Batalla de gallos detrás del Macba
Zeus se abre paso entre la multitud para llegar al centro del corro donde tiene que competir en la fase eliminatoria de la Gold Battle. Debe tener la adrenalina más que disparada. Se apuntó a la competición hace días por Facebook y ahora no puede echarse atrás. Baja las gradas y se saluda con otros los tres raperos a los que se enfrentará. Aquí hay gente para llenar tres veces la sala Sidecar. Muchos grupos de rock con tres discos jamás actuarán ante tanto público.
Hay tantos jóvenes reunidos en la plaza Joan Corominas, detrás del Macba, que faltaría un micro para oír bien las bases instrumentales y las rimas. Pero no hay presupuesto. Esto no lo monta Red Bull. Estamos en la quinta clasificatoria de una competición autoorganizada. Para hacer efectiva la inscripción hay que pagar dos euros. Titus, un rapero clasificado en una eliminatoria anterior, llama a los concursantes. El orden de la batalla se lo juegan a piedra, papel o tijera.
Esas rimas fálicas
Hay unos ochenta raperos inscritos. En la primera ronda caen como moscas. Zeus, también. Entre el público hay varias jóvenes, pero la estadística de género de esta Gold Battle es deprimente: ni una rapera. Tal vez por eso casi todas las primeras batallas se encallan una y otra vez en rimas fálicas: mi polla eso, mi polla lo otro, mi polla más, tu polla menos… Tampoco faltan insultos racistas, ya que entre los concursantes hay chavales de origen latinoamericano, magrebí y hasta uno de raza negra. Y, claro, lo fácil es tirarse a atacar por el color de piel.
Al fondo, el mural de Keith Haring propone: “Todos juntos podemos parar el sida”. En el corro, los insultos homófobos también sirven de munición. Pero aquí nadie se enfada. Agudizan el ingenio y disparan con tópicos nocivos, pero en cuanto acaba la batalla, se abrazan. Alguno lleva tanta rabia dentro y rima a tal velocidad que no cuadra el ritmo ni por casualidad. Pero ya se empiezan a escuchar voces con carácter. Ahí está Sweet M, de flow siempre relajado. O Khaay, el de la bufanda. Siempre llega último, suelta su metralla y pasa de ronda.
Xibecas y Cheetos
Los que no concursan también participan a su manera. Entre litronas de Xibeca y bolsas de Cheetos, comentan las rimas. “¡Usar el mismo patrón dos veces seguidas! ¿Pero qué es esto?”, denuncia uno. “Estos dos nunca decepcionan”, celebra otro, refiriéndose a un duelo con nivel de final. Una chica exclama: “¡Esa rima se me acababa de ocurrir a mí!”. Otra bosteza de aburrimiento. Dos japoneses curiosos se acercan y filman. Cada vez huele más a hierba buena. Por ahí va Sergione vacilando. Se clasificó en otra eliminatoria semanas atrás.
Un chavalín regordete debe soportar que su oponente se ría de su edad, pero se defiende con una hábil rima sobre Winnie the Pooh. A otro le sueltan que con esa nariz parece un avión, pero replica amenazante: “Si yo tengo cara de avión, tú eres las Torres Gemelas”. Hay que improvisar con chispa. Y no es fácil. Si alguien sospecha que traes rimas de casa te llaman libretero. Si vienes con una rima en plan “hoy hay castañada y vengo a darte un castañazo” te expones a te respondan: “Qué me vienes a contar con esa cara de boniato”.
Doraemon y Oliver Twist
Mientras todo sea improvisado, todo vale: rimas sobre Albacete, sobre ‘La que se avecina’, sobre Oliver Twist, Doraemon o Mary Poppins. Momocky es negro y tiene que encajar que le comparen con un primo de Kanouté. Kata y Alca elevan tanto el listón que merecen pasar los dos. Pero solo pueden quedar dieciséis. La presión del público y de algún rapero eliminado hace que se amplíe de dieciséis a treinta y dos contrincantes. A Oliver no le parece bien: “¡Cachorros quejicas! Cuando yo empecé no me quejaba de nada. Solo quería rapear”, exclama. Es un veterano.
El nivel crece conforme se reduce la lista. Pero cae Blast. Y cae Kondak. “Haces publicidad de centrales eólicas de Castilla La Mancha, de tanto mover los brazos”, se burla uno. “Voy a ser como el Leicester haciendo free. Ganaré cuando nadie apostaba por mí”, advierte otro. Ojo a esta rima de actualidad: “Tienes un buen flow, pero menos estructura que el discurso de Rajoy en el debate de investidura”. Titus propone un descanso y se va a orinar contra el muro. Tenemos semifinalistas: Momocky contra Alca y Khaay contra Brandao.
Momocky contra Brandao
Ya es de noche y la gente que filma con el móvil debe usar el flash. Aquí lo importante sí es participar, porque llega al momento clave y cada vez queda menos gente. Por fin se escuchan con nitidez las rimas. Mientras Momocky se bate con Alca, se montan corrillos paralelos para seguir improvisando al margen de la eliminatoria. El duelo es tan equilibrado que el público pide réplica y el jurado accede. Al final, Momocky gana. La semifinal de Khaay y Brandao también está igualada, pero Brandao consigue por los pelos su pase a la final.
Han pasado más de tres horas y Anuar Brandao se dispone a despellejar a Núñez D. Meister alias Momocky. Se avecinan rimas sobre moros y negros. También, alguna especialmente cruel e ingeniosa sobre ser más inservible que el podólogo de Irene Villa. Las instrucciones de Titus han sido claras: “Nada de colegueo. Quiero sangre sucia”. Mientras, las mujeres siguen aparcadas a un lado. Un hombre llegará a la final y en diciembre se batirá con otros hombres en la final regional que acogerá el Espai Jove La Fontana. Y un hombre ganará la final nacional.
Son casi las nueve de la noche. La Xibeca y todo lo demás han causado su efecto. Un espectador grita: “¡Brandao, paquete! ¡Momocky, cabrón! ¡Titus, a la calle!”. Abucheos guasones y aplausos a la organización y al jurado. Un minuto después de que Momocky se proclame vencedor de esta quinta y última eliminatoria de la Gold Battle barcelonesa, la gente se dispersa. Las gradas quedan desiertas. Nadie diría que este espacio público acaba de acoger una muestra de cultura juvenil urbana organizada y autogestionada a través de las redes. A la mañana siguiente, todos los duelos ya están colgados en Facebook.
(Publicat el 30 d’octubre de 2016)