La risa bonita del Carmel
Cualquiera que haya pasado durante los últimos años por el Espai Jove Boca Nord, ya sea para asistir a clases de guitarra o de iniciación a las acrobacias circenses, a talleres de breakdance, de pop coreano o camino a sus locales de ensayo, se habrá familiarizado ya con esa gigantesca pintura mural que a todos da la bienvenida. ‘Alma de barrio’, se puede leer bajo la placa del ayuntamiento que identifica este equipamiento municipal. Inaugurado en 1999 encima mismo de la salida norte del túnel de la Rovira (de ahí viene el nombre), el Boca Nord es un pulmón de oportunidades; refugio y asidero para la juventud del Carmel.
“¡Buenas noches, El Carmel! ¡Buenas noches, Boca Nord!”, grita Kacha, el cantante del grupo Che Sudaka, desde el escenario de su sala de conciertos. Sí, aquel grupo de la Barcelona mestiza de principios de los 2000, aquel que apadrinó Manu Chao desde el recopilatorio ‘La Colifata’, aquel que empezó tocando en la calle y acabó recorriendo medio mundo, ha decidido ofrecer un pase para 150 personas en este centro de dinamización sociocultural. Entre el público hay bebés, niños de dos a diez años, adolescentes con acné, adultos en sintonía con aquella escena mestiza y padres y madres con ganas de fiesta.
También hay espectadores con bufandas, camisetas y sudaderas de Che Sudaka. Aunque la mitad de las entradas se han repartido entre educadores de calle y entidades vinculadas al Boca Nord, la otra mitad se vendía, a seis euros, en el bar Mariatchi del barrio Gòtic, un histórico punto de reunión de la tropa mestiza y, también, de los propios Che Sudaka cuando llegaron a Barcelona como unos migrantes más intentando ganarse la vida con la música. La mezcla de vecinos del Carmel y seguidores del cuarteto no puede ser más armoniosa. Unos y otros saben que están viviendo una noche única y tal vez irrepetible.
Mano Negra de bolsillo
En escena, Che Sudaka se las han apañado para reproducir el punk mestizo de los Mano Negra de su admirado Manu Chao con solo cuatro elementos: una guitarra eléctrica, una guitarra acústica, un acordeón y las voces. El resto se lanza pregrabado desde el ordenador. Pero funciona; sobre todo, gracias al factor diferencial del acordeón y las músicas de raíz colombiana. La coctelera sudaka desborda la suma de reggae, cumbia, vallenato, currulao, raggamuffin, ska y rap y salpica pronto al personal, fundido en extrañas danzas colectivas a medio camino de la conga, el pogo y el corro. Tras quince años de recorrido, Che Sudaka tiene clara su misión en este planeta: “La música es una excusa para generar un ambiente de paz en un mundo en el que parece que no la hubiera”, dicen.
Aun estando en Boca Nord y en 2019, si cierras los ojos te trasladas a la Barcelona mestiza de 2002. Si los abres, verás a una niña de dos años con chaqueta de punto y cascos protectores de oídos subida a los hombros de su padre y ondeando los brazos. Si dejas volar la imaginación, puedes intuir la que se armaría si los Mano Negra de 1989 se rearmasen pasado mañana. Pero si te concentras de nuevo en la explosiva fiesta que se está liando en el barrio del Carmel, quien habla de nuevo es Kacha. Y está proclamando lo siguiente: “Les invitamos a todas y todos a recuperar aquella Barcelona. De todo corazón”.
Barcelona, aquel paraíso
Che Sudaka recuerda aquella Barcelona previa a la Ordenança de Civisme del 2006 como un paraíso. “Llegamos acá y nos sentíamos dentro de un vídeo de Mano Negra. En la calle me gané la vida desde el primer día”, explicaba Leo, el guitarrista, por la tarde en una charla organizada en el mismo Espai Jove Boca Nord. “Hacíamos tres conciertos a la semana en Barcelona, además de tocar cada día en la calle”, calculan. Aquí y así pudieron ganarse la vida con la música, conocer a Manu Chao y descubrir una ciudad multicultural de la que ya nunca se marcharían. De hecho, Kacha vive en El Carmel, a seis calles de la tarima desde la que ahora él y su grupo están rememorando sus vivencias.
