L’Ex-Designer

Fotos: Ferran Nadeu

Bar L’Ex-Designer

C/ Entença, 3 (Sant Antoni)

Sessió [Auscultare]

Escuchar es resistir

La escena es impropia de este siglo. Una veintena de personas están absortas ante dos pequeños altavoces en una habitación al final de un bar de al avenida del Paral·lel. Simplemente escuchan música. Unos, con la mirada fija en las baldosas. Otras, con la cabeza apoyada en la pared y la vista perdida en el techo. O con los ojos cerrados. El silencio es sepulcral, como si estuviesen esperando alguna revelación. Solo una persona conoce al autor de las tres piezas que sonarán hoy.

Bienvenidos a las sesiones [Auscultare] del músico y escultor sonoro Alfredo Costa Monteiro. Sabedor de que las músicas improvisadas y alejadas de las estructuras convencionales generan cierto temor y rechazo, hace dos años creó este club de escucha itinerante para ayudar a entrar en este intrincado universo sonoro. La de hoy es la sesión número 23; impulsada, como siempre, desde la plataforma L’Ull Cec. Es una escucha a ciegas. El portugués no dará pistas sobre la pieza hasta que termine. Será una escucha limpia de prejuicios y cautiva de la curiosidad en la que cada oyente realizará la excursión por su cuenta.

Cuando acaba la música, el silencio se impone unos segundos. Ha sido una audición sorprendente. Un fagot, un piano, una voz que esquivaba las lógicas armónicas y una energía extrañamente rock. Alfredo y el público se enzarzan en un fértil debate. Se habla del colectivo británico Rock In Opposition, de antimilitarismo y de óperas obreras. Algunos asistentes son habituales. Tan importante como lo que suene hoy es que hayan salido de casa un jueves para sumergirse en esta audición colectiva, pórtico de insólitos descubrimientos.

Un bar en 3D

Por cierto, estamos en el bar L’Ex-Designer que el diseñador Martí Guixé abrió hace cuatro años en la calle Entença y que cada semana programa actuaciones de músicas improvisadas y de vanguardia. Es un local limpio pero inacabado. Está en obras permanentes, pues el interiorismo se va completando conforme se diseñan y colocan las piezas que fabrican con cuatro impresoras 3D. Las planchas en relieve que decoran las paredes, la barra del bar, los taburetes, los vasos… Todo aquí está hecho con impresoras 3D, menos el tirador de cerveza industrial. Las máquinas tienen trabajo para meses, pero cuando suena la música, Pau, el responsable del local, las apaga para que el zumbido no interfiera.

Segunda audición de la tarde. Lo primero que escuchamos son las voces de unos alumnos recitando lo mismo una y otra vez: “Mr. Smith es un hombre blanco bueno / Mr. Smith es un amigo y un padre”. Y después, un estruendo de metralletas y tambores. Son dieciséis minutos insólitos, desconcertantes y estremecedores. Otros dieciséis minutos en los que nadie abrirá la boca. Otros dieciséis minutos trabajando el ejercicio de la escucha. Otros dieciséis minutos de resistencia al estrés y el multitasking. Otros dieciséis minutos de reposo inquieto ante una poesía sonora que denunciaba el apartheid en la antigua Rodesia hace ya medio siglo. La conversación deriva ahora hacia la música concreta, los artistas escandinavos de música electrónica y poesía sonora de los 70 y el collage sonoro con magnetófonos.

El objetivo de Costa Monteiro no es que entendamos estas músicas porque a menudo no hay nada que entender. Pero siempre es de agradecer que alguien te lleve de la mano cuando te adentras por senderos desconocidos. Así pierdes el miedo y disfrutas más el paseo. Hasta este verano siempre había ubicado las sesiones [Auscultare] en talleres de artistas y otros espacios privados, pero finalmente se ha animado a trasladarlas a un bar abierto al público. Lo hace, dice, por amor al arte. Al arte sonoro. Nadie paga. Nadie cobra. “No todo ha de ser monetizable. Y menos la escucha”, proclama con fina modestia. 

Un zumbido infinito

Es fácil perder la noción del tiempo y el espacio en una sesión de [Auscultare]. Ahora mismo es inevitable. Durante más de veinte minutos escuchamos un zumbido elástico de compás caprichoso y moribundo mientras el violín chirría hasta el infinito. Las impresoras 3D sonríen felices: ‘¡Por fin buena música!’. “¡Temazo!”, exclama alguien cuando Alfredo baja el volumen y ahoga la música. “Era un fragmento: la pieza original dura dos horas”. Entre las risas del público, una mujer exclama: “¡Ya me extrañaba! ¡No puede acabar así! ¡No puede ser!”.

Una vez más, surge otra conversación sin prisa. Alguien dice que sonaba como la Velvet Underground antes de la Velvet Underground. Alguien menciona un documental sobre Tony Conrad. Se habla de minimalismo, de cine experimental, de LaMonte Young y de un instrumento de una sola cuerda: el long string drone. Se habla y se habla como si el bar L’Ex-Designer no tuviese hora de cierre.

La velada concluirá cuando una mujer lance un suspiro y una palabra dirigida a Alfredo: gracias. El resto de auscultadores asentirá con una salva de aplausos.

(Publicat el 15 de setembre de 2019)