Fenómenos invisibles
Cuando anochece, el tramo de la calle Tarragona que baja en dirección sur desde la Estació de Sants es una avenida desértica. Sobre todo, la acera derecha, donde abundan los edificios de oficinas cuyas oscuras cristaleras reflejan y multiplican esa imagen de vacío. Pero frente al número 141 hay una vistosa algarabía de gente. Ellas lucen taconazos y pestañones. Ellos, músculos trabajados. Todos se dirigen en portugués a los porteros de la discoteca Safari Disco Club. Desde el interior de la sala se escapa algún que otro alarido del amenizador de la fiesta.
Ya en el interior de la discoteca, la misma que durante muchos años se llamó Atic, por mucho que esté en una planta baja, el ambientazo es incluso intimidante. El público grita apasionadamente las canciones de Gean Miguel. Se las saben todas y vociferan tanto que al cantante brasileño apenas se le oye. “Ahora voy a cantar una mía”, anuncia. Y el fervor baja de cien a diez. Hasta ahora ha interpretado versiones de clásicos brasileños mientras en un lateral del escenario su ayudante le lanzaba las bases desde un portátil. Pero nada de samba o de bossa nova. Todo los títulos provenían del inagotable cancionero sertanejo. ¿Sertaqué?
Necesito contexto
La música sertaneja es un fenómeno exageradamente masivo en Brasil. Monopoliza emisoras y llena estadios con canciones románticas, principalmente baladas de perfil conservador tanto en temática como en sonido. Suele ser comparado con el country por ser un género nacido lejos de las metrópolis y muy popular en zonas rurales. También, porque algunos artistas lucen estética cowboy. Nada mejor que un concierto de sertanejo para asumir que en Barcelona las músicas más diversas también tienen su lugar, sus estrellas y sus grandes noches.
Del mismo modo que el sertanejo es un fenómeno prácticamente desconocido fuera de Brasil, el debut barcelonés de Maiara y Maraisa será un exitazo invisible en la ciudad. Otra particularidad del sertanejo es que lo suelen interpretar dúos; a menudo, de hermanos. Maiara y Maraisa son gemelas. Hace dos semanas el número uno del ránking radiofónico brasileño era su ‘Aí eu bebo’. Y aquí están las gemelas de Mato Grosso respaldadas por su banda. Más de mil personas abarrotan hoy la discoteca. La platea es un mar de pantallas de móvil.
Entre el público hay parejas quinceañeras y de setenta y algo. El amplio rango de edad también lo es de tonalidades de piel, prueba de la diversidad racial de un país tan rico en mezclas. Tres veinteañeras agarran sus botellas de cerveza como si fuesen micrófonos y braman las letras como en un concurso que ganará la que muestre más desesperación. Un hombre abre los brazos hacia el cielo agradeciendo que suene ‘Tem chum’. Hace rato que aquella mujer se descalzó y subió a un sofá para ver mejor. Llegará ‘Aí eu bebo’ y el desparrame será total.
El de Maiara y Maraisa ya es un sertanejo del siglo XXI. En su repertorio caben ecos de bachata y de ranchera, síncopas reggaetoneras y algo de funk carioca. Aun así, el grueso de su cancionero son esas baladas y medios tiempos que reforzarían escenas clave de telenovelas de mediodía. El entusiasmo que despiertan las gemelas será inexplicable para los no brasileños, pero viendo la felicidad absoluta de tantas parejas abrazadas coreando sus melodramas sertanejos te acuerdas de Álex Ubago, Anastacia y tantísimos ídolos del pop español y anglosajón. Hoy hay quinientas Maiaras y otras quinientas Maraisas en la discoteca Safari Disco Club.
El paraíso del selfie
El teléfono móvil es el complemento estrella de la noche. Muchos espectadores filman la actuación. Otros se graban cantando solos o en grupos. En primera fila hay tres jóvenes desgañitándose ante la pantalla. Cantan de espalda al escenario, pero ni Maiara ni Maraisa se ofenden. Ellas también cogen el móvil de algunos espectadores y se autorretratan con el público de fondo sin dejar de cantar. Si el concierto se detiene será porque, además de cantar y hacerse selfies, las gemelas tienen que firmar una bandera de Brasil o una camiseta de la canarinha.
Al fondo de la sala, la visibilidad es casi nula, pero se canta y se baila con idéntica pasión. Hombretones de barba perfectamente recortada han traicionado su rictus seriote cuando sonaba ‘Nao abro mao’. Otros señalan al vacío despechados como si estuviesen insultando al árbitro por anular un gol válido. Esa pareja apoyada en la barra parece discutir acaloradamente; en realidad, están recitando de pe a pa la canción que Maiara y Maraisa interpretan a lo lejos. Parecen actores de una sertanejo-novela. Aquella otra pareja, la de la barra opuesta, no está cantando: está discutiendo de verdad. Drama llama drama.
Ronaldinho está en la banda
La recta final del concierto es un surtido de clásicos del cancionero nacional en formato popurrí. Y ahí ya sale todo: el precioso incunable sertanejo de Leandro e Leonardo ‘Pense en mim’ y éxitos del ska y el funk brasileño que convierten la discoteca en un pueblo en fiesta mayor. Por salir, sale hasta Ronaldinho, que está viendo el concierto tras el escenario. El exfutbolista blaugrana saluda, sonríe y con una finta rápida regresa discretamente a la banda. Hoy el protagonista no es él.
El concierto concluye con el lanzamiento de un surtido de souvenirs. El más preciado es una extraña cuerda corta, gruesa y blanca con un nudo en medio. A una fan agotada de tanto cantar y bailar le cae una en las manos. La abraza con pasión y, como si fuese una botella con mensaje, deshace el nudo para saber qué es. Es una toalla de mano con una imagen de las gemelas estampada. Tal vez esta noche se seque con ella después de desmaquillarse. Tal vez no la use y la coloque en un lugar preferente del lavabo antes de irse a dormir.
(Publicat el 9 de febrer de 2020)