Escuchando sus palabras hay jóvenes y adultos magrebís, subsaharianos, centroeuropeos y sudamericanos. Algunos son menores tutelados que acuden a conocer sus experiencias animados por educadores del barrio. A través de la red de centros cívicos, concretamente del Centre Cívic Garcilaso, también los dos colombianos de Che Sudaka, Jota y Sergio, contactaron en su día con los hermanos argentinos Leo y Kacha. Y también allí conocieron a Carles Llàcer, el actual responsable de actividades musicales de Boca Nord. Es la persona con la que han coordinado el concierto de la noche y esta charla rica en anécdotas que trascienden lo musical y podrían orientar los futuros pasos de los chavales.
Ángel,pro ejemplo, ha venido con su madre. Solo tiene siete años. Pide el micro y pregunta: “¿Hay que practicar mucho para tocar esos instrumentos y viajar por el mundo?”. Sí. Che Sudaka llevan tres días instalados en Boca Nord puliendo el directo que los llevará de gira por Alemania. Esta vez serán quince fechas. Ya es la 15ª gira invernal que hacen en ese país. El 80% de los conciertos de este grupo nacido en las calles de Barcelona se celebran en el extranjero.
Nosotros y ustedes también
Calculan los miembros de Che Sudaka que han tocado en cuarenta y cinco países distintos. Hoy en el Carmel deben convivir personas originarias de tantas nacionalidades o más. En el espacio donde ya termina la charla están expuestos los resultados de la exposición ‘Cartografies d’identitat i territori’. En ella, decenas de vecinos han colgado la fotografía de algún lugar fundamental en sus vidas. La mayoría han escogido sus lejanos lugares de procedencia. Ceuta, Málaga, Huesca, Cáceres… Perú, Bolivia, Venezuela, Honduras, El Salvador… “Somos Che Sudaka. Nosotros y ustedes también”, proclamará Kacha en el concierto.
Las actuaciones del cuarteto son una reivindicación del orgullo del migrante y hoy, en El Carmel, su postura cobra más sentido que nunca. Su repertorio es un chute de energía para quienes hayan tenido que huir de su país para poder vivir con dignidad o simplemente sobrevivir. Un verso de ‘Todo vuelve’ sintetiza mejor que muchos ensayos sociológicos la patología racista: “Al mirarte en el espejo te molestan los demás”. Y canciones como ‘Serás feliz’, ‘Quiero más’ o ‘No hay imposibles’ ofrecen orientación y optimismo. ‘La risa bonita’, también. Kacha se la dedica a los niños y niñas de la sala y, como un concierto es un diálogo en dos direcciones, el que se emociona es él al ver sus lindas caras en primera fila.
Durante el minuto y medio que el grupo pasa en el camerino tomando aire para el bis, el público no deja de corear su nombre. Y en el bis, el grupo invita al público a corear el nombre de su barrio. El Espai Jove Boca Nord cumplirá en mayo su vigésimo aniversario y a la vuelta de Alemania Che Sudaka cumplirán su concierto 1.500, pero se diría que unos y otros han decidido a adelantar sus respectivas celebraciones. “¡La vida empieza otra vez!”, canta la banda. “¡La vida empieza otra vez!”, grita un padre, bailando un agarrao con su hijo pegado al pecho en la mochila portabebés y una cerveza en la mano. Que siga la fiesta.
El túnel sonríe
Cuando termina el concierto, Carles Llàcer abre las compuertas traseras de la sala para que entre el aire fresco de la calle. Urge ventilar el ambiente. El suelo está empapado. Se ha sudado de lo lindo en esta gélida noche. La sala ya está vacía, pero del interior emerge ese vapor cálido de las grandes ocasiones. Es vapor de alegría y optimismo que, una vez liberado, se expande por el barrio. La entrada norte del túnel de la Rovira está dibujando una inmensa sonrisa.
La visita de Che Sudaka al Espai Jove Boca Nord ha sido un intercambio largamente ansiado, un regalo para unos y otros. Ojalá se repitiera cada enero.
(Publicat el 13 de gener de 2019)