Bailarines furtivos en ‘Cubalunya’
A las nueve de la mañana el doctor Lucio Dávalos acaba su guardia en el hospital. Podría echarse a dormir, pero tiene que hacer la compra y comer antes de conectar en directo con una emisora digital. Y como cada miércoles, le esperan a las 19.30 en el barrio de Canyelles. No, no tiene consulta médica. Pero casi. El doctor también es discjockey y su otra misión en el mundo es difundir las virtudes de la timba, un género musical cubano y primo-hermano de la salsa que él descubrió en su Lima natal.
Hace tres años Lucio organizó el primer encuentro en el paseo de Lluís Companys y el éxito le animó a repetir. Acuñó una marca para estas citas, Street Timba, y, además de pinchar en locales cerrados, buscó espacios abiertos donde predicar la timba durante el verano. A esas sesiones al aire libre las llama ‘Timba pa’ la humanidad’ y, temporada tras temporada, ha ido cambiando de ubicación: primero al Port Vell, después Moll de la Fusta y, ahora, al polígono Canyelles. Tanta migración no ha surgido por voluntad propia, sino porque, ahí donde va, llega la policía y lo expulsa. Ahora, lejos del centro de la ciudad, puede organizar sus encuentros sin problema.
Del metro a la pista
El ascensor que sube desde la parada de metro de Canyelles te deja a diez pasos de la pista de baile. Los vecinos que vuelven al polígono después de trabajar se extrañan cuando, al abrirse las puertas del ascensor, descubren a un puñado de gente bailando con Pupy y Los Que Son Son. El volumen es prudente. Las viviendas más próximas están a doscientos metros. DJ La Pantera, porque este es el alias del doctor, trae consigo un único altavoz sobre del cual coloca el ordenador. Únicamente pincha en digital, pues la timba surgió a mediados de los 80, en pleno declive del vinilo. No hay un cartel que informe del evento, no hay precio de entrada, no hay venta de bebidas para generar ingresos. No hay dinero. Solo una bandera cubana.
“¿Quieres bailar?”. Esta es la pregunta más recurrente de la velada. Es el único prolegómeno necesario para juntarse a bailar. Algunos ya se conocen de otros encuentros, pero muchos se están viendo hoy por primera vez. Es un gesto de cortesía sacar a bailar a alguien que sospechas que tiene ganas pero que ha venido sin pareja. Aquí no se viene a mirar, sino a exprimir tres horas de timba. Mario es previsor y ha traído una toalla para secarse el sudor de los brazos.
Hoy no vendrá mucha gente: apenas una treintena de aficionados. Pero el ambiente es sudoroso y fraternal. Albert es de Santa Coloma y había asistido a algún encuentro en el Moll de la Fusta. Está bailando con una mujer de marcado acento catalán que ha llegado pitando porque una amiga le ha dicho al mediodía que por la tarde había Street Timba en Canyelles; explica todo esto jadeando porque no quiere dejar de bailar ni un minuto. Unos han venido desde Bellvitge, otros desde Sants. A lo largo de la velada se deslizarán por esta tarima de madera dominicanos, peruanas, argentinas, una inglesa con abanico y ese tipo al que todos llaman Ruso y que, en efecto, es ruso. Señoras y veinteañeras de estética breaker gozan por igual con ‘Si la vida te dice baila’, de Tirso Duarte.
En París sí se puede
Lucio trabajaba en Valencia pero ansiaba mudarse a Cubalunya. Así se conoce a Catalunya, una de las zonas de Europa con más aficionados a la música cubana. Lo que no sabía era que su sueño de bailar en la vía pública de Barcelona quedaría coartado por las ordenanzas municipales. Antoine, un francés fijo en las sesiones de Street Timba explica que el Ayuntamiento de París concede permisos y que cada verano se forman junto al río Sena encuentros bailables de todo tipo de músicas. No entiende cómo en esta ciudad mediterránea es tan complicado.
Dos mujeres están rememorando indignadas la triste escena de ayer. Las dos acudieron a otro encuentro de salsa callejera en el Parc de la Ciutadella, pero apenas pudieron bailar. Llegó una patrulla (coche, dos motos y una docena de urbanos) y requisó el portátil al discjockey. Al parecer, bailar en la vía pública también genera inseguridad. Pero esto no hay quién lo pare. Ana anuncia en su página de Facebook eventos prácticamente diarios en Barcelona. Este fin de semana muchos irán a Begur. Durante la Fira d’Indians, Cuba y todos los bailadores de timba se instalan allí.
Lucio pincha ‘Muévete pa aquí’ y salta a bailar. Su habilidad es tal que sin soltar a su pareja, se agacha al suelo, coge una piedrecita que ha detectado en la tarima, la lanza lejos de la pista de baile y toma de nuevo a su pareja. Sin pestañear, regresará a los controles en el preciso instante en que acabe la canción y disparará otra. De Mikael Blanco, de Manolito Simonet, de la Orquesta Suave Tumbao… DJ La Pantera se niega a pinchar éxitos latinos de temporada. Solo timba cubana y salsa de nivel. Sabe que la pista se llena siempre que suena Elito Revé, pero también quiere descubrir nuevos artistas. Eso que la aplicación Shazam no detecta es ‘A la medida justa’, una novedad del cubano El Hijo de Teresa.
La araña suicida
Anochece, pero Lucio sabe que a las 21.15 se activarán las luces que iluminan esta zona techaza de la plaza. “¡Una araña!”, exclama un niño que busca distracción mientras sus padres bailan. “Mal sitio ha escogido”, bromea Antoine. En efecto. Los bailarines se deslizan a tal velocidad por la tarima que es prácticamente imposible que la araña salga ilesa de esta frenética sesión de timba. Dos vecinos del polígono Canyelles salen del ascensor y se topan con la escena de cada miércoles. “¡Arriba! ¡Alegría!”, exclama la canción. Sonríen y siguen su camino.
El doctor de la timba dispara el último corte de la noche. “Cuando llega el fin de mes siempre pasa lo mismo / Ay, no queda pal alquiler ni pa la leche de los niños”, dice la letra. Si el volumen fuese realmente atronador, más de un vecino saldría a cantar. Ya solo quedan seis mujeres y el ruso. Todas se saben el estribillo: “Soy yo la que manda en casa / Soy yo la que trajo el DVD / Soy yo la que tiene la llave / Del garaje y del carro”. A las 21.59 acaba la fiesta. El próximo miércoles se celebrará la última ‘Timba pa’ la humanidad’ de este verano.
(Publicat el 8 de setembre de 2019)