Perreando contra Blackstone
Los macrofestivales han contribuido a transformar la imagen de Barcelona y a atraer decenas de miles de turistas. Sin embargo, hay un festival infinitamente más modesto que el Sónar y el Primavera Sound cuyo éxito o fracaso perfilará, en buena medida, el futuro de esta ciudad. Se llama #RavalVsBlackstone y se está celebrando en un bloque de pisos del Raval. El fondo buitre que lo compró consiguió una orden de desahucio con fecha abierta: del 1 al 15 de julio. Y todo ese tiempo durará el festival que ha organizado el Sindicat d’Habitatge del Raval: quince días.
Vecinos y turistas que pasean por la calle Hospital se detienen frente al portal del número 99 que conecta con el pasaje Bernardí Martorell atraídos por la música. Algunos creen que esto una fiesta del barrio. En cierto modo, lo es. “No queríamos hacer algo en plan ‘pobres vecinos, los quieren echar’, sino celebrar que estamos juntos y que ‘pobre del que venga a echarnos'”, explica Ari, una de las responsables de la programación de un festival que está dinamitando las lógicas del activismo cultural. En vez de trasladar la problemática a un espacio neutro y montar un concierto benéfico en una sala para recaudar fondos y sensibilizar a la gente, han llevado el festival al lugar del conflicto. Así, el público palpa la situación y ejerce de escudo humano ante un posible desalojo.
#RavalVsBlackstone también está derribando algún tópico musical. Aquí no hay cantautores protesta, rockeros comprometidos ni grupos de anarcopunk, sino que predominan los artistas de dancehall, trap, reggaeton y rap. Y, todo sea dicho, la mayoría son mujeres. El vídeo que anuncia este festival es una revisión casi literal del discurso que abre el disco ‘Los pobres’ de Pxxr Gvng. El trap como banda sonora antidesahucios. El reggaeton como barricada contra la especulación inmobiliaria. Los ritmos callejeros de última generación en defensa de los más vulnerables del barrio. Música urbana contra la urbana.
Dale pom pom pom pom pom
Tras cuatro días de música, la organización ha optado por suprimir el escenario del callejón de cara al fin de semana en previsión de un llenazo. Los artistas cantarán desde una ventana del primer piso. Es también un modo de evitar que la policía corte la música. Y no parece que el apaño corte el rollo a nadie. Arriba los discjockeys pinchan éxitos de Daddy Yankee, Bad Gyal y Bad Bunny. Abajo el público lo baila todo. Suena ‘Sin pijama’, de Becky G, y tres vecinas corean gozosas su estribillo: “Si tú me llamas, nos vamos pa tu casa / Nos quedamo en la cama / Sin pijama, sin pijama”. Las tres vecinas perrean en el callejón. “Baby, hoy no vamo a dormir / Así que dale pom pom pom pom pom”. Se puede perrear por mil razones, pero nunca se había perreado contra un fondo buitre.
Santa Salut y La Tiguerita salen al balcón y parecen las pregoneras de la fiesta mayor. En cierto modo, también lo son. Las rimas de la rapera de Sabadell suenan más incisivas. Las de la reggaetonera de L’Hospitalet son más lúdicas. Pero ambas están ahí arriba. Su música puede no ser explícitamente política, pero le están dando un uso explícitamente político. “Es un orgullo, es una locura, es una suerte estar aquí”, proclama Santa Salut. Su amiga y rapera Elane aplaude abajo entre el público. No tardará en subir al primer piso para rapear.
Dos vecinos se asoman a la ventana del segundo piso y bailan al son de La Tiguerita. En casi cada balcón del callejón hay ropa tendida. Dos niños juegan con el balón bajo el escenario. Arriba, Santa Salut agita un abanico para no morir de calor. Abajo, una espectadora abanica a un chico con chaleco amarillo encargado de mantener despejado el pasillo. Todo el callejón está delimitado con vallas metálicas para que el público nunca bloquee el acceso a las casas. Muchas plantas bajas son precarias viviendas. Las vecinas perreonas se han sacado una rima de la manga: “¿Qué es lo que pasa? ¡Que no tenemos casa!”.
De igual modo que el Primavera Sound auspicia conciertos en los barrios, el Sónar monta actuaciones en el metro y el Cruïlla organiza un ciclo de conferencias, este festival también promueve acciones fuera del Raval. Por ejemplo, un escrache en la Bonanova frente a la casa de uno de los embajadores del fondo buitre estadounidense. El sindicato insiste en que esto es una guerra y que hay que radicalizar estrategias para que el miedo cambie de lado. Solo 48 horas después, Blackstone oferta el edificio al ayuntamiento al mismo precio de saldo al que lo adquirió. Era la primera demanda del sindicato.
Traperos del barrio
La fiesta continúa con los traperos de Ciutat Vella D’Moors. “Ella me dice que no me para por mi color / ¿Por qué no te pones mi piel? / Tú tienes una casa comprá / No tienes problemas con el alquiler”, cantan en uno de los cortes que circula por youtube. El escenario es un ir y venir de gente. Mientras D’Moors rematan su pase, aparece el rapero bilbaíno Flaco Flex y se marca un par de temas. Ese otro es Pablo XTRM. Omar, un vecino senegalés del piso de arriba, también quiere improvisar. “No es un desahucio, es una orgía”, reza uno de los lemas con los que este colectivo está transformando la desesperación en fuerza.
Por los altavoces suena ‘Million dollar baby’, de Cecilio G, el primer trapero que apoyó esta lucha. “A los quince años me colaba en Razzmatazz / A los dieciséis me colé en el Sónar / Ahora el Sónar me paga por cantar”, canturrea el público con visible entusiasmo. “Mi corazón siente que el día de mi muerte dejaré este legado pa que puedan cantar”, recita el trapero barcelonés. Exactamente eso está sucediendo ahora. Pero es medianoche y hay que acabar la fiesta, cerrar el pasaje y dormir lo poco que se pueda. A las cinco de la madrugada habrá que levantarse para vigilar el bloque. La amenaza de desahucio sigue vigente.
(Publicat el 7 de juliol de 2019)