Nadie tira la mierda como él
“¡Paolo!”. “¡Fratello!”. “¡Ciao!”. Ni una sola de las conversaciones que mantienen las decenas de personas que hacen cola frente al número 86 de la calle Almogàvers es en castellano. Todos hablan italiano. Todos han venido a ver a Noyz Narcos. El rapero romano no es un cualquiera. Su último disco, ‘Enemy’, ha sido escogido por la franquicia italiana de la revista ‘Rolling Stone’ entre los quince mejores de la década. A sus cuarenta años, ocupa un espacio similar al de Kase-O en España. En Italia llena pabellones, pero hoy actúa en una pequeña sala de Barcelona.
La discoteca Wolf celebra su primer concierto esta noche. Aquí mismo abrió el mítico Psicódromo en 1989. Tras su cierre en 1992, el local ha tenido otros nombres: Lokotron, Metalzone, Sr. Lobo… Su actual gestor, Ramón Mas, creció en la vecina calle de Juan de Austria y fue cliente del Psicódromo en su juventud. Durante tres décadas el local funcionó únicamente como discoteca, pero atrás haber dirigido locales como Bóveda y Be Cool, Mas sabía que Barcelona carece de salas de conciertos con aforo para quinientas personas. Un año y medio después de adquirir el local, ha llegado el día de estrenar el nuevo escenario y equipo de sonido. Y se va a estrenar con la sala prácticamente llena.
Noyz Narcos tiene fama de díscolo y se va a hacer esperar. El rapero chileno Mago Clyn, solo tenía que calentar el escenario un rato, pero acabará rapeando casi una hora y media. Recita en castellano para una audiencia italiana. Se está “dejando el cuero” con sus improvisaciones sobre bases de rap hardcore para mantener al público atento y participativo sin recibir ni un abucheo. Y tiene mucho mérito porque Noyz Narcos saldrá una hora tarde sobre el horario anunciado. A Mago Clyn le sobran tablas. Forma parte del colectivo barcelonés T.R.U.E. (acrónimo de Taller de Ritmos Urbanos Escuela) y está más que acostumbrado a calentar eternas sesiones de micro abierto por los barrios.
“¡Buona sera, giovani!”
“¡Buona sera giovanni!”, proclama Noyz Narcos como quien acaba de entrar en un bar a tomarse un capuchino. La respuesta huracanada del público casi le vuela la gorra de béisbol. Cientos de italianos tienen a su ídolo a un palmo de distancia. Si estiran el brazo podrán chocar los puños con él. El Instituto Nacional de Estadística tiene censados en Barcelona casi 53.000 italianos que suponen, con diferencia, la nacionalidad extranjera más numerosa en la ciudad. Hoy en la sala hay más de cuatrocientos. Podríamos decir que ha venido uno de cada 130. Algunos lucen ese bigotito tan característico del rapero. Aquel hombre en silla de ruedas no ha sorteado ningún obstáculo arquitectónico para entrar. La sala está a pie de calle.
‘Tutti i cazzo de giorni’, se lee en las camisetas que se venden el el puesto de merchandising. Traducción: todos los putos días. Es uno de los versos estrella de un rapero famoso por otros como “vengo de la ciudad de las falsas esperanzas” y “Santa María madre de Dios, nadie tira la mierda como yo”. El discjockey Gengis Khan le hace segundas voces, pero quien más grita en esta impoluta y novísima sala es el público, que multiplica el eco de sus rimas con furia inusitada.
“Mi mierda es Wu-Tang”, canta, refiriéndose a los raperos neoyorquinos, pero en sus canciones también hay guiños a grupos metálicos como Megadeth y Cannibal Corpse. En sus ritmos secos heredados del hip-hop callejero de los 90 se cuelan campanas de muerte, coros de iglesia y ambientes de película de terror. Por sus frenéticos trabalenguas desfilan Nosferatu y el papa Ratzinger. En la pantalla, crucifijos, sangre y lápidas. Noyz Narcos engulle la iconografía religiosa como antaño hizo el black metal y la vomita en un contexto de rap callejero. Algunos lanzan besos al cielo. Otros se pellizcan la camiseta a la altura del corazón, como mostrando un escudo invisible de fidelidad indudable.
El perfil fumeta completa el retrato del rapero. “¿Cuántos fumadores hay en la sala?”, pregunta. Y el 80% del público alza la mano con orgullo. Hace rato un chaval ha sacado un canuto listo para ser fumado. Un vigilante le ha llamado la atención y el espectador le ha hecho entender con un gesto que no es para él, sino para el rapero, que lo recoge. “Y ahora me fumo mi historia y brindo en tu memoria”, canta en ‘My love song’. El público corea cada verso. Los más excitados, a gritos. Las parejas, abrazadas y en voz baja. Cuatro adolescentes observan la escena a una prudente distancia. Paralizados. Boquiabiertos.
La primera media hora será arrolladora; defendiendo cada rima con una dicción poderosa. La segunda, más atropellada y con varias interrupciones. Noyz Narcos no se irá sin reivindicar el asombroso éxito que ha cosechado su último disco: “Hemos hecho platino. ¿Quién coño lo esperaba?”, exclama, sabedor de que la carrera de un rapero es más corta que la de un ídolo del rock. Pero aquí está él, expulsando rimas como una chimenea en llamas, jaleado por un público que, durante una hora, siente haber regresado a las calles de Roma.
Una agenda paralela
Lo de Noyz Narcos no ha sido una excepción. Louder, la promotora de conciertos de Maurizio Corsetti, un milanés que llegó a Barcelona hace nueve años, se estrenó en primavera con el grupo Colle Der Fomento. Hay una agenda de conciertos italianos paralela al resto de oferta musical de la ciudad. Sin ir más lejos, mañana el milanés Gué Pequeno actúa en Razzmatazz 3. Y en dos semanas llega Mahmood, ganador del festival de San Remo, representante de Italia en Eurovisión y puntal de la música urbana de su país. Él actuará en la sala 1.
(Publicat el 20 d’octubre de 2019)