El infinito club de fans de The Pengüins
Un matrimonio entra en el Parc de la Marquesa de Collblanc, en L’Hospitalet, empujando dos sillas de ruedas con sendas ancianas. “¿Y cómo se llama el grupo, Los Conguitos?”, pregunta una de ellas. El hombre la corrige y le explica que es un concierto de música reggae. “Es como el rap, pero de los jamaicanos”, le aclara.
Los Conguitos son, en realidad, The Penguins, una banda de música jamaicana nacida en Sant Feliu del Llobregat, que ha enfocado buena parte de su repertorio al público infantil. Es un fenómeno de tal dimensión que se merendaría a la mayoría de los grupos que actúan en el Minimúsica. Antes de salir a escena, padres, madres, niños y niñas ya llevan rato bailando con la selección de ‘L’Hora Pingüina’, un programa de radio donde un locutor ameniza la espera pinchando reggae y dando pequeñas nociones de cultura jamaicana al personal. “‘En aquesta cançó el maquinista és Ken Boothe i els que posen el carbó a la màquina són els Wailers'”, informa.
Un viaje en tren
El dial de la ficticia emisora Reggae Per Xics Ràdio es el 5446 FM, en honor a la canción de Toots & the Maytals. Forma parte del espectáculo infantil multimedia de The Penguins: porque los Penguins cantan, actúan, se disfrazan y meten el gusanillo del reggae desde la más tierna edad. Su sesión radiofónica es un viaje en tren desde África. Por eso suena ‘Train to skaville’ de los Ethiopians y ‘The lion’ de Laurel Aitken. Y cuando por fin salen The Penguins a escena el clamor es espontáneo y sentido. Los reciben como auténticos héroes porque, para qué engañarse, ellos tienen la fórmula.
La música jamaicana es ideal para aprender a bailar cuando apenas acabas de ponerte en pie. Es ideal incluso para arrullar a un bebé. No es necesario conocer las canciones para animarte a bailar, pues su optimismo es transparente y el ritmo, contagioso. Y tampoco es necesario saber inglés porque The Penguins reinterpretan el cancionero infantil tradicional catalán a ritmo de reggae, ska y calypso: ‘Marrameu torra castanyes’, ‘Una mosca volava per la llum’, ‘La masovera’… Y, claro, el repertorio tiene más ‘groove’ que si lo interpretase Xesco Boix. La sintonía entre grupo y público es tal que cuando The Penguins piden que al cantar ‘Un gripau blau’, la criaturada grite “¡babau!” con todas sus fuerzas, se escucha el grito desde Cornellá. Un perro, también integrado en el concierto, ladra en verso: ¡guau guau!
Patinetes y vaqueros
El ambiente en un concierto de The Penguins es el mismo que en un concierto de The Skatalites. Bueno, en uno de The Skatalites no verás a una madre amamantando a su bebé. Tampoco verás a un barbudo padre intentando seguir la coreografía de ‘L’elefant en bicicleta’. Ni al cantante cruzando el escenario en patinete. Ni a los músicos disfrazados de indios y vaqueros. Ni a espectadores con espadas de juguete, globos y pistolas de burbujas. Ni a dos hermanos en primera fila tocando el saxofón sin saxofón. Ni a un niño tocando su trompeta de juguete, concentradísimo como si el concierto dependiese de él. Ni a una niña con la cara pintada de tigre. Ni a dos abuelas subidas de pie a un banco. Ni a un niño de dos años con camiseta de los Buzzcocks. Ni a un padre con una camiseta que dice: ‘Bailo como el culo pero follo que te cagas’. Bueno, esto último quizá sí.
Todo esto y mucho más ocurrió durante el concierto de The Penguins en la XXII Festa de la Diversitat, aquella que durante años se celebró en el Moll de la Fusta de Barcelona y que ahora está ubicada en L’Hospitalet, junto a la carretera de Collblanc. En otros rincones del parque cantaban las cotorras, se bailaban sardanas, sevillanas y country, se vendían dulces árabes y ecuatorianos, se celebraban concursos de comer sandía a lo bruto, se narraban cuentos tradicionales subsaharianos y unos reporteros sijs del canal británico Sikh Channel entrevistaban a la gente para saber su opinión sobre la posible salida de Gran Bretaña de la Unión Europea.
Mientras, los más pequeños seguían a lo suyo: bailando y cantando una versión rocksteady de ‘Puff, el drac màgic’.