí. Los niños pasan de todo. Solo prestan atención cuando sale una niña y canta lo que podría ser un hit televisivo infantil. La letra, traduce el periodista bengalí, dice que si le compras pulseras tendrás su amor.
Famiya hace un alto en el guión y pregunta al público si lo está pasando bien. También lo pregunta en castellano para que los tres españoles en la sala nos sintamos más integrados. Y, ya de paso, nos introduce en la temática romántica y primaveral del repertorio con una frase que suena a título de película: “Todas las canciones bengalíes son amorosas”.
El joven de la camisa azul eléctrico, aquel que parecía el chico más tímido de la diáspora bengalí, se transforma en cuanto agarra el micrófono. Los focos parpadean y enloquecen con su karaoke. Poco después saldrá su madre, batiendo el récord de dulces agudos. Famiya se anima y cuela alguna segunda voz. Eso sí, escondida tras la cortina. Hoy ella no debe ser la protagonista.
Cuando parece que ya han finalizado las actuaciones, Famiya invita al escenario a varios matrimonios bengalís. Cada uno recibe de una niña un globo con forma de corazón y pronuncia unas palabras sobre su vida en común. En casi todos los casos, las que hablan son las esposas, no los maridos. Las palabras de Mehetal, la presidenta de la Associació de Dones de Bangladesh a Catalunya, son las más esperadas. Lleva casada con su marido desde 1981. Y así siguen: juntos, a más de ocho mil quilómetros de su país.
Amor. Primavera. Bangladesh. Barcelona.
(Publicat el 26 de febrer de 2017)