Konvent.0

Un tesoro a cien kilómetros

Cualquier grupo toma o deja de tomar muchas decisiones cuando monta un concierto. Y cuando el dúo Za! anunció que el concierto de décimo aniversario de su sello Gandula se celebraría en el Konvent.0 lo que hizo, en realidad, fue enterrar un tesoro, dibujar un mapa e invitarnos a descubrirlo. El sábado por la mañana unos salieron en transporte privado, otros en autobuses Alsa y casi 50 en un autocar fletado para la ocasión.

Carles y Ana se han aventurado con la autocaravana.Carlos y Arancha han venido desde Torredembarra, pero son de Granada y vieron por primera vez a Za! en el 2009. Pablo es malagueño y, sí, ha venido desde Málaga. Es fácil detectar a los que pisan el Konvent.0 por primera vez. Les delata la cara de asombro. Una mujer telefonea a su amiga. “¡Mira dónde estoy!”, grita, mientras gira el móvil y le regala una panorámica del jardín bañado por el sol de primavera. En las mesas, músicos y espectadores comparten la paella. En el aire, los punteos de guitarra acústica del madrileño Isasa se alzan sobre los árboles. A lo lejos, el puente de la C-16 hacia la civilización.

El tesoro no estaba enterrado. Está a la vista. Es este edificio abandonado y reocupado en la colonia textil de Cal Rosal. El tesoro es este encuentro. El tesoro son todos los aquí presentes. Ahora es el valenciano Negro quien pellizca su guitarra eléctrica a pleno sol, masajeando nuestra imaginación con balsámicos efectos de pedal. Algunos saborean el concierto tirados en la hierba o sobre tumbonas. Pase lo que pase a partir de ahora, llegar hasta aquí ya habrá valido la pena. Los pájaros trinan. Huele a menta.

Lo más parecido a una boda

El resto de conciertos se celebrarán en el interior de este convento de monjas, cuyas paredes albergan decenas de obras que han ido legando artistas de paso. La violinista Sara Fontán no tiene disco ni ganas de grabarlo. Su música solo existe cuando ella le da vida. Y está aglutinando en la sala principal una de las audiencias más numerosas y predispuestas de su carrera. La energía que está generando ya no se disipará en el resto de jornada. “Esto es lo más parecido a una boda que montaremos nunca”, advierte Edi Pou, batería de Za! y también de Sara. Que siga la boda, pues.

Dos niños de tres y cinco, sentados en primera fila con cascos protectores en las orejas, lanzan silbidos de entusiasmo y apoyo al concierto de Blood Quartet. La música no es fácil o difícil: conectas con ella o no. Gambardella pisan aún más el acelerador de partículas sónicas hasta transformar la sala en un platillo votante. Hay mucha energía acumulada aquí. El Konvent.0 es exactamente eso: una central de energías. Y hoy el combustible es todo el caudal de amistades generado durante una década alrededor de Gandula.

En la capilla del primer piso, Ivana Ray Singh se dispone relajar la tensión con una ceremonia de magia colectiva. Primero hay que construir una frase con preocupaciones de los presentes. La frase será: ‘Nos movemos motivados por la empatía’. Después,concentrar toda esa energía en un punto y hacer levitar a una persona. Sería una falta de discreción desvelar lo que ocurrió después en esa habitación, pero lo que sí está levitando ahora mismo en dirección al escenario de Za! es una tarta de nata, el pastel de décimo aniversario del sello Gandula.

Empatía o muerte

Hoy Za! vuelven a ser tres. Tocarán su primer disco, ‘Macumba o muerte’. Esa es la razón por la que muchos están hoy aquí. Hombretones con los brazos en cruz. Mujeres bailando a placer. Bebés a tope de flow. Ese gritando: “Mare mevaaaa!”. Aquella riendo de felicidad. Y Pau, Edi y el reencontrado Alberto, enfrascados en ese tribalismo epiléptico y fraternal. Matemática de la pasión. El abrazo en el que se funden al final de su pase es un abrazo de confianza ciega y amor incondicional. Ningún otro grupo en este país de abraza como ellos. Todo lo que hace Za! es fruto de ese abrazo con el que cierran cada actuación. Y hoy, más. Empatía o muerte.

Entre tanta música tensa e intensa, la performance del dúo Sosun.Dance será un oasis donde destensarse. Capitaneado por Estel Boada, una suerte de Guillermina Motta del siglo XXI, transforman la capilla en una mezcla de fiesta de los Súpers y rave disco-chochi. De vuelta al mundo Gandula, la cantante de los alemanes 13 Year Cicada pregunta: “¿Aún estáis vivos?”. Tampoco ellos están dispuestos a dar un concierto de circunstancias.Más disonancias. Más arritmia. Más tensión. Más alaridos. Más energía. Y tras ellos, Seward, que, ampliados a sexteto, sonarán como una manada de ñús huyendo de un mar de lava.

La tarta de aniversario reposa sobre la vieja cómodade madera con encimera de mármol que hay a la izquierda del no-escenario. Nadie se ha molestado en guardarla o partirla en porciones. Quien ha querido probarla solo ha tenido que coger un pedazo. Ya no queda ni una tercera parte. Como  todo lo que ha sucedido aquí hoy, era para compartir.